La enriquecedora experiencia del onubense Carlos Naranjo como voluntario en Calcuta

Carlos Naranjo inició su aventura en Asia en octubre de 2015. En la imagen, con unos locales en Myanmar.
Carlos Naranjo inició su aventura en Asia en octubre de 2015. En la imagen, con unos locales en Myanmar.
Carlos Naranjo inició su aventura en Asia en octubre de 2015. En la imagen, con unos locales en Myanmar.
Carlos Naranjo inició su aventura en Asia en octubre de 2015. En la imagen, con unos locales en Myanmar.

Rosa Mora. Difícil olvidar la fecha. Fue el 28 de octubre de 2015 cuando Carlos Naranjo comenzó a escribir la primera página de una aventura a la que aún le quedan muchos capítulos por escribir. Aunque ingeniero aeoronáutico de formación, el onubense, tras realizar un curso de celador sanitario ha ejercido como tal durante dos años y medio en el Hospital Costa de la Luz de Huelva.

La necesidad de ver mundo, por una parte, y el fallecimiento de su padre, el reconocido y querido cirujano onubense Pedro Naranjo, llevó a Carlos a seguir su instinto y, en cierto modo, rendir homenaje a su progenitor. «Él era médico,  y yo sabía que en Calcuta iba a poder enfrentarme a muchas situaciones muy similares a las que él había tenido en su vida«, nos cuenta durante la entrevista.


Festival de Cine de Huelva

Plantando arroz con unos locales, en un pequeño pueblo de Laos.
Plantando arroz en un pequeño pueblo de Laos.

Antes de llegar al sudesde asiático, Carlos Naranjo ya había participado con anterioridad en otros proyectos relacionados con el voluntariado. En esta línea, el onubense residió durante ocho meses en un orfanato en Uganda y un centro de similiares caractarísticas en Kenia, durante mes y medio.

Indonesia es el país en el que Carlos se encuentra en estos momentos.. Pronto, no obstante, regresará a Calcuta. Huelva Buenas Noticias ha tenido la oportunidad de conversar con él.


Puerto de Huelva

– ¿Qué te llevó a emprender el viaje a la India?
– Difícil pregunta, para la cual no tengo una respuesta determinada. Supongo que necesitaba ver un poco de mundo. Cuando pasamos mucho tiempo en un sitio, nos acostumbramos muy rápidamente a la zona de confort, y dejamos de valorar lo que realmente importa en la vida. Hay miles de sitios que conocer, y millones de sonrisas de las que disfrutar. Y obviamente, el fallecimiento de mi padre, fue lo que me impulsó intentar seguir su camino. Él era médico,  y yo sabía que en Calcuta iba a poder enfrentarme a muchas situaciones muy similares a las que él había tenido en su vida.

En Camboya, con Chana, una niña a la Carlos Naranjo daba clases de inglés.
En Camboya, con Chana, una niña a la Carlos Naranjo daba clases de inglés.

– En ese momento trabajabas en el Hospital Costa de la Luz. No todo el mundo entiende que se ‘deje’ un empleo para embarcarse en una aventura como la que protagonizas, ¿Qué opiniones recibiste al respecto?
– En general bastante positivas. Cuando alguien te aprecia y te valora, siempre te acabará respetando. No hay cabida para nada más. Entiendo que cueste comprender este tipo de decisiones. Pero hace tiempo que decidí que yo no iba a vivir la vida que se esperaba de mí yo soy el que debo decidir cuál es mi camino, por supuesto siempre orientado por las grandes personas que voy conociendo.

En jaipur, India, en un centro de cuidado de elefantes.
El onubense en Jaipur, India, en un centro de cuidado de elefantes.

– Y tu familia, ¿Qué piensa?
– Soy muy afortunado con la familia que tengo. La reacción de mi madre fue la mejor que podría haber tenido cuando le comenté que, casi de un día para otro, había decidido dejar el trabajo, y me iba a vivir a Calcuta durante una temporada. Me dijo: “Si es lo que quieres, mientras estés bien, yo te apoyo”. También mis cuatro hermanos me han apoyado ciegamente en absolutamente todas mis decisiones. Siempre hemos respetado los caminos que vamos eligiendo cada uno. Así que no me puedo quejar. Supongo que algunos se quedarán más tranquilos cuando vuelva, pero en general, respetan mi forma de vivir. Cuando se dan cuenta de que, aunque a miles de kilómetros,  hago lo que quiero y soy feliz, se les olvida el resto.

Vestimenta típica de mujeres de una de las tribus del norte de Vietnam, con las que Carlos pasó dos días.
Vestimenta típica de mujeres de una de las tribus del norte de Vietnam, con las que Carlos pasó dos días.

