Ramón Llanes. Sin ganas de aparentar que el viernes convierte los nudos en esperanzas, sin especiales compromisos que invadan todo el tiempo que se aposenta en el horizonte, sin calor en la sangre capaz de recalentar los huesos tan enfriados por este tiempo, sin demasiadas opciones para diseñar el viaje de mi vida, sin pelos en la lengua que me domestiquen los improperios de algunas veces, sin solemnidad para soportar una homilía de domingo, sin tolerancia suficiente para escuchar las constantes falsas promesas de algunos políticos, sin agallas para excluir de mi ámbito a quienes no me enriquecen, sin apenas alternativas para aceptar demagogias baratas, sin pulso ardiente como para creer que el paso del tiempo es un simulacro de la realidad.
Pero sí con ganas de seguir formulando ideas de convivencia, con las esperanzas puestas en los ojos de las gentes, con la benevolencia para atender razones, con generosidad para entregar todo lo que dé tiempo. Incluso queda un grito de ánimo para alentar a los pueblos que se mueven en andaduras de progreso.
Así, como quien dice, tenemos muchos gustos y suficientes medios humanos para seguir pensando que vivir es aún un sueño no descubierto.