(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
Riotinto es un nombre mítico, por su historia, por su origen, por sus colores y por la herencia inglesa de su realidad. Se unen en su aire sabores de dos culturas que coexistieron sin mezclarse y se miraron sin entenderse. Dos recipientes con distintos mitos, que han dejado un mito común: Una historia increíble, adornada de colores irreales.
Eso es Riotinto, historia y color, que pintaron dos realidades que no se mezclaron. Pero que han dejado sus huellas sociales, afortunadamente, en muestras que hoy nos permiten el orgullo de quienes hemos heredado la tierra y las costumbres.
En Riotinto permanecen muy vivos los recuerdos, incluso en quienes no vivieron lo recordado. La historia de Riotinto es como una imagen que se va pasando de generación en generación, como el que hereda una propiedad entrañable. En Riotinto permanecen la cultura inglesa y el profundo sentir del obrero que sabe que su vida depende de una realidad que no puede controlar. En Riotinto se puede charlar con quienes casi olvidaron el sufrir de la corta y con quienes lo tienen como propio de tanto oír hablar de ella.
Por eso Riotinto es un lugar en el que uno siente un mundo diferente, en el que se encuentra realidades inimaginables de sentimientos, colores y hábitos.
Basta con entrar en cualquiera de los Casinos que mantienen en sus paredes el sabor de hace un siglo. Uno entra en ellos y parece que inicia un cambio de realidad, para adentrarse en otra dimensión temporal.
Riotinto, como todos los pueblos mineros, es una anarquía urbanística, provocada por la necesidad que en estos lugares existe, de tener a los obreros cerca del lugar de trabajo. Y como los filones están en diversos sitios, los poblados se ubican en diferentes lugares, generando así un curioso y belenístico paisaje rural.
Así surgen los poblados mineros de La Dehesa, El Valle, El Alto de la Mesa, la Naya,… Y otros que fueron engullidos por la voracidad de las escorias.
En algunos de estos poblados, en sus actuales ubicaciones, existen casinos mineros, que conservan el aroma de los que allí surgieron. Y sus socios son aquellos mineros que tomaban la maguara en ellos antes de ir a la corta y jugaban una partida al regresar, una vez lavada la cara de la sucia marca de la mina.
Pero hoy los socios son también los hijos, los hermanos menores, de aquellos que iniciaron la andadura histórica de estas joyas. Y siguen pensando en clave de corta, jugando con las mismas fichas y sufriendo en silencio con los mismos recuerdos.
Es curioso que en Riotinto existe un sentimiento paradójico que no está en ningún manual de psicología: La pena honda del sufrimiento minero y el orgullo de serlo. No es fácil entenderlo, pero sería extraño que no fuera así. A veces es necesario un sufrimiento irremediable, para que nazca un orgullo de estirpe.
Por eso en Riotinto permanecen vivos tres casinos mineros, que nos hacen regresar por momentos a otros días. Tres casinos, que mantienen viva esa estirpe. Tres casinos que se dispersan por entre los barrios mineros, como antes.
El Valle, barrio que nace empujado por la necesidad de espacio de los escoriales del primitivo pueblo, tiene su Casino, el Círculo Recreativo La Peña, que ocupa una sede de indiscutible aspecto obrero, blanca y entre casas, con terraza que se luce en verano con la presencia de socios que le son fieles.
Allí se juegan las partidas tras unos cristales que protegen del resto del mundo, como debe ser en estas tareas del placer sobre el mármol. O sobre el tapete, que también tiene su enjundia. Y un salón modesto, en el que a veces se ven rostros que conservan la inequívoca pertenencia a una clase obrera de tiempos en los que en Riotinto había trabajo para todos.
Salir de allí y bajar un centenar de metros, nos lleva a una plaza con un monumento al protagonista del orgullo que se respira en cada esquina: El Minero. Plaza que hay que transitar, se vaya a donde se vaya y monumento que se recuerda como enseña de un pueblo en el que todos lo fueron.
En ella, en edificio bien plantado y de porte moderno, otro ejemplar de casino minero que acoge a socios que también fueron obreros de la corta. El Hogar del Productor, parece más un bar moderno que una sede de casino. Pero dentro, en su precioso salón, se deshacen todas las dudas.
Amplio, de mesas bien acomodadas, con ventanal que deja entrar luz con generosidad y salir la vista para controlar el exterior. Y bonita ambientación que invita a tertulias sosegadas y amigables. Y cuando la conversación decae, una biblioteca bien iluminada acoge para ponerse al día con las noticias de prensa.
