Redacción. La Palma ha honrado y venerado la figura de Manuel Siurot en incontables ocasiones, pero pocas veces se habrá sentido la presencia casi real del ilustre palmerino como en la lectura escenificada llevada a cabo por Diego Vázquez del discurso que pronunciara en Sevilla en 1916 con motivo del tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes.
El actor de Platalea, empresa que se está encargando de los itinerarios históricos y literarios por La Palma, fue capaz de emocionar al público presente en el acto, haciendo suyo un discurso que debería formar parte por derecho propio de los más avanzados estudios sobre la inmortal obra de Cervantes El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha.
Este evento, organizado por la concejalía de Turismo y Cultura, contó con la presencia del alcalde de La Palma, Manuel García Félix, la concejala de turismo, Mónica Dorado y las nietas de Manuel Siurot.
La profundidad filológica y filosófica del discurso pronunciado por Siurot nos da cierta idea de su gran altura intelectual y humana. Presenta en 1916, con un imperio español ya totalmente mermado, una visión de El Quijote como el reflejo fiel de la historia de España. El personaje cervantino representaría a la patria, una nación que pasa con el transcurso de los siglos de la gloria más excelsa al envilecimiento y la locura.
Hay una parte en el discurso muy interesante en la que aflora claramente el Manuel Siurot maestro. Cuenta una anécdota de cómo sus alumnos le inquieren acerca de la guerra, sorprendidos de que la ensalce a veces siendo su discurso habitual en pro de la paz.
El análisis que hace de la decadencia del imperio español como consecuencia del enriquecimiento sin medida a través del oro de las colonias americanas no tiene desperdicio, además de ser totalmente extrapolable a la sociedad actual.
Al hilo de lo anterior, habla de un Don Quijote sano y vigoroso que fragua el mayor imperio conocido y de un Don Quijote enfermo y enloquecido por la progresiva desintegración moral de la patria.
La relación de Cervantes con la ciudad de Sevilla es fundamental en su obra, y esto es bien comprendido por Siurot que es a su vez un enamorado de la ciudad hispalense.
Se trata pues de un discurso lleno de honroso y sano patriotismo, sin complejos y sin caer en el nacionalismo rancio y confrontador que divide las sociedades. Según Siurot, que Don Quijote recupere la cordura depende del comportamiento moral y cívico de los españoles.