A.R.E. El pasado verano, el pintor ayamontino Juan Fernández González se enfundaba en un elegante traje de chaqueta para recoger en el hotel The Westin Palace de Madrid, durante una cena de gala, la Medalla de Oro del Foro Europa 2001. Un galardón que la entidad europea concede a presidentes de instituciones y profesionales del mundo empresarial, político y cultural en reconocimiento a su trayectoria profesional.
Es el último premio recibido por este onubense que ha dedicado su vida al arte pictórico, logrando que sus creaciones tengan un sello muy personal. Estamos ante un pintor prolífico y prodigioso, que se enmarca dentro de la corriente figurativa y del realismo más actual, mostrando en sus cuadros imágenes completamente verosímiles en las que el color y la luz siempre son siempre elementos fundamentales. Los trazos cuidadosos y el dibujo riguroso definen su estilo, dando como fruto pinturas de aguas, fuentes, paisajes urbanos, retratos o bodegones que son fiel reflejo de sus referentes reales.
Esa firma tan personal le ha permitido ir más allá del que siempre fue su objetivo, a saber, «ser pintor y vivir de la pintura. Poder hacer una exposición cada año o cada dos años… Sin embargo, llevo más de 90 exposiciones individuales por España y el extranjero, una meta que no me esperaba cuando empecé. A la meta nunca se llega, pero a la vez se va llegando, porque siempre que la pasas te propones otra», confiesa el onubense.
Lo de pintar lo tuvo claro desde pequeñito, y eso a pesar de que en su casa no había tradición artística alguna. Su padre regentaba un bar en Ayamonte, un establecimiento muy antiguo, fundado a principios del siglo XIX. Todo hacía apuntar que Juan entraría después de acabar la escuela en el negocio familiar… pero por supuesto no fue así. Los profesores del colegio le dijeron a sus padres que ‘apuntaba para artista’ porque dibujaba muy bien, sirviendo sus trazados de ejemplo a sus compañeros. Juan creció y con 18 años decidió apostar por el arte, una decisión que, lógicamente, sorprendió en casa: «mi familia no se imaginaba que pudiera haber un profesional de la pintura en ella».
Entonces marchó a Madrid a estudiar Bellas Artes en la Universidad Complutense, especializándose en grabado. Cuando terminó, lo llamaron, junto a dos compañeros más, para impartir clases en el Taller del Prado, una academia que se acababa de crear por entonces en la madrileña calle Prado. «Estuve allí 12 años, pero las clases me quitaban mucho tiempo para pintar y llevar la vida artística que deseaba, así que las dejé. A veces doy algunos cursos, por ejemplo, la Asociación Española de Escultores y Pintores me ha pedido que imparta un monográfico la próxima primavera durante tres días, pero es algo puntual. Estoy dedicado de lleno a pintar«, explica Fernández.
Esta tarea la desarrolla desde los años 80 en sus dos estudios: uno ubicado en el corazón de Madrid y otro en su tierra, en Ayamonte, donde pasa también largas temporadas. Como él mismo reconoce «nunca me he desprendido de mis raíces, voy mucho por Ayamonte, entre tres y cuatro meses al año estoy allí. Siempre he participado en todos los grupos de arte y en las iniciativas de los pintores ayamontinos, cuando exponíamos juntos en colectivas e íbamos a Caracas, Venezuela, etc. Enrique Montenegro me llamaba ‘el benjamín de los pintores ayamontinos’. Nunca me he distanciado de ellos ni de mi ciudad. Cada cuatro o cinco años hago alguna muestra en Ayamonte para estar conectado. Me siento muy querido por mi pueblo y mis amigos y paisanos me felicitan por mi trabajo y me visitan. Me siento orgulloso de mi tierra«.
Y ese sentimiento se ve también reflejado en sus obras, en las que el mar ocupa un lugar esencial, del mismo modo que lo hace en su propia vida, pues Fernández siempre se ha visto atrapado por el embrujo del agua. Así, cuando viaja a ciudades como Ámsterdam o Venecia, donde hay ríos y los reflejos dominan el paisaje, el onubense siente la necesidad, cuando retorna a Madrid, de plasmar e interpretar aquellas imágenes, que acaba pintando con enorme maestría. Asimismo, en los últimos tiempos, compagina la pasión por el elemento líquido con la de captar rincones de grandes urbes, dando lugar a exposiciones maravillosas en las que se fusionan las construcciones urbanas, el asfalto, con la naturaleza más pura.
