Ramón Llanes. Disimulan los feroces sus garras afiladas para el combate, los calvos disimulan la calvicie, el capitalismo salvaje actual disimula sus consecuencias, el tímido se auto disimula, los amantes disimulan estar enamorados y esconden sus deseos y desaparecen de la luz y se siguen amando, los políticos intentan disimular sus errores y lo consiguen durante un tiempo hasta que la voracidad del siguiente político le descubre un pastel mayor incluso que el estimado; la democracia disimula sus manchas y sus imperfecciones, se amedrenta del poder y del pueblo, asume menos responsabilidades de las establecidas, corretea por los charcos donde se pudre la dignidad y deja de ser democracia muchos ratos dando paso a floripondios extraños que en nada se le parecen; la vida disimula su dolor, casi incapaz de entender que es solo una materia imperdurable, vulnerable y frágil sometida a la continua amenaza de la muerte; los hombres son los expertos en disimulos, en ocultar lo que saben, lo que sienten, lo que hacen, propiciando a los demás una apariencia distinta de la real a fin de conseguir mayor relevancia social, mayor rédito público o mejor aceptación general. El disimulo es un arma amable de común utilidad que solventa grandes compromisos, evita otros y se consagra como un acto sin aserto delictivo ni reproche personal.
Como institución conceptual admirada debe su prolífico uso a otra institución llamada picaresca a través de las cuales- de estas dos-, solo a la pretensión de aparentar, olvidar, conceder indulgencia, plasmar tolerancia o engañar, limitan sus metas. Es sin embargo el disimulo un notorio componente de la mentira que en asuntos nimios pasa desapercibido pero influye en el desarrollo de las sociedades en temas de trascendencia. No tendrá repercusión disimular una mirada, un sueño o una soledad pero no será de recibo aceptar el disimulo de una tragedia, una felonía cometida por gobernantes o cualquiera de los maltratos sociales que se llevan a cabo incumpliendo la carta magna para cubrirse en grandezas sus actores. No apostamos, desde la razón, por disimulos nocivos que dejan una malvada huella en los pueblos. Acaso, mejor la verdad, siempre.