Ramón Llanes. Discurre la brisa de la mar entre acantilados, el sopor solo es un recuerdo, la mar me transporta a la vida; aquí los desórdenes criban la razón y los gremios se convierten en más enemigos a pasos de gigantes. Nadie lo entiende pero todos lo aceptamos, como una lacra, como un sinremedio. Quienes aparecen como culpables en este drama están perfectamente identificados, el mundo es un pañuelo y nos conocemos a rabiar. Diré que rumia el miedo entre los fardos de convivencia.
Que es tiempo de alianzas está en el aire, en todos los pensamientos de los más pensadores; para los afectados solo es un mal murmullo. Quisiera ser dogmático para contar las excelencias de los acuerdos, de la concordia, del consenso, de la alianza entre los seres que nos civilizamos en este lodazal; mas aún no soy capaz, me faltan dones. El color blanco no necesita explicación, la necesidad de la alianza, tampoco. A la meta de la confrontación ya han llegado, se han hartado los habitantes de tanto insulto, de mordiscos y de golpes; es tiempo de virtuosidades y elegancia; tiempo de acercamientos y concordias; es su tiempo, ahora, antes de herir de muerte al espíritu social que es el más damnificado en esta treta de malhechores que campan en foros de prestigio sin apenas dejar huella de buen estilo.
Desde el hartazgo escribo, no desde el dogma. Sin ser adivino del tiempo ni del espacio, observo que habremos de quitarles la credencial a quienes la habíamos otorgado. Y antes de llegar el momento de retratarnos en la urna, deberán oír nuestra queja como grito desesperado que clama alianzas.
Si me lees -tú, afectado, a quien me refiero-, olvida lo que te ha impuesto el jefe de tu cuadrilla política, y hazme caso, lucha y trabaja pensando más en las consecuencias que en las ideas; te lo agradeceremos, desde la izquierda y desde la derecha y te lo reconocerá tu tiempo. Y así la brisa discurrirá entre soplos de serenidad, libre de discordias, y el mundo dejará de ser peor.
2 comentarios en «Tiempo de alianzas»
Enorme, admirado Ramón Llanes, con tus palabras engrandeces, aún más, los pensamientos de los más grandes y te alineas en su escuadrón, que no es otro que el de la verdad. Un tanto parecido lo dijera el Ché Guevara: «hay que endurecerse, pero jamás abandonar la ternura».
La razón no la impone el deseo, aunque este sea bondadoso, la razón no exige ni negocia, la razón es algo consustancial que armoniza con la lógica y sobrevive entre la ley de los humanos. La razón podemos ser tu y yo, pero tambien ese y aquél, solo hay que tener eso que tanto falta hoy en día, ¡corazón!.