Rosa Mora / Ana Rodríguez. Ya están de vuelta. Los nueve onubenses que han cruzado el desierto de Marruecos para llevar material a centros educativos del país africano regresaron hace unas semanas a sus casas con el maletero vacío y la mente llena de recuerdos y vivencias que a muchos ha cambiado su manera de concebir la vida.
Los cinco coches modelo Panda procedentes de nuestra provincia que han participado este año en la Panda Raid, un rally amateur de larga distancia -3.000 kilómetros- que se celebra anualmente en el mes de marzo y que consiste en cruzar Marruecos de norte a sur y de este a oeste, estaban ocupados por Francisco Javier Biedma (Lepe), Javier González, Daniel Ramos (Niebla), Fernando Carlos López (Almonte), Daniel Flores (La Palma del Condado), Javier López, Julio Rafael Moreno (Nerva), Carlos Contreras y Óscar Bonaque (Huelva), además del valenciano Toni Novo, que ha sido el acompañante de uno de los onubenses.
La aventura que han vivido todos ellos arrancó el pasado 6 de marzo en el Puerto de Algeciras, donde embarcaron para poner rumbo a Tánger e iniciar allí la primera etapa de la carrera solidaria en la que, como condición para participar, había que portar en los coches al menos 20 kilos de material escolar.
Durante los días de carrera, las etapas comenzaban entre las 7.30 y las 9.30 horas, recorriendo una media de 300 kilómetros por cada una de ellas, siendo la mas corta de 150 y la más larga de 400 km.
Francisco Javier Biedma, uno de los participantes onubenses, relata que cada día, a las 21.00 horas, tenían una reunión de ‘Briefing’, es decir, una charla en la que les comentaban los detalles sobre la etapa siguiente, por si había cambios motivados por las condiciones climáticas en el desierto.
Como narra el lepero, «la primera etapa dormimos en pleno Atlas, donde llegamos a tener unos -10 grados durante la noche. A la mañana siguiente era un paisaje algo extraño, ya que aunque estábamos en el desierto ¡estaba todo nevado! Durante la segunda etapa, subiendo un puerto de montaña, nos paramos a ayudar a uno de nuestros paisanos y por ello nos quedamos fuera de tiempo para poder completar una parte de la etapa en la cual debíamos estar a una hora en concreto. Sin luz era muy peligroso hacerlo, así que mi compañero y yo tomamos una ruta alternativa y nos adentrarnos en las entrañas de Marruecos, aquellas que no te enseñan en revistas de viajes. Recorrimos casi 100 km atravesando aldeas de nómadas y pastores de la zona, repartiendo entre los niños de estos poblados parte del material que debíamos dejar el día siguiente en el colegio (llevábamos bastantes kilos más de los 20 obligatorios, 75 en total incluyendo material sanitario). Fue entonces cuando no pude contener tantas emociones y sensaciones al ver a esas criaturitas indefensas acercarse con cierta timidez para que les diéramos cualquier cosa«.
La tercera etapa fue para muchos la esperada, ya que tras haber recorrido ya unos 1.000 km llegaron al colegio donde tenían que dejar el material escolar y participaron además en actividades que les tenían preparadas a todos los participantes. «Los peques del cole nos obsequiaron con un dibujo. Es curioso, preferían un lápiz antes que un coche de juguete, es decir, sus ganas de formarse son enormes.Ver la cara de felicidad de ellos fue, sin duda, la meta de este Raid para nosotros», afirma Biedma.
Pero aún tenían por delante cuatro largas etapas, en las que ríos de arena, lagos secos, pistas interminables, temperaturas de hasta 42 grados y mucha orientación de brújula les iban a dar muchos quebraderos de cabeza, que se sumaban al agotamiento físico acumulado durante tantas jornadas. El séptimo día llegaron a Marrakech, donde durmieron en un hotel y pudieron darse una buena ducha. Al día siguiente tocaba la etapa más dura, ya fuera de competición, la vuelta a casa.
De esta experiencia, Francisco Javier Biedma destaca que le ha impactado dormir en pleno desierto -«era como hacerlo dentro de un planetario»-, ver atardecer desde la cima más alta de Marruecos, pero, sobre todo, se quedó petrificado cuando vio a una niña de unos dos años sola y alejada de cualquier poblado en medio de un lago seco de unos 100 km2: «pedía agua y comida. Me derrumbé y no pude contenerme. Fue algo que nunca pensé que me pasaría o vería con mis propios ojos y más siendo padre».
La carrera se desenvolvió entre fuertes medidas de seguridad, involucrándose en la misma la Policía marroquí y el Ejército, que vigilaba el perímetro de los campamentos. Además, la población, asegura el lepero, les ha tratado como reyes, un motivo más para volver, pues ya piensa en repetir el próximo año, en la novena edición de la Panda Raid, con el reto de cargar con más material que este 2016.
En suma, Biedma recomienda a todo el mundo vivir una experiencia así, pues es un viaje que te marca, «sólo sentir cómo florecen sensaciones que tenías aletargadas desde hace años, ya es bastante. Pero además aprendes a valorar las cosas de otra manera y a dar importancia a lo que realmente merece la pena, a saber que podemos ser mejores personas con menos cosas de las que tenemos. Me ha enseñado a dar sin necesidad de recibir y a amar mucho más a mis hijos y esposa«.
E inolvidable ha sido también la experiencia vivida por los onubenses Carlos Contreras y Óscar Bonaque. Sabían a lo que se enfrentaban puesto que ésta ha sido la segunda participación de los jóvenes en el Panda Raid, y el balance que hacen «no puede ser más positivo». «Ya conocemos la prueba, así que nuestro objetivo este año es disfrutar al máximo de ella», éstas eran las declaraciones que realizaban a Huelva Buenas Noticias antes de que la cita diera comienzo, y una vez finalizada concluimos que han cumplido su objetivo con creces.
A bordo de un Seat Marbella, vehículo que ya les acompañó el pasado año, la pareja de amigos ha recorrido los más de 3.000 kilómetros por pistas de montaña y zonas desérticas desafiando unas condiciones climatológicas marcadas por un «contraste extremo». En este sentido, nos enseñan orgullosos asombrosas imágenes en las que la nieve era la protagonista de algunas de las etapas.
Mucho se llevan los onubenses de su participación en esta prueba que aúna motor y solidaridad pero, por encima de todo, destacan la satisfacción de haber contribuido a mejorar la calidad de vida de muchos jóvenes de Marruecos que recibían los materiales donados como si de valiosos tesoros se trataran.