Cortegana. Sociedad Nuevo Casino: Ambiente, dinamismo y belleza. Sociedad Gran Casino: Estética y bienestar

Salón del Casino de Cortegana.

(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)

Miguel Mojarro.

Festival de Punta Canela

Cortegana: El origen.

Fachada del Casino de Cortegana.
Fachada Casino de Cortegana.

Así finaliza el capítulo de Cortegana en el libro «Casinos de Huelva». Porque en una de las mesas de uno de sus casinos, nace la idea de diseñar una aventura de cinco años recorriendo casinos, haciendo amigos y gozando de estética y sabores.


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Allí estábamos Nieves y yo recuperándonos del frio de una noche desapacible, gracias a nuestro amigo José Manuel, un repostero que sabe qué hacer y lo hace con diligencia y profesionalidad. Por eso no lo olvidamos. Es un recuerdo agradecido.

Cortegana es lugar de encuentros y de hallazgos. Encuentros con amigos y con la historia, con ambientes que estaban olvidados y con una visión distinta de una Sierra que no es homogénea. Hallazgo de lugares no imaginados, de personas atípicas y bellezas de interiores que no nos habían descrito con justicia.

Cuanto nos habían comentado de los Casinos de Cortegana, queda apabullado por una realidad que asombra. Una vez dentro de cualquiera de los dos casinos, uno solamente puede sentir arrepentimiento por no haber venido antes a estos templos del placer y de la estética.

Y a pasear por las calles empinadas de Cortegana, con el ansia del que no sabe cuándo volverá. Son calles que te llevan a sitios que enganchan: Un bar en terraza para no acostarse las noches de verano, un hotel con vocación social y jardín para quedarse, una plaza en la que se sienten las campanas del Salvador como si se llevaran dentro, un poyete que separa dos calles de distinto nivel y que te invita a sentarte en él para ver pasar a los amigos, un Castillo que llama a voces a quien lo mira para que le haga compañía, un bar en el que las paredes rezuman recuerdos de un cine que se fue, un fandango que canta alguien dentro de un pequeño bar de los de siempre, … y cien calles para caminarlas despacio, para oír solamente las pisadas de los caballos que a veces las transitan.

El castillo de Cortegana.
El castillo de Cortegana.

Un pueblo para repetir cuantas veces uno pueda. Y jugar al encuentro de amigos en los dos Casinos, uno tras otro, café y manguara, tertulia y prensa (Como hace mi amiga Paloma), sosiego en uno y trajín en otro, …

Por eso mientras Marcelo se queda «Abajo» para jugar una partida de billar, yo subo la breve calle hasta el de «Arriba», para sentarme en ese salón que es el paseo de los pasos perdidos del mejor Congreso imaginable. Porque en este salón he encontrado siempre tertulias que arreglan el mundo y amigos que sacan de su sombrero historias que sólo ellos saben. Historias de su vida, que son la vida de todos los de allí. Una tertulia en el Casino de Arriba, es un documental de la variada historia de un pueblo casinero, aunque «el de Obreros» ya no exista.

Pero quedan dos, a cual más interesante, con ofertas diferentes y atractivos que se complementan. Uno, el Casino de Arriba, sosegado y que llama a la lectura, hasta convertirse su salón en el lugar soñado para leer tomando un café, antes de que la tertulia se forme. Y con el placer añadido de una cantina atendida por una mujer, que sabe su oficio y lo trabaja bien. Con encanto y profesionalidad. Lo primero que se debe hacer al entrar en él, es pasar por la cantina y saludar a una Repostera que siempre te recibe con una sonrisa y la mejor atención. Con eso ya entran ganas de sentarse a leer, con la sensación de que uno ha elegido bien el lugar para olvidarse del mundo un rato.

Salón del Casino de Cortegana.
Bella imagen del salón.

Hasta que es la hora de ir a ver cómo Marcelo se las apaña con sus amigos en la mesa de billar del Casino de Abajo, en esa salita del piso superior que acoge el tapete verde en el espacio agradable que requiere el billar. Con el cierre de una barandilla de forja bien diseñada y atractiva, que invita a subir nada más verla en el piso inferior.

Marcelo y sus amigos, el contrincante y el mirón, ya terminan la lid y se aprestan a cobrarse uno y a pagar el otro el botín apostado. Me uno a ellos y comparto tal botín, consistente en manguara y charla, en el escenario magnífico, admirable e inigualable del Casino de Abajo: Zócalos de una cerámica, en parte de Mensaque, que es museo indiscutible de la belleza de azulejos del Sur, en aquel primer medio siglo de la vida de los casinos.

Es como estar en un palacio propio, con la sensación de que no se está de visita y de que no hay que pagar la entrada. Basta con ir, entrar y abrir los ojos ante tal maravilla.

Y, en verano, sentarse a la puerta, sobre esas lajas primitivas y pulidas por el tiempo, que son testigos de los orígenes de este Casino. Sentarse y gozar del fresco de las  noches del estío de la Sierra, que regalan aire puro y sosiego, a cambio de que te pongas un breve chaleco o rebeca.

