Mari Paz Díaz. La provincia de Huelva se compone hoy en día de 79 municipios repartidos por toda su geografía. Localidades que esconden rincones en muchos casos únicos. Sin embargo, la configuración de los pueblos onubenses ha ido cambiando mucho a lo largo de la historia. Y no sólo por cuestiones administrativas o políticas. Porque existen algunos lugares que todavía nos recuerdan que en ese entorno hubo un día un municipio con vida propia, a veces, con una intensa trayectoria que contar.
Pero, ¿qué condicionantes provocan que un pueblo deje de tener vida? ¿Y qué ocurre con sus habitantes? Una cuestión de enorme interés, puesto que en cada caso serán diferentes circunstancias las que ocasionen este hecho. Entre las causas encontramos el éxodo rural o la idiosincrasia de la actividad minera onubense, cuestiones que no han impedido que todavía hoy queden muchos vestigios de la existencia de estos lugares.
En total, según el último estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España están registrados unos 2.600 pueblos abandonados, de los que 163 se encuentran en Andalucía. Es la prueba de que en los últimos cincuenta años se ha intensificado la despoblación rural en el país, aunque se hayan producido cambios migratorios y altibajos demográficos. Un éxodo propiciado por el boom económico por la industria y el turismo, provocando el abandono de algunas aldeas, a pesar de que en los últimos años están intentando recuperarse en muchos casos. Sin embargo, no es ésta la única causa de abandono, como veremos.
Según esa relación del INE, la provincia de Huelva cuenta con cerca de una treintena de pueblos abandonados, en su mayoría aldeas, como fueron: Casa Carabinero (Trigueros), El Catalán, El Guijillo (Niebla), El Guijo (Almonaster), El Mustio (Aroche), El Platillo, El Valle (Minas de Riotinto), Estación De Buitrón (Zalamea), Huerta De Las Veredas (Bonares), La Caba (Berrocal), La Contienda (Aroche), La Juliana (Almonaster la Real), La Ruiza, Los Bodegones (Almonte), Los Huertos Del Batán (Villanueva de los Castillejos), Los Madroñeros (Alájar), Manzanito, Mesas De En medio (Cuenca Minera), Pajarito (Cuenca Minera), Raboconejo, San Bartolomé (Almonte), San Cayetano (Bonares), Mina de Santa Catalina (El Granado), Santa Eulalia (Almonaster) y Tumbalejo.
Un listado que, sin duda, habría que actualizar, teniendo en cuenta que está incompleto y que algunos de estos lugares se están volviendo a repoblar. Entre los nombres propios onubenses a añadir en esa lista se encuentran Las Gasparas, La Atalaya, La Naya, El Gallego, La Torerera o El Membrillo, entre otros muchos. Por lo general, las comarcas del Andévalo minero y la Sierra son la que registran un mayor número de núcleos abandonados en el mapa provincial.
Tanto es así que resultaría casi imposible analizar todos y cada uno de los pueblos abandonados de la provincia de Huelva, puesto que siempre corremos el riego de dejar atrás algún caso, de ahí que en este artículo nos quedemos con los casos más significativos.
A modo de muestra podemos recordar que sólo en Almonaster la Real llegaron a existir hasta 16 poblados habitados en 1920, destacando el de Cueva de la Mora, que continúa poblado, si bien la mayoría fueron desapareciendo entre estas fechas y 1960, como sucedió con San Platón, Angostura-Esperanza, San Miguel, Angelita, Monte Romero, El Cincho, Aguas Teñidas, Rincomalillo, Serpos, La Dehesa de Montes Blancos, Fonsario, Mina Angostura – Mina Esperanza, Soloviejo, El Guijo, Lentiscares, San Fernando o las minas Casualidad, Emilia y Sorpresa-Olivargas, todos ellos desaparecidos o abandonados, tal y como recoge Antonio Manuel Cuaresma Maestre en el artículo titulado ‘Aldeas, pobladas y despobladas, y minas de Almonaster la Real’, publicado en la revista Zancolí (Almonaster, 2014).