–  Cuéntanos, ¿Cómo era tu día a día en Calcuta, ciudad en la que estuviste unos siete meses?
– Calcuta es una ciudad única.  Es la que me ha dado sin lugar a dudas los mejores y los peores momentos de mi viaje. He estado colaborando allí con las misioneras de la Caridad, la congregación católica que creó la recién santificada Madre Teresa de Calcuta. Tienen distintas casas repartidas por toda la ciudad donde acogen a diferentes tipos de personas que requieren ayuda. Durante seis días a la semana, puedes aportar tu granito de arena en casas con pacientes con problemas mentales, con pacientes con sida, tuberculosis, lepra, y un sinfín de enfermedades por desgracia muy comunes allí. También en orfanatos, y casas especializadas en niños con discapacidades que han sido en la mayoría de las veces abandonados.

Compartes tu tiempo con ellos. Es un intercambio en el que sin duda sales ganando: tú aportas tus conocimientos, o tu tiempo,  y ellos te lo devuelven en sonrisas y gestos de agradecimiento.

La mayor parte del tiempo la he dedicado al cuidado de pacientes, en un dispensario, especialmente curando heridas. Aunque te llegas a acostumbrar, resulta increíble el estado en que llegan algunos. Con heridas que creo que jamás podré ver en España. Y es que suelen ser personas que viven en la calle, sin ningún tipo de higiene. Pero más increíble,  y a la vez satisfactorio, es ver cómo, con un poco de cuidados, van saliendo hacia adelante. Calcuta es una ciudad que te atrapa, que te asfixia. Que te empuja a irte cada cierto tiempo, pero que te obliga a volver. Y sí, en total he estado allí unos siete meses.

Jugando con los pequeños de la casa en una aldea en se alojó en Vietnam.
Jugando con los pequeños de la casa en una aldea en se alojó en Vietnam.

– Imaginamos que habrá muchos aspectos que te habrán impactado de la ciudad y del país en general.
– Sí. La suciedad, la contaminación, las rata, los cuervos y perros comiendo la basura que se acumula en cada rincón de la ciudad. Pero lo que más abruma de Calcuta es el ruido. Tantísima gente hacinada,  coches, taxis, motos,  bicicletas, hombres que tiran de carros, cada uno con su bocina particular, que es una prolongación de sus manos. Vendedores que gritan sus productos en tu oído. La palabra taxi, taxi, que se repite en tu cabeza cada veinte segundos….

Miles de personas que viven literalmente en las aceras, en las estaciones de buses, en las estaciones de trenes. Cocinando, duchándose y durmiendo a la intemperie.Sus habitantes muestran una vitalidad  difícil de explicar. Los niños corriendo descalzos tras sus cometas, las mujeres con cestas de alimentos sobre las cabezas. Una a maravilla para los cinco sentidos.

Y nuestras amigas las vacas,  con las que pasa algo curioso. Para la religión hindú,  la vaca es un animal sagrado, al que muestran su respeto incluso con reverencias. Pero para los musulmanes, la vaca es un alimento.Y como Calcuta es una mezcla de religiones, de ritos y tradiciones, no es raro encontrarte en una calle donde una señora le está tocando el trasero a una vaca como muestra de veneración,  mientras enfrente un carnicero le corta el pescuezo a otra en medio de la calle.

Aún así,  he llegado a considerar Calcuta como mi hogar. Y cuando he estado viajando, y volvía,  tenía la sensación de volver a casa.

El onubense Nepal,  haciendo el trekking del circuito de los Annapurnas, en el Himalaya.
En Nepal, haciendo el trekking del circuito de los Annapurnas, en el Himalaya.

– ¿Con qué te quedas de esa experiencia?
– Con las sonrisas de los pacientes. Con los gestos de agradecimiento. Con las charlas que mantenía con ellos. Aunque con bastante trabajo, conseguí entablar conversaciones con ellos en su idioma, el bengalí. Soy de los que piensa que para viajar y conocer en profundidad sus costumbres, tienes que esforzarte en aprender a comunicarte con ellos. Y si bien es cierto, que una sonrisa es universal, el momento en que empiezas a entenderlos en su idioma, es sin duda, mágico. Además, resulta increíble,  como sin dudarlo, se ponen en tus manos cuando están enfermos. Te dejan a ti que seas el dueño de sus decisiones, el dueño de su vida. Lo que supone muchas veces una gran responsabilidad que puede llegar a ser difícil de soportar.

Pero puede que lo más importante es que he aprendido a aceptar la muerte. A aceptarla de forma objetiva. A aceptar que todos estamos de paso. A aceptar que es algo natural con lo que no podemos luchar. Así que disfrutemos de este regalo que es la vida,  seamos felices y hagamos felices a los demás.

Niños en una aldea del centro de Laos.
Niños en una aldea del centro de Laos.

