Ramón Llanes. Preparar los decibelios y la correspondencia de calma para soportar hasta otro devenir el acontecimiento del nuevo anhelo. La majestuosidad de la convulsión en naturaleza y sociedad impone ese ritmo apasionado preciso en la dinámica e imprescindible en los instantes, el cambio de sucesos, cada empuje, la evitación de la decadencia, la actitud de rehacer pronósticos, la posición de un alerta constante, el todo de atención a nosotros mismos, en ello se dispone un alegato al inconformismo que capacita para el perenne quehacer.
Acabó un sueño, se hizo realidad para unos, sucumbió para otros, se notó el eclipse del viernes, amainó la tormenta, el universo hizo su trabajo en esta parte trasera de la atmósfera y la conciencia libró su envite en su particular crucigrama de aciertos. Ahora es otro tiempo que tiene otros márgenes, que genera otro ilusionante proyecto sin que sea conveniente –dice la psicología- esperar detrás de la puerta el silencio del alba y siendo adecuado sorprenderle, cargarle de esperanzas, formar ritos cómplices para la carga posterior.
Que ha de llegar del pensamiento el preámbulo a la práctica activa del vivir sin parada de destino ni aceite para los pies cansados ni protección para el alma, solo permutando los sueños cumplidos por sueños por cumplir, sin el acomodamiento a la docilidad y presto el sentido al desasosiego que impone el derecho a la felicidad.