En general, cuando se habla de pueblos desaparecidos de Huelva, uno de los casos que más ha trascendido es el de El Membrillo, una pedanía de Zalamea la Real situada en la carretera de Berrocal de la que solo quedan sus ruinas. Una aldea que estuvo habitada por un centenar de habitantes y cuya historia, incluso, inspiró la novela del periodista y escritor Rafael Moreno titulada ‘La Raya del Miedo’ (2003). La desaparición de este poblado se produjo en el año 1937 tras ser incendiado y bombardeado por un grupo de milicianos de Falange y miembros del Ejército después de que quedara en el bando republicado durante la Guerra Civil, provocando que sus habitantes huyeran a pueblos cercanos. De hecho, las ruinas de la aldea del Membrillo Bajo están señaladas oficialmente como Lugar de Memoria Histórica. Un triste episodio de la historia de Huelva tras el que parecía encontrarse también un litigio por unas tierras en la zona, que se remontaba al siglo XIX.
A pesar de la dureza de estos hechos, El Membrillo Bajo no ha sido el único pueblo de Huelva que desapareció a causa de un conflicto bélico. Según recoge el investigador serrano Ignacio Garzón en el artículo titulado ‘El Membrillo y otros pueblos abandonados’, publicado en su blog http://enigmasdehuelva.blogspot.com.es/, la aldea El Gallego, de Aroche, también dejó de existir en el siglo XVII a causa de un conflicto entre españoles y portugueses.
“El Gallego era un núcleo de repoblación bajomedieval ubicado en terrenos de Aroche, junto a la Rivera de la Alcalaboza, cerca de la frontera con Portugal, en lo que hoy es el término municipal de Rosal de la Frontera. Este poblado sufrió asaltos y saqueos durante la Guerra de Secesión, hasta que en 1642 fue definitivamente destruido por el Conde de Prados”, explica Garzón.
Otro caso curioso lo encontramos en el propio municipio de Minas de Riotinto, cuya ubicación actual difiere del lugar en el que nació en 1908, cambio que se debió a su cercanía a las extracciones mineras. Un emplazamiento anterior del que poco o nada se ha conservado.
Según recogen Aquilino Delgado, María de la Cinta Regalado y Alfredo Moreno en el artículo titulado ‘Poblados mineros desaparecidos. Cuenca Minera de Riotinto (Huelva)’, publicado en la revista De Re Metallica (2010), “en 1873 Río-Tinto contaba con una población de 1.976 habitantes. La necesidad de mano de obra con la llegada de RTCL determinó que en quince años la población se multiplicaría por seis. Así para 1888 tenía una población de 7.210 más 1.400 más repartidos en seis poblados y barriadas. La ampliación de Filón Sur provocó que la explotación minera se encontrara para 1907 lindando con las casas hasta el punto que hubo de colocarse barandillas en algunas de ellas para impedir caídas hacia la Corta de Filón Sur. La cercanía de las labores mineras conllevó la pérdida de compacidad del terreno, lo cual fue ayudado por el empleo de explosivos en las explotaciones mineras. Si a esto unimos fuertes lluvias, podemos explicar el gran corrimiento producido el 11 de enero de 1908, que afectó a numerosas casas e incluso a calles completas. (…)
La destrucción de las viviendas y el peligro que se reprodujeran los corrimientos llevó a que los habitantes fueran desplazados a los otros núcleos poblacionales de los que disponía Río Tinto. En 1910, dos años después del corrimiento, Río Tinto tenía 4.320 habitantes, la mitad que en 1888. El avance de Filón Sur continuó fagocitando Río Tinto. (…) Así a partir de la primera década del siglo XX la población de Río Tinto pasó a ser asentada principalmente en la barriada de El Valle y del Alto de la Mesa, núcleos a partir de los cuales surgirá el actual pueblo de Minas de Riotinto”. Luego, la reorganización de los centros de trabajo minero-metalúrgico de principios de los años setenta conllevó el despoblamiento de Río-Tinto, en 1979 fue dada de baja como barriada por el Ayuntamiento, siendo habitada sólo por una persona hasta 1982, cuando fue totalmente desalojada. Finalmente, en 1985, fue cubierta por las escombreras.
En el mismo término de Minas de Riotinto también hubo otros poblados hoy desaparecidos, como La Estación de En medio, Peña del Hierro, Filón Norte, La Atalaya o La Naya, que fueron destruidos tras ser desocupados.
Entre todos ellos destaca, por ejemplo, La Atalaya, el poblado minero más septentrional del término municipal de Río Tinto, iniciado en 1883 tras determinarse por parte de la Riotinto Company Limited la construcción de las primeras 100 viviendas de las 264 con que llegó a contar este poblado minero.