– También has tenido la oportunidad de viajar a países como Nepal, Camboya, Tailandia, Laos, Vietnam y Myanmar, ¿Son viajes que llevabas planeados o están surgiendo una vez que estás allí?
– No. Yo salí de Huelva con la idea de pasar unos meses en India. Pero por temas de visado, tuve que marcharme en abril, y decidí ir a Tailandia, sin saber muy bien qué haría. Pero una vez que empiezas a viajar, resulta todo tan fácil, que de pronto te das cuenta que llevas viajando tres meses por todo el sudeste asiático,  y que no tienes ninguna intención de  coger el vuelo de vuelta que te lleva a casa. Y es que todo va fluyendo. Conoces a cientos de personas que se dedican a viajar y a disfrutar de las maravillas que nos regala el mundo, y compartes experiencias con ellos.Y vas conociendo sitios increíbles que te cortan la respiración. Y poco a poco, vas añadiendo más y más destinos a tu viaje, que te enriquecen en todos los sentidos.

Pescador en lago Inle, Myanmar. Es muy característico la forma de pesca.
Pescador en lago Inle, Myanmar. Es muy característico la forma de pesca.

– ¿Estos viajes los estás haciendo sólo?
– Salí solo de España, sí. Pero aunque me pueda definir como un viajero solitario, nunca he estado solo, a no ser que haya sido por decisión mía. Como ya comentaba, hay cientos de personas increíbles que se van cruzando en tu camino, y que te van regalando momentos mágicos. Y que indiscutiblemente se convierten por un periodo de tiempo en tu familia. Por eso, me gusta combinar períodos en que viajo en grupo, con períodos en los que me tomo mi tiempo para mí.  Y es que mentiría si no digo que me encanta ese momento en el que llego nuevo a un sitio, a una ciudad nueva o a un país nuevo, sin conocer su cultura o su idioma, con mi mochila grande a la espalda, mi mochila pequeña sobre el pecho, y mi ukelele (que no sé tocar, por cierto) en la mano… Es una sensación de libertad que no la cambio por nada. Ver caras nuevas, sonrisas tímidas. Y dices aquí estoy yo…..a ver qué hago ahora. Todo depende de ti. Yo lo definiría como el momento más auténtico de un mochilero, sin duda. Aunque sin duda, también se agradecen las visitas, como la de mi hermano pequeño Alberto y su novia Nayara, con los que me marqué un viaje precioso por India.

Jugando a carreras de sacos con niños del centro donde Carlos daba clases en Camboya.
Jugando a carreras de sacos con niños del centro donde Carlos daba clases en Camboya.

– Y cada país te estará regalando vivencias inolvidables…
– Pues sí. Y he descubierto que lo mejor que puedes hacer es no crearte demasiadas expectativas, sino dejar que el país te sorprenda. Llegar con la información justa, y dejarte llevar. Yo no tenía ni idea de donde estaba Myanmar por ejemplo,  y mi incultura acerca de la situación social y la historia  de estos países era bastante importante. Por eso no he dejado de disfrutar ni un momento, y de aprender muchísimo de todo.

Nepal con sus gentes que luchan día a día con una sonrisa de oreja a oreja mientras salen hacia adelante tras el terremoto del año pasado que tanta desgracia trajo consigo. Y con sus impresionantes Himalayas, que te dejan la boca abierta a cada paso. Tailandia con sus templos, y sus playas de encanto. Camboya, donde estuve impartiendo clases de inglés en una escuela pública durante un mes mientras aprendía de las masacres perpetradas  por el ejército khmer durante el genocidio hace tan sólo 35 años. Laos, con sus infinitos y verdes campos de arroz, sus cataratas y sus cuevas. Vietnam, perdido entre tribus por las montañas. Y Myanmar, el paraíso de las sonrisas y la amabilidad, donde aprendí muchísimo sobre meditación y budismo.

Carlos suele viajar su mochila y su ukele. En la imagen, junto a su amigo, que lo ha visitado durante dos semanas.
Carlos suele viajar su mochila y su ukele. En la imagen, junto a un amigo que lo ha visitado durante dos semanas.

– En estos momentos te encuentras en Indonesia, ¿Cómo describirías el país?
– Sí. Otro país maravilloso. Es un paraíso en muchos sentidos. Un país enorme repleto de islas muy diferentes entre sí.  He subido volcanes aún despiertos, viendo amaneceres desde los cráteres humeantes; he recorrido en moto un par de islas en busca de playas de aguas cristalinas y arenas blancas donde poder descansar con una cerveza en la mano; he viajado en barco durante cuatro días parando en Islas deshabitadas y haciendo Snorkeling con decenas de mantas raya a mialrededor; he buceado con tiburones, tortugas y una variedad infinita de vida animal y vegetal.

