Sapiensity / @Sapiensity. La vida que compartimos, que aglutina mil y una formas en las que interactuamos entre nosotros y con el “exterior”, es la que, sin duda, se presta al movimiento continuo. Según qué culturas, el movimiento, la incertidumbre, la apuesta, el riesgo y otras muchas variables intrínsecas son las claves de la evolución o la involución. Sea cual fuera la del lector que nos lee, la sociedad actual-global arrasa con todo, ¡no espera!
De todo ésto se deduce que las actuales carencias intelectuales sobre el devenir, que apuntaba el mismo Heráclito, nos incomoden tanto y nos empujen/obliguen a reflexionar sobre eso de “salir de la zona de confort”, “autoemplearse y asumir riesgos”, “miedo y resistencia al cambio”, etc… Pero es del todo cierto que muchas dinámicas que hasta hace pocos años eran las comúnmente reconocidas como “válidas” han dejado huérfanas a muchas personas de esa certidumbre sobre sus vidas, sus compromisos y responsabilidades.
Dicho lo anterior, desde la invitación a reflexionar, nos topamos una vez más con el concepto de movilidad. Ya casi todos los aspectos de la vida nos exigen, y todos nosotros nos hemos adaptados perfectamente, a disponer de terminales, gadgets u objetos que nos faciliten mil y una tareas mientras nos movemos. Se lee, se escribe, se escucha música, se paga la zona O.R.A, se reserva un restaurante, un hotel, una peli en el cine, se trabaja, se inmortaliza una puesta de sol y cientos de miles de acciones que ya dibujan nuestro día a día, casi sin darnos cuenta.
No podemos imaginarnos vivir sin los dispositivos móviles: es una realidad. Así como sin poder usar el ¡correo electrónico! Realmente, hoy día, y la industria de la tecnología y todas aquellas que marcan tendencias lo tienen muy claro, las personas, y me incluyo, casi exigimos la inmediatez y la rapidez en todos los servicios de los que somos usuarios. Nada puede esperar.
Si pensamos en el impacto que el uso del móvil tiene sobre las aulas inteligentes que están imperando en muchos colegios, institutos o universidades, comprenderemos la revolución social que viene produciéndose “en silencio”.
Actualmente, nos resulta familiar expresiones del tipo “organizaciones inteligentes», “empresas que aprenden“ o “gestión del conocimiento“. Como suele ocurrir, y al principio se apuntaba, algunas sociedades y culturas, digieren, proyectan o vertebran mejor que otras estos cambios profundos. De hecho, los japoneses, por ejemplo, se refieren más bien a “organizaciones que generan conocimiento“. Por referirnos a un matiz que me llamó la atención el otro día, ¨los del Norte de Europa siempre han potenciado la importancia de compartir y cooperar; siendo por contra, un handicap y un reto aún hoy para culturas, como la nuestra, del Sur de Europa, que preferimos “adoctrinar” a nuestros hijos sobre la importancia de la defensa y custodia de lo que se tiene». Todos estos rasgos sociológicos invitan a pensar que la tecnología, las ciudades y las personas estamos destinados a tener que apechugar con lo que heredamos. El reto, es por tanto, cambiar el paso, nuestros paradigmas, revelarnos ante la insidia y liderar cambios.
El cambio al que hago referencia debía haberse gestado en el seno de nuestro “mundo” educativo, pero desgraciadamente pasó de largo a educadores, pedagogos, psicólogos académicos y gestores, en general.
Con buen criterio se escuchan muchas voces sobre el autoempleo a través de un ejercicio profesional o de la creación de una empresa, lo cual nos convierte en empresario, o sea, dueño de nuestro destino. Es en este momento en el que la toma de decisiones y la formación previa del individuo hace ascuas porque el entorno educativo adolece de espacios donde se prime el mérito, las competencias o el rigor.
Creo que es el momento de tomar nota de lo que funciona en nuestro entorno inmediato y de lo que nos rodea. La tecnología nos permite y facilita todo ésto y debemos, sobre todo, las generaciones jóvenes, no perder de vista el entorno global y las tendencias, que siempre terminan llegando.
La idea de inteligencia empresarial no tiene que ver con el beneficio económico, sino con la forma de fomentar el talento dentro de una organización.
Todas las instituciones sociales –sean económicas, educativas o investigadoras- tienen que funcionar en un mundo muy veloz, muy cambiante, de competencia globalizada y de vértigo, donde los conocimientos, las técnicas, los productos se generan cada vez con mayor rapidez, y en mayor número. Walt Disney Productions, por ejemplo, lanza un nuevo producto cada pocos minutos. En el campo matemático se demuestran cada año doscientos mil teoremas nuevos, hay más de dos mil especialidades matemáticas.
En tal situación, es preciso conseguir unas organizaciones que potencien y aprovechen el talento individual, que estimulen la creatividad personal.
Se llama ‘organización inteligente’ la que crea un entorno inteligente, en el que las inteligencias particulares se desarrollen con eficacia y brillantez. Lo consiguen por el modo de estar organizadas, por los hábitos de colaboración que establecen, por el clima estimulante, por el atractivo de un proyecto.
Comparto plenamente una frase que he leído recientemente: una institución inteligente es el resultado de:
talentos individuales + modos de colaboración + memoria compartida + clima de estímulo + buena dirección.
Toda esta tecnología acumulada, fruto del esfuerzo de empresas y administraciones, según muchos de los patrones a los que hacía referencia, viene dando sus frutos a lo largo y ancho de nuestro país actualmente.
En relación a la “Inteligencia Ambiental “, por ejemplo, los investigadores y profesionales de todos los sectores implicados analizan la idoneidad y ubicación de dispositivos de control conectados a sensores, e integrados en distintos elementos y lugares, que desvelarán los parámetros ambientales para establecer los criterios de confort más adecuados a las necesidades humanas para ese entorno.
Esta inteligencia (smart) supone un salto dimensional sobre el concepto de asistentes domésticos (domótica) que proporcionan actuaciones concretas y programadas por el usuario.
Se trata de una herramienta de aprendizaje que analiza, valora y establece cuáles son los patrones de comportamiento en función de los hábitos de la persona y del ambiente. De esta forma, el propio sistema genera, modifica, o anula las órdenes derivadas de comportamientos o ambientes cambiantes. Podemos presenciar constantemente que el objeto+entorno (target) es “ lo cambiante”.
Por tanto, la “inteligencia” no sólo genera estos patrones sino que determina si se cumplen o no en el futuro, y encadena así un autoaprendizaje continuo que evita los errores en las decisiones de ejecución, respetando el equilibrio entre las variables de confort, consumo, y las necesidades del habitante o habitantes.
Terminaremos como empezamos, con filosofía: “ La idea de que el mundo nos ofrece una realidad sometida al cambio no es original de Heráclito: a todos los pensadores presocrácticos les impresionó dicha observación. Las afirmaciones de que «todo fluye» y «no se puede bañar uno dos veces en el mismo río» se las atribuye Platón libremente en sus diálogos, sugiriendo la correspondiente consecuencia: «nada permanece«. Es probable que Heráclito insistiera en la universalidad del cambio más que sus predecesores pero, por los fragmentos que conservamos de su obra, lo hacía aún más en la idea de la medida inherente al cambio, en la estabilidad subsistente».
Links de interés:
http://www.fundacion.telefonica.com/es/arte_cultura/publicaciones/detalle/257
http://www.fundacion.telefonica.com/es/arte_cultura/publicaciones/detalle/185
http://www.fastcompany.com/37229/leader-future
http://blog.mimio.com/education-is-going-mobile-infographic-of-mobile-trends-in-the-classroom