Según explica el IAPH, “la tipología de las viviendas destinadas a obreros en La Atalaya variaron según la superficie de las misma que dependía del tipo de familia más o menos numerosa que la ocupaba, las más pequeñas tenían dos habitaciones y las mayores entre cuatro o cinco estancias y hasta dos plantas. (…) La escuela dependiente de la Compañía estaba ubicada al final de la calle Victoria, era el edificio más importante de esa calle. (…) El casino estaba ubicado en la entrada de la Atalaya, donde los obreros pasaban sus ratos de asueto. Los días de fiesta se formaban reuniones familiares y se organizaban bailes. La seguridad estuvo a cargo de un pequeño destacamento de la Guardia Civil que ocupaba un edificio dispuesto en torno a un patio central (…) También dispuso de Lavadero público pues la mayoría de las casas no disponían de agua corriente”.
La población de La Atalaya fue numerosa, puesto que en 1888, cinco años después de su construcción, alcanzaba los 823 habitantes, llegando a los 1272 en 1900 y las 1472 personas en 1910, un incremento que se debió a la apertura de Corta Atalaya a partir de 1907. De hecho, a lo largo del siglo XX irá cambiando el número de habitantes dependiendo de las circunstancias, como sucedió en la Guerra Civil. Su desaparición definitiva se produjo en el año 1970, quedando actualmente en pie parte de los muros de la escuela.
Interesante también es el caso de La Naya, otra aldea minera de Rio Tinto, derruida en 1973. Un lugar que nació a raíz de la necesidad de construir una línea de ferrocarril para transportar el mineral y el cobre desde Río Tinto a Huelva. El territorio que ocuparía Naya sirvió como punto de aprovisionamiento y logística para los operarios del ferrocarril, contando con viviendas ya en 1876. Luego, en 1882 se construyeron 28 casas, a las que se sumaron otras 50 casas entre 1908 y 1909. Según recoge Juan García Muñoz, en el artículo ‘La Naya’, difundido en HBN, “las viviendas de obreros se dispusieron en hileras concretamente ocho paralelas y tres perpendiculares a las anteriores. Estaban dispuestas en una sola planta, disponían de tres o cuatro habitaciones y una superficie media de 45 metros cuadrados construidos. (…) La Naya contó con una Ermita, una Escuela con dos estancias para niños y para niñas y un patio de recreo. El Casino minero. Un Cuartel de la Guardia Civil. Y los alimentos y productos de primera necesidad se adquirían en el Almacén de la Compañía. También dispuso de lavadero público, pues no todas las casas dispusieron de agua corriente”.
Sus vecinos, dedicados en su mayoría a las labores de tratamiento y transformación del mineral, fueron trasladados entre 1969 y 1970 a Huelva, donde se le asignaron viviendas en la barriada de ‘Patiño’ para trabajar en esta fábrica o, bien, fueron realojados en las nuevas viviendas de Los Cantos o en el Alto de la Mesa, más cerca de un nuevo centro de trabajo ubicado en Cerro Colorado.
Recientemente, sus vecinos han querido revivir sus experiencias en este lugar, organizando un encuentro el pasado el 20 de octubre de 2013, al que asistieron 190 personas procedentes de diferentes puntos de España, a iniciativa de Ernesto Moreno y Luis O. Frigolet, con ayuda de los apuntes históricos de Alfredo Moreno. El éxito fue tal que hubo un segundo encuentro el 28 de septiembre de 2014, al que acudieron unas 140 personas. Más información en http://nayeros.com/
Pero si nos ceñimos a los poblados mineros se puede citar otros muchos poblados o aldeas que dejaron de tener vida al finalizar esta actividad económica en la zona. Así sucedió también con la Torerera en Calañas, un antiguo pueblo minero de cerca de 287 hectáreas cuyos habitantes se dedicaron a la explotación de las minas de pirita existentes en su entorno desde inicios del siglo XX. Hasta los años 30, esta explotación fue propiedad de la empresa Unión Española de Explosivos. Luego sufrió unos años de cierre hasta que su actividad se reanudó, cerrando definitivamente en los años sesenta, mientras que sus trabajadores fueron reubicados en otras empresas.
La población llegó a alcanzar los 1000 habitantes, siendo abandonada en el año 1973. Su curioso nombre se debe a que la concesión de la mina fue solicitada el día posterior a una fiesta campera local que se realizaba con la actuación de una Dama Torera con un toro bravo, aunque por error se repitió una sílaba.
