Mari Paz Díaz. Cuando hablamos de almadrabas todos pensamos en la captura del atún rojo que se produce en las costas gaditanas. Sin embargo, Huelva también ha tenido a lo largo de la historia una destacada presencia en esta técnica, puesto que existen evidencias de esta actividad económica en las costas suratlánticas de la Península Ibérica desde la época fenicia. Es cierto que son escasos los restos que se mantienen de aquella actividad que realizaron los onubenses de antaño. Pero recordar su importancia es también una fórmula de mantenerlos vivos y ayudar a su conservación.
Y es que Huelva también ha contado tradicionalmente con marineros dedicados a este arte que está destinado a la captura del atún. Así ha sido en poblados y barriadas de pescadores dedicados a la pesca artesanal, como Isla Canela, Punta del Moral, La Antilla, El Rompido, o en pueblos y ciudades con instalaciones portuarias e industriales, como Ayamonte, Isla Cristina, Lepe, Cartaya o Huelva, donde gran parte de la población costera ha estado y está íntimamente relacionada con la pesca, sin olvidar que muchos onubenses eran almadraberos que en ocasiones acudían a las almadrabas del Golfo de Cádiz.
El desarrollo de esta técnica que aprovecha la migración de atunes mediante el uso de redes parece desarrollarse cuando en el siglo XIX desaparecen las almadrabas que pertenecieron al Duque de Medina-Sidonia. Después, la gestión se aglutinó con la creación del Consorcio Nacional de Almadrabero, fundado en 1928, precisamente por un onubense, por el isleño Serafín Romeu Portas, primero con sede en Tarifa y, luego, en Isla Cristina.
Así se mantuvo hasta que el Consorcio se liquidó en enero de 1973, por lo que se cerraron las almadrabas de la provincia de Huelva. De hecho, en Isla Cristina se celebran cada año unas jornadas dirigidas a recuperar y poner en valor esta práctica, contando con la participación de capitanes de almadraba a nivel internacional. Su objetivo es poner de manifiesto que a lo largo de buena parte del siglo XX fueron numerosas las almadrabas caladas desde el Guadiana al Guadalquivir.
Hoy en día, las almadrabas han desaparecido del litoral onubense y, por tanto, gran parte de su patrimonio. Apenas queda nada de los reales y de las fábricas de salazón al servicio de las almadrabas de Reina Regente, Las Cabezas, Las Torres o La Cinta, por citar sólo algunos ejemplos.
El legado de las almadrabas se mantiene en la provincia de Huelva en manifestaciones como la gastronomía onubense, con múltiples platos con el atún como protagonista y, por supuesto, en las almadrabas, siendo la situada en Nueva Umbría (Lepe) su mayor hito. Un enclave que ha sido estudiado por Juan Manuel Ruiz Acevedo y José Antonio López González, autores de la publicación titulada La Almadraba de Nueva Umbría, editada por la Diputación Provincial de Huelva.
El Real de la Almadraba de Nueva Umbría está ubicado en el Paraje Natural del Río Piedras, en la Flecha de Nueva Umbría, en el término municipal de Lepe. Permaneció en activo desde 1929 -si bien existen evidencias de este tipo de pesca en la zona desde el siglo XVI- hasta 1963, año en que se ocupa por última vez el Real y se cala la almadraba.
El conjunto que componía el Real de la Almadraba de Nueva Umbría fue construido por el Consorcio Nacional Almadrabero junto a unas antiguas instalaciones, conocidas como el Real Viejo, pertenecientes a una antigua explotación pesquera ubicada en el mismo espacio desde finales del siglo XIX. Su producción se basaba en la extracción del atún rojo y, para ello, el trabajo se mantenía desde principios de febrero hasta finales de septiembre.
El Real está compuesto por diversos edificios que se articulaban en torno a tres espacios principales: la casa del capitán, la zona de trabajo y almacenamiento de enseres y el área de vivienda y servicios.
Se trata de un poblado almadrabero levantado expresamente para albergar a los marineros y sus familias implicados en la captura del atún a lo largo de la temporada de paso y retorno. Su ubicación aislada, en medio de la Flecha litoral de El Rompido, fuera de las actuaciones urbanísticas, parece que ha sido la causa de que todavía se conserven las casas de los almadraberos, la del capitán, los almacenes, el alquitranadero y el embarcadero. Su importancia actual radica en que es el último testimonio conservado del que fue el rico patrimonio cultural de la pesca del atún mediante almadraba en aguas onubenses.