Un ejemplo de esta fusión es la muestra ‘Reflejos de realidades’, que hasta hace unos días ha estado expuesta en el Palacio de Cibeles, sede principal de Correos en Madrid. «Estoy muy contento porque ha tenido un enorme éxito, gran difusión en prensa, y mucho público ha venido a verla. Además de exponer en un lugar tan importante de la capital», reconoce el ayamontino. Aunque cabe recordar que esta muestra arrancó en Huelva, en la sede del Colegio de Arquitectos, donde pudimos verla en marzo de 2013. Luego ha pasado por Palencia, Vitoria y Madrid, siendo su próxima parada el Auditorio de León, donde podrá verse entre septiembre y octubre de 2017 coincidiendo con las fiestas de San Froilán.
Sin embargo, no sólo se trata de una muestra itinerante, sino que también va mutando, ya que su autor quita y añade obras según considera oportuno. Por ejemplo, en Madrid agregó a la exposición una galería de unos 30 retratos pertenecientes a amigos, familiares y personas conocidas. Según explica Juan, «estas pinturas se centran en la mirada, aunque es una mirada muy psicológica, juego con las caras y la expresión. Son de formato pequeño, algunas personas son de Ayamonte, otras de Huelva, otras de Madrid… Todo empezó como una broma con amigos, y luego he ido ampliando los retratos y ahora tengo el proyecto de llegar hasta los 100 y publicarlos en un libro que llamaría 100 Miradas. Todo esto lo estoy haciendo poco a poco, intercalado con aguas, paisajes urbanos y demás».
Pero Fernández también tiene en cartera otras propuestas que le ilusionan. Una de ellas es una exposición que está preparando junto al escritor Juan Ceada y que tendrá su estreno en la ciudad de Sevilla. En ella, la poesía y la pintura irán de la mano, pues los cuadros de Juan se complementarán con los textos de Ceada y viceversa. Además, el ayamontino también tiene previsto mostrar sus obras en el Museo de Huelva, aunque esta iniciativa es más a largo plazo, dentro de uno o dos años.
Estas futuras muestras contribuirán a engrosar el ya amplísimo listado de exposiciones individuales que ha realizado el onubense, tanto en España como en el extranjero -las primeras fueron en el Parador de Ayamonte-, a lo largo de su trayectoria profesional, más de 90, a las que se suma el medio millar de colectivas en las que ha participado. Además, podemos encontrar obras del ayamontino en lugares muy dispares, como el Parlamento de Andalucía, la Biblioteca Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo Infanta Elena, la Diputación Provincial de Soria, el Museo Nacional de Nicaragua o el Museo de la Cerámica de Lisboa, entre otros muchos organismos oficiales, museos y colecciones particulares.
Su trabajo se ha visto reconocido en numerosas ocasiones, habiendo ganado 25 premios de pintura, entre ellos el prestigioso Premio Caja de Ahorros de Guadalajara, el Certamen Nacional de Pintura Caja de Madrid, el Premio Duran o el de Alcázar de San Juan.
El último galardón que ha recibido, el del Foro Europa 2001, no ha sido por una obra concreta, sino por todas ellas, por una vida dedicada al fomento y difusión del arte pictórico, un mundo en el que Juan Fernández ha conseguido brillar con la misma luz que poseen sus cuadros.
Sobre su sector, el ayamontino afirma que «ser pintor es difícil a nivel profesional porque te tienes que arriesgar a hacer lo que tú quieres. Podía haber hecho unas oposiciones, como muchos compañeros míos, pero yo aposté por seguir pintando, exponiendo, buscando un mercado, dando a conocer mi obra. Es arriesgado, apuestas por una forma de vida incierta, pero en la que tienes más libertad para trabajar y moverte».
Al final su apuesta le salió bien, siendo prueba de ellos los múltiples reconocimientos que ha cosechado por el camino. Un camino que seguirá andando, construyendo, como hace con sus pinturas, sin prisas pero sin pausa.