José Luis Rúa. Han pasado unos días, parece casi una eternidad, desde la última vez que escuchaba atentamente las explicaciones de un protagonista, ya fuera pintor, poeta, músico o lo que usted quiera imaginarse, frente a un café y con un cuaderno cerca, por mi parte, y una atención especial más cerca todavía, también por mi parte. Y hoy, de nuevo, me siento frente a una mujer que es noticia estos días porque termina de presentar su primera obra, su primer libro, “Los que miran distinto”, 31 relatos cortos, 31 aventuras producto de su imaginación, 31 lección de buen hacer y buen saber. Me estoy refiriendo a Fátima Javier, Fati, como dice su hermano, el hombre que se expresa igualmente de fluido frente a un micrófono.
Fátima Javier cuenta a la velocidad del sonido, aquellas cosas que deben estar presentes en una conversación intensa como esta. Bueno más que conversación, monologo y además recuerda perfectamente que su primer relato lo escribió con 18 años, mes abajo mes arriba. “Es hora de soñar”, es su título y es el número catorce de esta primera publicación. Y además, fue primer premio en un certamen que convocó el ayuntamiento allá por mil novecientos noventa y tantos.
Y mientras Fátima va recordando, o reviviendo, o imaginando como a ella le gusta sumergirse, para luego escribir el relato, yo me la estoy imaginando en el escenario del Centro Cultural Casa Grande, modulando mucho más, recreándose aún más y disimulando los nervios muchísimo más todavía. Y el aforo del auditorio repleto de entusiastas y curiosos, de amigos, familiares y compañeros de trabajo ansiosos por empezar a leer esta primera obra, o esta primera entrega porque Fátima Javier está dando libertad a la imaginación para su nueva obra, seguro.
Ha tardado veinticinco años en publicar, en un libro y en una editorial importante, pero a Fátima Javier le hemos leído algunos de sus relatos en la añorada Gaceta de Ayamonte. Treinta y un relatos son los presentados. Me resulta difícil cuadrar la velocidad con la que habla y la velocidad con la que escribe con la lentitud en su publicación, pero quizás más de uno encuentre la respuesta rápido, Fátima tuvo que superar el miedo escénico de que el público tuviera acceso a sus relatos. Hoy ese miedo está superado, hoy los relatos ya no son suyos. Y así es como hoy, hemos podido tener acceso a la información de su secreto mejor guardado, la de su colección de relatos extraídos de la vida misma. Porque no son relatos vinculados entre sí, no guardan relación de parentesco, nada que ver los personajes, ni las historias ni siquiera las sensaciones o emociones de cada uno. Distinto incluso hasta el formato, con finales abiertos y otros cerrados, con personajes amables y cariñosos o malvados y tenebrosos. Con un lenguaje muchas veces claro y directo y otras, mas barroco cargado de adverbios o adjetivos. Así interpreta sus sueños, así da vida a su imaginación.
Y se nos va el tiempo pero esta mujer no cesa en su deseo de desvelar las entrañas de muchos de ellos. “El ser eterna”… que pasaría si nos quedáramos sin agua?. “La Baranda del cielo” ese triángulo amoroso que aparece cuando llegan los personajes al cielo. Y qué decir de “ La leyenda de José Capitán”, su bisabuelo metido a principios del siglo XIX como campesino y que de la noche a la mañana cambia su vida y da ocasión a pensar en todo : golpe de suerte, contrabando, robo o el hallazgo de un gran tesoro.
Y mientras ella habla y yo escucho, Helena, su hija de 8 años escucha y escribe. Seguro que dando forma sin saberlo al próximo relato de su madre. Y allá en la lejanía, Fernando, su marido, estará ilustrando los nuevos relatos que su mente está ya intuyendo, porque Fernando es el autor de las ilustraciones de cada uno de estos cortos, que quizás algún día se conviertan en largometrajes. Un matrimonio en lugar de con cifras y letras con letras y dibujos.
Se acaba la tarde, se nos escapan los minutos y como dice Fátima, “Había pagado el precio del olvido”. Felicidades amiga y vamos a por el segundo.