Desde diversos sectores especialistas en materia de patrimonio se considera que es necesario y urgente que las administraciones públicas actúen a distintos niveles para su conservación. Así sucedía, por ejemplo, a finales del pasado año 2014 cuando la decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Huelva, Noemí Sanchís, con Juan Ruiz, representante de la Plataforma en defensa del Real de la Almadraba de Nueva Umbría, y el arquitecto José Enrique Román, firmaban la adhesión al Manifiesto que dicha plataforma propone para salvar este legado. Hay que recordar, además, que el pasado día 16 de octubre, el Parlamento de Andalucía aprobaba por unanimidad de todos los grupos políticos una proposición no de ley para la declaración del Real de Nueva Umbría como Bien de Interés Cultural (BIC).
Junto a esta almadraba situada frente a El Rompido, lugar que también tuvo un interesante pasado almadrabero como enclave estratégico para el Consorcio Nacional Almadrabero, existieron otras dependencias por la provincia, especialmente construidas a partir de principios del siglo XIX. Como recoge la Guía del patrimonio cultural de la pesca en Andalucía, editada por la Consejería de Agricultura y Pesca en 2011, a principios del XIX, los Duques de Medina Sidonia dejaban paso a una burguesía que se venía perfilando en el litoral onubense desde finales de la Edad Moderna vinculada a la pesca y a la industria conservera a la cual pertenecieron, sin duda, armadores que calaron sus artes almadraberos. Así sucede, por ejemplo, en aguas de Ayamonte con Antonio Feu Casanova, Narciso Navarro Jiménez o Vicente Pascual y Catalá.
La figura de Feu Casanova, hombre de negocios y armador ayamontino, fue un ejemplo especialmente destacado de esta participación de la burguesía de Ayamonte en las actividades pesqueras, ya que desde 1887 apostó, demostrando una mentalidad emprendedora e innovadora, por el fomento de la pesca de la sardina en el litoral ayamontino, primero cuando trató de poner en funcionamiento la que se iba a llamar almadraba de Canela y, posteriormente, logrando calar con éxito la almadraba conocida como ‘Reina Regente’ -situada frente a la Punta de Afuera. No cesó ahí su interés y, en 1902, consiguió el arrendamiento de la almadraba de las Cabecillas. Además, en las proximidades de Ayamonte se calaban distintas almadrabas: Las Cabezas, Reina Regente, La Tuta, El Terrón.
En la vecina Isla Cristina también existió una prestigiosa cultura en torno a las almadrabas y al atún. La primera almadraba de la que se conoce que se armara en estas costas es la denominada “de la Tuta”, cuyo derecho a calamento fue concedido a Alonso Pérez de Guzmán el Bueno en 1239 por el rey Sancho IV el Bravo, pasando en 1291 a ser un privilegio exclusivo de la casa de Medina Sidonia. Hasta la década de 1880, la industria de la pesca de atunes permaneció sin apenas cambios y en cierta decadencia, debido a que la elaboración se basaba fundamentalmente en el salazón y la producción era muy superior a la demandada, lo cual provocaba la caída de los precios de materia prima.
La instalación de las primeras fábricas de conservas en lata en Villa Real, Ayamonte e Isla Cristina desde 1884 trajo como consecuencia inmediata el relanzamiento de la ancestral actividad almadrabera, tanto en el Algarve como en el Golfo de Cádiz. Se conoce la existencia, en aquella época, de cuatro almadrabas en el litoral onubense: Las Cabezas (Isla Cristina), La Tuta (en su antiguo emplazamiento), El Terrón (en la playa de Nueva Umbría) y Punta Umbría (frente a la torre de Umbría), sin olvidar la enorme tradición almadrabera de El Rompido.
Todas ellas son una prueba evidente de la importancia cultural y económica que las antiguas almadrabas tuvieron en la provincia de Huelva, ya que existió un buen número de ellas, como sucedió en toda la influencia del Golfo de Cádiz, especialmente a partir del siglo XIX. Es cierto que, en la actualidad, esta actividad ha desaparecido, pero recordarla es también una forma de mantener viva una tradición que fue el sustento de un buen número de familias onubenses durante décadas.
1 comentario en «Las antiguas almadrabas de la provincia de Huelva»
Me encanto este documento,espero que algún día se restauren algunas delas almadrabas y se puedan visitar como algo turístico.