Del mismo modo, el investigador Antonio Perejil Delay (ver http://lafactoria-cuencaminera.blogspot.com.es/2010/05/poblaciones-mineras-fallecidas-en-la.html) cita en sus trabajos otros núcleos mineros ya desaparecidos: San Miguel, San Platón, Esperanza, Cabezas del Pasto, Peña del Hierro (Nerva), o Aguas Teñidas (Almonaster la Real), un modesto caserío este último, que se mantuvo activo entre 1920 y 1960, desapareciendo definitivamente en 1981. Todo ello sin olvidar a Zalamea la Real, donde encontramos varios poblados ya abandonados, como Tinto-Santa Rosa, que incluso tuvo equipo de fútbol, o Castillo del Buitrón, Barranco de los Bueyes, Palanco y Guadiana, según recoge el mismo Perejil Delay.
También, en la zona del Andévalo occidental, los investigadores Emilio Romero y Antonio Santiago han detectado varios lugares ya desaparecidos, como apuntan en el artículo ‘Poblados y explotaciones mineras como fuentes de recursos del turismo rural: el Andévalo Occidental, Huelva (España)’, publicado en la revista Pasos. Según este trabajo, así sucede con La Isabel (El Almendro), uno de los poblados más importantes dentro de la minería del manganeso del Andévalo Occidental, situado entre El Granado y Puebla; con Lagunazo (Alosno, municipio donde también desaparecieron La Lapilla y El Chaparral), construido junto con otros de su entorno por la compañía de Tharsis entre 1880 y 1890, siendo uno de los más importantes del siglo XIX, después de Minas de Riotinto, Tharsis y La Zarza, pero de vida efímera; o con Cabezas del Pasto (Puebla de Guzmán, al oeste de Las Herrerías), uno de los más antiguos de la provincia de Huelva y cuya despoblación se inició en los años treinta después de que llegara a alcanzar los 300 habitantes. Nombres a los que podríamos sumar los poblados Poderosa (El Campillo), Campanario y La Ratera (Valverde del Camino), El Carpio (Cortegana), La Joya (El Cerro del Andévalo), La Chaparrita (Nerva) o Romanera, Vuelta Falsa y San José, en Paymogo, entre otros.
Viajando al norte de la provincia, es obligado hacer una parada en la comarca de la Sierra, donde la situación de abandono de algunos núcleos se ha debido principalmente al éxodo rural. La despoblación de las zonas rurales y la masificación de las ciudades es un fenómeno que se fue experimentando en España desde poco antes de la Transición Democrática. Una situación que también ha afectado a la provincia de Huelva, donde las localidades que superan los 20.000 habitantes se encuentran en el Área Metropolitana, junto a la capital, y en la comarca de la Costa.
Así lo atestigua el mismo Ignacio Garzón, gran conocedor de la zona al ser natural de la comarca serrana, donde sitúa a Las Gasparas y La Ribera, ambas localizadas entre La Corte de Santa Ana y Calabazares. «Estas aldeas sucumbieron en gran medida por el empuje de La Corte, a la que llegó la electricidad y el agua corriente y -sobre todo- la carretera nacional 435. (…) En Aroche encontramos otra localidad, El Hurón, desaparecida allá por los comienzos de la Transición, tal vez por la falta de carreteras o por la falta de ciertos servicios básicos, como electricidad y agua potable», apunta Garzón.
Pero si existen algunos núcleos urbanos que sean un ejemplo del abandono de aldeas en la Sierra esos son Almonaster la Real, como hemos apuntado al inicio del artículo, y Aracena, donde Armuña, Chaparral, Casavieja, Las Granadas –de la que sólo se conserva la Iglesia-, Santa Marina entre Valdezufre e Higuera de la Sierra, Curuñeros son sólo algunas de esas poblaciones ya desaparecidas.
Una situación que se repite en otros núcleos serranos como Galaroza, tal y como recoge Aurelio de Vega en su libro La Sierra de Huelva, hitos y tradiciones (1997). De Vega explica que a esta localidad le otorgaron en el siglo XVI seis aldeas: Cortegrullo, Las Cañadas, Fuenteheridos, Las Chinas y Navahermosa. De todas ellas, las dos primeras quedaron despobladas durante las fuertes migraciones del siglo XX, destacando el caso de Las Cañadas o las Cañás, mientras que Fuenteheridos fue aldea de Galaroza hasta el siglo XVIII y las dos últimas aún se mantienen bajo su jurisdicción.
Otros casos llamativos de la comarca serrana los encontramos en la aldea de Castaño Abajo o Bajo (Jabugo), Ventas de Abajo y Las Majadas (Campofrío) o Los Madroñeros, situado a unos tres kilómetros de Alájar, conservado tal y como estaba en el siglo XIX. Hoy no tiene ningún habitante estable, de ahí que sean los vecinos de Alájar que conservan allí alguna vivienda heredada los que mantienen las típicas casas de la aldea e, incluso, algunas personas han comprado allí alguna para pasar los fines de semana, viviendas en las que es característico el contar con un horno para hacer el pan.
