Lola Lazo. Entre unos papeles familiares, aparece de pronto esta curiosa solicitud de inscripción de 1945 para jugar como federado en el Recreativo, a nombre de José Guevara Sández, Pepe Sández, como se le conoció en el mundo deportivo, Guevara en el artístico. No sé si es corriente esta conjunción de aficiones y pasiones, pero me huele que no, que el arte y el fútbol no son polos que se atraigan y de ahí la originalidad de este pintor puebleño, que dejó el deporte a causa de una pleuritis, “porque en aquella época nos alimentábamos mal”.
En esa fecha, 1945, con 19 años, podía más la energía física que la del intelecto, aunque pronto llegarían tiempos más bohemios en la azotea de aquella casa grande de Pérez Carasa en el Paseo de Buenos Aires, punto de encuentro de algunos artistas en potencia para investigar formas y materiales, reuniones no exentas de un punto irreverente.
Siempre me intrigó su acento, su “deje”, cuando con tono reposado dejaba caer sus eyes, sus elles, sus eses arrastradas, un enorme palimpsesto con base andevaleña a la que habían ido superponiéndose finas capas de otros sonidos y lenguas por las que fue pasando, Uruguay, Francia, Italia, sin que estas llegaran a cubrir nunca la sólida base puebleña.
En sus escasas visitas a Huelva, años 70, años 80, nos admiraba oir sus historias, saber de sus amistades, artistas, actores, poetas, sus círculos de intelectuales y progresistas en Madrid, en París, que a la joven curiosa e inquieta que la que suscribe era entonces le parecían inalcanzables. Le transmitía a su amigo Ernesto sus desencantos con su país y con su ciudad, y nos contaba de su pintura, de sus técnicas, hablaba con cariño, con mucho cariño, de Italia, de su estudio en un pequeño pueblecito italiano, Jesi, donde todos le conocían y al que aún en los últimos años volvía a trabajar, a investigar. Fue en Italia donde se valoró mejor que en ningún lado su pintura, sus colores, il rosso guevarino, culminando ese reconocimiento en su elección para la realización y entrega de un retrato al Papa Juan Pablo II, que luce en las Galerías Vaticanas.
En los últimos años, reconciliado con la ciudad, seguía disfrutando de las charlas con su amigo, “el patriarca” le decía bromeando al verlo siempre rodeado del cariño familiar; en ese patio del Conquero recordaban y hablaban de lo divino y de lo humano, acercadas ahora posturas vitales que años atrás habían sido tan dispares.
Formó parte de un espléndido Jurado del Salón de Otoño en 2006 organizado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Huelva, junto con Carmen Laffón, Fernando Francés y el galerista Rafael Ortiz. El maestro estuvo discreto, silencioso, pausado, como de vuelta ya de estos enredos, porque lo que él sabía a estas alturas era “sólo” pintar.
Me ha impresionado sin embargo esta imagen de juventud, cabello negro en contraste con la cabellera blanca, también extraordinariamente bella, de los últimos años. Porque en la foto se aprecia una mirada expectante y atenta, un enorme atractivo personal, y por qué no decirlo, una irresistible masculinidad latina que le acompañó hasta sus últimos tiempos.
3 comentarios en «José Guevara Sández»
Muy bonito tu comentario de Sande como yo tu tia criñosamente y amigablemente le deciamos en casa que tanto lo queriamos y tanto nos hizo reir con sus cosas.Me has hecho recordar mi niñez estaba deseando que llegara la hora de comer o cenar que aparecia tu padre (mi hermano queridisimo)con Pepe porque lo pasaba bomba con ellos, lo primero que hacia Sande si estabamos cenando era meter el dedo en mi plato de sopa para ver si quemaba o no ,era la broma…y asi montones de cosas que vivi y te podria contar.
Amparito Lazo, ¡qué bonito comentario! Pues ya me contarás, para inspirarme nuevas historias… reales.
Guevara Sández, otro dramaturgo en la familia…, y al que no llegué a conocer.