Mari Paz Díaz. Joaquín Sorolla inmortalizó la pesca del atún de Ayamonte en su conocido cuadro ‘La Pesca’. Se trata de una escena costumbrista del pueblo de Ayamonte en Huelva, pintada en el año 1919. En la obra, también llamada ‘Ayamonte y la pesca del atún’, se aprecia los pescadores faenando el atún que acaban de extraer del mar.
Una obra de carácter universal, que ha traspasado fronteras al encontrarse en Nueva York. Y es que este cuadro pertenece a una colección de catorce murales, que fueron encargadas para la Hispanic Society of America, conocidas como ‘Visión de España’. Los cuadros, realizadas entre 1913 y 1919, representaban escenas características de diversas provincias tanto españolas como portuguesas.
Y no es casual que Sorolla pintara en 1919 su visión de la pesca del atún en Ayamonte. Porque la pesca ha estado presente en la localidad fronteriza a lo largo de toda la historia.
Según recoge la directora del Archivo Municipal de Ayamonte, María Antonia Moreno Flores, esta actividad registró un incremento en el siglo XVI, cuando Ayamonte vio surgir un segundo barrio situado en los márgenes del río, conocido como La Ribera, dedicado principalmente a la actividad pesquera. A partir de entonces, la pesca y la transformación de esta materia prima estarían presentes en la vida del municipio.
Un estudio realizado por esta historiadora, que cuenta con un enorme interés, de ahí que hayamos querido hacernos eco del mismo. Un recorrido por la historia de la almadraba ayamontina, desde tiempos remotos hasta prácticamente la actualidad.
«Habrá que esperar al siglo XVIII, cuando la ciudad y su término, dueños de un caladero generoso protagonizasen la llegada de pescadores procedentes del Levante, principalmente de Cataluña, dedicados a la captura y salazón del pescado, introductores de nuevas artes de pesca y, sobre todo, de nuevos mercados. La presencia de estas compañías activó el tradicional comercio sardinero», según recoge Moreno Flores.
Es el Padre Miravent quien recoge en sus Memorias que en la Isla de la Higuerita y en Ayamonte durante la primera mitad del siglo XVIII existieron algunas fábricas de saladura y espicha, junto a otras instaladas de instaladas de forma provisional por los catalanes y valencianos en las playas de Montegordo y Cabezas.
Sin embargo, estas fábricas se vieron afectadas por el Terremoto de Lisboa de 1755, por lo que tras el seísmo las compañías del Levante decidieron establecerse en la Playa de Isla de la Higuerita.
Por su parte, en Ayamonte, se pescaba principalmente la sardina y el atún, especies que contaban con una gran tradición, puesto que ya en tiempos de los Duques de Medina Sidonia se calaban almadrabas en las costas ayamontinas.
Posteriormente, llegó la liberalización de esta actividad, con la anulación de los derechos de los duques de Medina Sidonia, lo que supuso un desarrollo de las almadrabas de atún y sardinas, una actividad muy propicia para las aguas bravas ayamontinas. Este hecho supuso que la burguesía local se dedicara a la explotación de los recursos del mar, como sucedió con Antonio Feu Casanova, Narciso Navarro Jiménez o Vicente Pascual y Catalá, armadores del siglo XIX, que impulsaron almadrabas como la de la Mojarra, Las Cabecillas, Canela o Reina Regente, tal y como expone la responsable del Archivo Municipal de Ayamonte.
Todo ello puso de manifiesto el desarrollo de la industria salazonera y conservera en Ayamonte, que había aprendido un oficio implantado en la zona por comerciantes levantinos y catalanes. Un florecimiento que se vio favorecido por la vigencia del Tratado con Portugal (1893 – 1912), que permitía la libre importación de pescado desde el país vecino.
Entre los pioneros del sector ayamontino se encontraron José Garcés Florete, que construyó un almacén dedicado a la industria del salazón, un establecimiento que sería alquilado por otros empresarios que posteriormente fundarían sus propias empresas, como los hermanos Feu, miembros de una de las familias más importantes del negocio salazonero y conservero en Ayamonte. Su padre, el catalán afincado en La Higuerita y después avecindado en Ayamonte, Pedro Feu Blanc, impulsor del negocio de salazón a inicios del siglo XIX.
Con todo, a principios del siglo XX, Ayamonte era un municipio rico, que contaba con 24 fábricas de salazón en 1911. Según María Antonia Moreno, «de ellas, una estaba dedicada al escabeche, cinco eran de salazón, situadas todas en el Muelle de Poniente y 8 de conservas –6 de ellas también en el Muelle de Poniente, exceptuando la de Antonio Concepción Valero o la de Salvador Narváez Palacios ubicadas en plaza Ramírez y calle del ruido. Finalmente, junto a ellas aparecían 7 industrias de envases y 3 de guano».
El fin del tratado con Portugal cambió la situación ante la disminución de pescado, pero otros hechos favorecieron el desarrollo del sector, como el incremento de la exportación durante la I Guerra Mundial. Con ello, entre 1924 y 1925, el número de fábricas había aumentado en Ayamonte, como se podía comprobar en la prensa local de la época, donde era muy habitual encontrar anuncios de las factorías de salazón y conserva, así como secciones dedicadas a la pesca y el mar.
Con los años, especialmente a partir de los años sesenta, tanto en Ayamonte como en Isla Cristina hubo varios pequeños almacenes dedicados a la salazón de atún, sobre todo, la mojama. Un producto muy apreciado en el mercado por su sabor y calidad, que ha permitido no sólo que no haya desaparecido la industria salazonera en Ayamonte, sino que sea una de sus señas de identidad, junto a sus empresas conserveras. ¿Gustan?