En él, una mesa de billar integrada en el conjunto, para poder estar en misa y repicado, jugando la partida y conversando con amigos cercanos. El taco en la mano y el café en la mesa cercana. Y una luz que hace que la partida tenga un color de aire libre no habitual en estas lides del billar.
Uno sale de allí impregnado de ambiente minero para buscar el tercer ejemplar que sobrevive a los cambios sociales. En una zona emblemática que conserva estructura urbana y entorno, porque no se ha visto afectada por ensanches y modificaciones de planes municipales: La Dehesa.
Y una necrópolis romana, que es testigo de unos orígenes no precisamente cercanos en el tiempo. Aquí la memoria histórica se pierde en la lejanía, pero permanece el color de mundo diferente.
En La Dehesa hay una fachada de Casino que se mantiene como el primer día. Sin modificaciones que camuflen su origen minero y obrero. Incluso con un nombre en su pared, que es carnet de identidad de tragedias inevitables en esta clase de dedicación laboral: La muerte por accidente.
Juan Sousa. Minero que es el mito que representa a tantos otros que permanecen anónimos en sus sepulturas, pero recordados en la memoria de dolor silencioso de sus familias. Por eso, el nombre de Juan Sousa en esta fachada, es recuerdo y homenaje, seña de identidad de este casino y motivo de reflexión para el visitante.
Dentro, el Casino con salón y bar, mesa de billar y partidas, amigos de siempre y nuevos conocidos. Como debe ser un casino. Que para eso aquí no hay filiación, partidismo ni colores deportivos. Pero sí hay un grito silencioso que pregona el dolor de una historia dura. Un grito que se oye cuando se lee el nombre de Juan Sousa en esta pared de casino minero.
En Riotinto hay tres casinos mineros que sobreviven. Tres lugares donde se puede vivir la misma sensación de un siglo atrás. Pero ya no se percibe el olor de las teleras ni el silencio de la resignación. Ahora quedan tres casinos mineros que son reliquias de una historia nuestra y de un orgullo que permanece.
Y la paradoja de ser minero, para sufrir y para estar orgulloso.
Equipo Azoteas
www.azoteas.es
5 comentarios en «Riotinto: Casinos mineros»
Y nuestro amigo Miguel nos lleva ahora a uno de los pueblos más significativos de la geografía onubense, Riotinto, el de las minas quedan color al ese río que compite con Marte en cuanto a biodiversidad compleja que estudia el origen de la vida y que nuestro excepcional Julio Segura recoge con su cámara y edita en sus libros para deleite del enamorado de la belleza natural.
Riotinto con tres casinos, ¿sería por el clasismo de las gentes que lo habitaron?; lo cierto es que, “amos”, “capataces” y mineros ocuparon su ocio esos Centros socio culturales que han animado la vida de un pueblo que vio nacer a personas insignes y apreciadas como el ilustrador y grabador Ricardo Baroja y Nessi, el guitarrista Manuel Gómez Vélez , «Manolo de Huelva», el poeta y escritor Juan Cobos Wilkins y, como hijo adoptivo, nuestro insigne y extinto poeta, miembro que fue de la onubense Academia Iberoamericana de La Rábida, Juan Delgado, “el poeta de la sierra”, entre otras ilustres personalidades.
Historia, cultura, belleza, además de sudor y lágrimas, rodean la vida de los habitantes de esta población que tuvieron en sus casinos el relax del “guerrero”, bien merecido tras la diaria opresión a que fueron sometidos para alumbrar el “cuprum” de la serranía de Huelva.
Gracias Miguel por dejar asomarnos a vuestra “Azotea”
Gracas a ti, amigo Benito, por el valor de tu amistad y porque es un lujo contar con esos comentarios sabios que son un complemento que enriquece.
No deja de ser sorprendente, en este mundo de la especialización ciega, que haya científicos que dominan como tú el sabor y los datos de la historia más humana. Es algo que deberiamos percibir en tu presencia en estos pagos.
De momento, ya tienes a uno que se recrea y deleita leyendote en cuanto aportas.
Y anota tus datos para usarlos cuando convengan. Y será un honor citar el origen, que es lo mismo que sentirse uno orgulloso de tu amistad.
Gracias a ti.
Por cierto amigo Benito: ¿Sabes que Julio Segura comparte conmigo haber vivido en un lugar minero, pero de los de negro, sin haber llegado a conocernos? Algún día veré la forma de contactar con él.
Dispongo de su «coordenadas» pues suelo verme con él. Un abrazo y ya sabes donde me tienes
Algunas copas de aguardiente me he tomado en el casino de la dehesa