Y he seguido conociendo a gente que van escribiendo mi historia. Y además,  he tenido la suerte de contar con la presencia de un amigo de mucha confianza que se ha venido un par de semanas de vacaciones. Así que, si vivir estas experiencias ya es impresionante, compartirlas con alguien al que aprecias, es aún mejor.

Ahora me quedan otras dos semanas en las que quiero empaparme un poco de la cultura indonesia,  que aún no he tenido mucho tiempo.

El onubense, que se encuentra en Indonesia en estos momentos, regresará en unos días a Calcuta.
El onubense, que se encuentra en Indonesia en estos momentos, regresará en unos días a Calcuta.

– Y tu idea es volver a India, ¿A Calcuta nuevamente?
– Sí, tengo mi visado vigente hasta febrero, así que, ¿Por qué no aprovecharlo? Pero me gustaría conocer más lugares de la India. Es un país gigante y a la vez hermoso que ofrece al viajero un sinfín de paraísos.  Además,  posiblemente, pase las navidades y año nuevo allí  con amigos que tuve la suerte de encontrar en Myanmar. La familia tiene que reunirse por Navidad, J.

–  La vuelta a Huelva, ¿Tiene fecha?
– Tengo impreso un vuelo de vuelta para el 19 de junio de 2016, pero me da a mi que no me sirve de mucho ya. Así que no. No quiero hacer planes. Me encanta ir decidiendo en el momento. Es lo que me mantiene vivo. Sí que tengo ideas: me quedarían Malasia y Filipinas como países por conocer del sudeste asiático; tampoco me importaría dar el salto a Oceanía, o a América del Sur; o volver a monasterios perdidos por Myanmar o el Himalaya…. Quién sabe. El Carlos del futuro ya decidirá. El del presente está a gusto disfrutando de los pequeños detalles del día a día.  Pero cuando llegue el momento de volver, volveré.  Y seré feliz con esa decisión también.  Hay que ir aceptando las cosas según vayan viniendo. Pero el fin de mi viaje aún no ha llegado.

– ¿Qué mensaje mandarías a los onubenses?
– Huelva puede ser un paraíso también.  No hace falta viajar por el mundo para encontrar paraísos.  Solo hay que encontrarlos y aprender a disfrutarlos. Muchas veces tendemos a no querer lo que tenemos, y a seguir viendo la felicidad en cosas o lugares que creemos inaccesibles.

Pero, ¿A qué llamamos felicidad? Creo que es muy importante darse cuenta de que la felicidad hay que vivirla día a día, con cada persona que te cruzas, con cada sonrisa, a cada paso que das, con cada charla con un amigo. Yo por ejemplo no sé lo que quiero en la vida, pero sí sé lo que no quiero. Y no quiero vivir según los cánones que nos impone esta sociedad, trabajando más que viviendo, con un nivel de estrés agobiante. Quiero seguir buscando diferentes cosas, que me vayan haciendo disfrutar de la vida; y mientras busco, intento ser feliz con lo que voy encontrando. Yo he descubierto que viajar me hace feliz, que aprender me hace feliz. Pero perfectamente se puede ser feliz con otros modelos de vida. Por eso no seré yo el que diga que la gente necesita viajar para ser feliz. Cada uno elige su camino, y debe encontrar cual es el que le hace más feliz.

Eso sí,  sí estás seguro que la vida que llevas no es la tuya, lánzate.  Viajar te abre la mente, y te regala momentos que jamás olvidarás. Olvídate de los miedos, y de las excusas que nos gusta ponernos. El miedo por una parte no es malo. La incertidumbre de no saber que será de tu vida es preciosa según mi modo de ver. Disfruta de esa sensación de vértigo, pero no dejes que te frene o te paralice.

Muchas veces nos empeñamos en ser dueños de muchas cosas. Tener un coche bueno, una casa, una casa en la playa, otro coche, un smartphone que te acune al dormir… Nacemos sin nada, y morimos sin nada. Pero durante la vida queremos tener de todo. Y no nos damos cuenta de que creamos una dependencia absoluta hacia estos bienes materiales. Incluso, creamos dependencias insanas con las personas que conocemos, sin caer en la cuenta de que todos estamos de paso, de que todos vamos y venimos según nuestros caminos.  Y cortar con esas dependencias lo vemos imposible. Pero no, no lo es. Es posible, y ayuda mucho a tu crecimiento personal.

Así que si no estás conforme con lo que vives, lánzate,  y viaja. Escribe tus excusas en un papel, y quémalo. Son excusas que sólo están en tu mente. Yo de momento seguiré disfrutando de los regalos de la madre tierra, encantado de ir conociendo a todo aquel que tenga algo que enseñarme.

-Muchas gracias, Carlos.

 

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