Entre sus construcciones comunes conserva dos fuentes y la iglesia de Los Madroñeros, del siglo XIV y dedicada en honor a la Virgen de la Salud.
Para finalizar este recorrido por los pueblos abandonados de la provincia de Huelva nos quedamos en la comarca del Condado de Huelva, donde Ignacio Garzón recopila varios emplazamientos, como son Gelorauz (Hinojos), en Chucena, Alcalá de la Alameda -de la que sólo se conserva la iglesia- y Purchena -analizada en el artículo ‘La alquería de Purchena (Chucena)’, de Juan Aurelio Pérez Macías y Leonardo Serrano Pichardo- o los numerosos asentamientos rurales islámicos y postislámicos del término municipal de Niebla.
Mención aparte en la zona merece los yacimientos de Tejada la Vieja (entre los siglos IX-IV a.C.), y el de Tejada la Nueva (desde el siglo IV a.C. hasta la Edad Media), situados en Escacena y Paterna del Campo, un rico enclave arqueológico que nos permite demostrar que el abandono de núcleos urbanos no es un fenómeno contemporáneo, sino que ha ido sucediendo a lo largo de la historia, en la mayoría de las ocasiones por motivaciones económicas. En este caso, tras el abandono de Tejada la Vieja por la decadencia del comercio mineral, la población se traslada hacia un lugar con mejores condiciones para las prácticas agropecuarias y con mejor ubicación con respecto al circuito comercial. Posteriormente, también Tejada la Nueva fue abandonada, quedando en la actualidad las ruinas de un recinto amurallado almohade como muestra de su ocupación en la Edad Media.
El caso contrario de estos casos parece encontrarse en El Calabacino, un lugar de la Sierra que ha pasado de estar abandonado a contar con una población censada que alcanza los 230 habitantes. Situado en el término municipal de Alájar, El Calabacino es conocido por el triunfo de una nueva forma de vivir. Y es que sus habitantes han decidido apostar por una vida totalmente natural. Para comenzar, el acceso a la aldea tan sólo puede realizarse a pie, ya que prefieren que no haya vehículos circulando por las calles. Es más. El Calabacino es hoy por hoy uno de los pocos ejemplos existentes en Andalucía de las conocidas como ‘ecoaldeas’. Sus vecinos tienen la filosofía de preservar la naturaleza en estado puro. Así, en este rincón de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche se apuesta por la sostenibilidad de los recursos, la ecología y la máxima autosuficiencia posible.
Una repoblación que también se está registrando en otros puntos de la Sierra, como sucede con el caso de La Juliana, a pesar de ser una de las primeras aldeas en sufrir las consecuencias de la crisis minera en la década de los sesenta y que incluso tiene su propia página web para dar cuenta de la actividad de sus vecinos, donde solicitan al Ayuntamiento de Almonaster la Real que aporte mayores dotaciones a la zona: https://www.facebook.com/La-Juliana-Huelva-755160067866994/ Una tendencia actual en contrapunto con el éxodo rural de otras décadas pasadas.
Y lo mismo ha venido sucediendo con algunos poblados mineros, como el Puerto de la Laja, Santa Isabel o la Mina Santa Catalina, que han visto reconstruir numerosas viviendas a las que incluso se les ha otorgado dotaciones que la hacen más habitables, como la luz y el agua. Como ejemplo podemos citar Puerto de Laja, cuyos orígenes se remontan a finales de la década de los ochenta del siglo XIX, después de construirse el ferrocarril que iba desde Cabezas del Pasto. Situada en la margen derecha del río Guadiana, la zona empezó a despoblarse a partir de 1966, estando inmerso en la actualidad en un proyecto de rehabilitación de la zona con fines turísticos.
Son una muestra de que todos los lugares tienen la posibilidad de vivir una segunda oportunidad. El turismo rural parece ser una de las opciones más viables y apetecibles para estos rincones que cuentan con muchos atractivos. Además, la moda de la vuelta al campo también promete dar mucha vida a estos enclaves que han quedado dormidos, al menos durante unos años. Su futuro está por escribir.
21 comentarios en «Los pueblos abandonados de la provincia de Huelva que un día hicieron historia»
Un gran artículo, muy bien documentado…
Enhorabuena por el artículo. He disfrutado muchísimo leyéndolo. Sabía y he estado en alguna de ellas, pero queda claro que hay muchísimas más de las que creía.