Y a disfrutar de la terraza del Casino de Abajo o de la plaza del Casino de Arriba. Según uno quiera el ambiente vivo del de Abajo o el marco intimo y placentero del de Arriba. Aquí se puede elegir, porque dos casinos no son duplicidad, sino complementariedad. Si se vive en Cortegana, es pecado no ser socio de los dos casinos. Incluso el mismo día aportan apetencias diferentes para horas distintas. El placer más inteligentemente gestionado, es el que recoge la oferta de ambos y aprovecha la oportunidad que la vida aquí da, para no tener que elegir, sino para usar una oferta par y complementaria.

Otro de los espacios del casino.
Otro de los espacios del casino.

Los casinos de Cortegana son un lujo para el Sur. Porque esta dualidad, no excluyente, no suele darse en otros lugares, aunque existan dos ofertas casineras. Por eso el sentimiento que acompaña siempre que uno va a Cortegana, es la envidia. Envidia de los amigos que tienen la oportunidad de ser socios de los dos Casinos y poder recorrer la breve calle que los separa en un tránsito placentero de uno a otro.

En el libro «Casinos de Huelva», una frase lo define bien: «Uno, sereno y sosegado en sus placeres. Otro, activo y bullicioso en su actitud».

Marcelo tiene un amigo, socio de los dos casinos, que nos cuenta una parte de su vida que provoca otro brote de envidia:

«Yo nací en los altos de este Casino (El de Arriba), porque mi padre era el conserje y presidente de la sociedad». Y lo dice como si nada

Y así, uno tras otro, los recuerdos de los amigos de Marcelo nos llevan de un Casino a otro, de los libros de actas fundacionales del de Abajo, hasta la vida del fundador D. Arcadio Cantos en el de Arriba. Hasta recorrer mil anécdotas de cuando en Cortegana se trabajaba el corcho para fabricar tapones de botellas. En la época de una floreciente industria corchera, antes de que esa cosa llamada plástico tapara de manera fraudulenta las bocas de las botellas de vino. O de aguardiente.

Estrellita Castro, Juan Valderrama, la Orquesta Copacabana, … salen de la memoria de los amigos que en los dos Casinos comparten camilla y brasero. Y aquel Roberto el Cómico, argentino con una compañía de teatro, que se quedó a vivir en Cortegana, tras buscarlo la policía en El Rosal.

Ir a Cortegana, a sus Casinos, es disfrutar de un presente único y de un pasado que pone luces en los ojos de los amigos de allí. Y parecen nuestros sus recuerdos, porque se sienten cercanos a nuestra raíz sureña.

En algunas ciudades de Huelva hay asociaciones de tipo cultural, histórico o antropológico, que son verdaderas generadoras de actividades encaminadas a recuperar, desarrollar y divulgar el conocimiento y uso de su patrimonio. No iba a ser menos Cortegana, en la que tiene su sede una de estas asociaciones admirables: Amigos del Castillo de la Villa de Cortegana. Alma y vida de un Castillo memorable, aporta su trabajo de amantes de la historia, a la conservación y uso cultural de esa joya de la historia fronteriza medieval, cuando castillos y fortaleza protegían Andalucía de los posibles ataques del occidente peninsular.

Miguel Mojarro, a la izquierda, en Cortegana.
Miguel Mojarro, a la izquierda, en Cortegana.

Allá por el trece, cuando Sancho IV el Bravo, nace como parte de la llamada «Banda Gallega», con afanes defensivos, que no feudales. Hoy es «Bien de Interés Cultural» que cuidan y divulgan los «Amigos del Castillo de la Villa de Cortegana», mis amigos. Y cada año, lo coinvierten en sede de unas «Jornadas Culturales», en ese estuche perfecto de las murallas, que visten su historia con las mejores galas y los mas atractivos actos culturales. Es una llamada para ir, se esté donde se esté, lejos o cerca, porque el Castillo y los dos Casinos, son motivos que justifican la ruta.

Los Casinos y sus interiores, los exteriores y sus ofertas diferentes, las calles para subir si se entra y para bajar si se sale, rincones y amigos para recorrerlos, un Castillo para sentirse de allí y unos castaños para disfrutar del entorno. Todo en Cortegana llama.

Dicho queda. Allá cada cual con sus pasos perdidos. Si uno los encamina hacia Cortegana, uno tiene asegurado el acierto. Allí están dos joyas de nuestro Patrimonio social. Sólo hay que ir, entrar en los dos y sentarse a mirar. Y a sentir.

 

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1 comentario en «Cortegana. Sociedad Nuevo Casino: Ambiente, dinamismo y belleza. Sociedad Gran Casino: Estética y bienestar»

  1. Buenas noches: Vivo fuera y me gustaria votar para la elección de los nuevos conserjes el dia 21, Como lo puedo hacer?? Lo tengo que hacer sin estar ahí, diganme como lo hago, por favor. Muchas gracias y un saludo.

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