Precioso artículo Mari Paz
Muy buen articulo, que requiere mucha investigación. Flicidades.
A raíz del encuentro de los Nayeros, se creó Asociación Nayeros y venimos teniendo un encuentro anual en los terrenos de nuestra Aldea. Actualmente tenemos permiso de Fundación Rio Tinto, propietarios de los terrenos, para poder construir nuestra sede en la Aldea. Este año tendrá lugar el encuentro el 18 de septiembre.
Un buen artículo. Gracias por el estudio de investigación realizado y porque consigue mantener vivo esas poblaciones con las que algunos nos sentimos identificados y vinculados.
Las administraciones deberían implicarse en la lucha por la supervivencia de algunos núcleos mencionados como es el caso de la Juliana, En recuperar los caminos cortados con alambradas, Caminos que la une con Almonaster. Agradecemos este tipo de trabajos ya que nos mantiene vivos. Muchas gracias.
La aldea de Aonaster la Juliana nunca ha estado deshabitada, otra cosa es que al ayto de Aonaster hace años no le interesara reconocerla debido al escaso numero de habitantes.Tanto es así que sus moradores pagan sus impuestos por las viviendas, pese a no recibir ningún beneficio al respecto y votan en las elecciones como vecinos de allí pese a no estar rwconocida
Muy buen articulo pero algunos no fueron abandonados sino destruidos y prohibido hacercarse como es El Mustio destruido su mayor parte y es una gran pena y todo por la protección del buitre ……
Genial trabajo de bucear en artículos y libros.
Una única pega: La Juliana que yo sepa nunca ha estado abandonada, una amiga mía tiene allí casa y los fines de semana siempre hay gente en la aldea. Otra cosa es que no tenga habitantes censados.
Magnífico trabajo. Me lo guardo en nuestra documentación fiable.
Bravo Mari Paz.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Me alegro que os guste el reportaje. Un placer recuperar parte de la historia de Huelva.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Me alegro que os guste el reportaje. Un placer recuperar parte de la historia de Huelva.
Mari Paz, increíble trabajo, que me ha hecho conocer más nuestra provincia. Enhorabuena, puedes estar satisfecha. Un cariñoso saludo
Muy interesante el artículo, pero quería hacerle llegar datos sobre una aldea yerma en el término de Paterna del Campo, «La chozas del tío Lorenzo», denominada en el siglo XVIII «Villanueva de Sevilla», lugar donde 200 vecinos de Valverde del Camino, solicitaron a Sevilla la creación de esta población.
Y otra cuestión, vengo observando en diferentes artículos sobre estos temas que se colocan fotos de las murallas de Tejada la Nueva y se especifican en término de Escacena del Campo, cosa errónea ya que las murallas y todo el recinto histórico de ciudad romana y medieval, están en término de Paterna de Campo. Aunque creo que lo mas correcto sería nombrarla en «Escacena y Paterna del Campo» ya que entre ambos términos se dividen dicha ciudad.
Si necesitan mas aclaraciones, estoy a vuestra disposición.
Otra población desaparecida el la llamada CASTILDOSTIA, la antigua OSTUR romana, entre los términos de Manzanilla, Villalba del Alcor y Paterna del Campo. Muy interesante.
Magnífico trabajo con una investigación minuciosa y muy bien transmitida. Lo guardo en mi archivo histórico sobre Huelva. Felicidades.
En el Condado tambien hay uno abandonado y en abandono:
https://huelvabuenasnoticias.com/2016/07/27/el-poblado-de-cabezudos-un-mundo-que-se-hunde/
Hola a todos, llevo buscando información sobre una aldeita llamada Serpos, hace 20 años la encontramos por casualidad estando de acampada y nos llamó mucho la atención, si alguien supiera algo sobre la historia de esa aldea agradecería mucho que la contara. Muchas gracias.
Hola, yo soy nieta de un onubense, nacido en una aldea llamada Nacimiento del agua, y me gustaría si alguien me puede decir dónde estaba? Gracias
Maravilloso, a conocer esta dura y hermosa tierra
Hola,muchas gracias por el gran trabajo elaborado,mi padre era de Alajar,y un primo mio vivio mucho tiempo en el Calabazín,que por entonces la conocíamos como la aldea de los hipiies nudistas..ajaja.. ahora no se como viven,pero me trajo a la memoria mi niñez todo lo que e leído,felicidades