José Manuel Alfaro/ Sección de ficción ‘Cuaderno de Muleman’.Encuentran en las inmediaciones del Pozo Algaida de la mina de La Zarza, también conocido como el Pozo n.º 5, la patata frita más antigua y mejor conservada de la provincia hasta la fecha. Un hallazgo que podría dar mucha información sobre la sociología de la población de la época, una vez que se conozca con exactitud la fecha de este sorprendente descubrimiento, que ha conseguido trasladar a esta explotación minera subterránea situada en el municipio de La Zarza-Perrunal, a uno de los grupos de investigación más solventes de la Universidad en el campo de la mineralogía y geoquímica.
Un pozo que estuvo activo entre las décadas de 1920 y 1990 y de la que quedan varias instalaciones: un malacate, una sala de máquinas, tolvas y el cargadero de mineral, que a pesar de estar protegidas y catalogadas como Bien de Interés Cultural y que han sido sometidas a expolio desde que cerraron las instalaciones.
Como saben todas las personas que comen patatas fritas, los tres principales ingredientes son, las patatas, las sal y el aceite, pero también contienen glutamato monosódico, inosinato disódico y guanilato disódico, sustancias que se conocen como potenciadores del sabor. Un sabor que, en el año 1907, el científico japonés Kikunae Ikeda descubrió el quinto sabor y que denominó como umami, que en castellano podría traducirse por ‘delicioso’. Aquí es donde entra en juego el glutamato monosódico o E-621, una sustancia saborizante y conservante que tiene un papel destacado en la adicción a las patatas fritas.
Como han podido demostrar un grupo de científicos de la universidad teutona Erlangen-Nurember, capitaneados por Tobías Hoch, que demostró que cuando se daban patatas fritas a las ratas y se realizaba una resonancia magnética específica, se activaban áreas cerebrales relacionadas con la recompensa, el placer y la adicción.
Este descubrimiento plantea dos interrogantes, el primero, la fecha de la patata frita encontrada, que una vez analizada en el laboratorio mediante una espectrometría de masas, este permitirá obtener los iones de las moléculas orgánicas en fase gaseosa de la pata frita; una vez obtenidos estos iones, se separarán de acuerdo con su masa y su carga ofreciendo una gran cantidad de información sobre su composición, que permitirá conocer la fecha de fabricación de la patata frita, que junto con los datos extraídos del estudio de campo en el lugar en el que se encontró, nos dará la fecha exacta de su fabricación como si la hubiéramos encontrado dentro de la propia bolsa.
El segundo interrogante que nos permitirá resolver, es de carácter sociológico, ya que este estudio de la patata frita nos dará información sobre la “patafritamanía” o adicción a las patatas fritas de la sociedad de la época. Una adicción que fue capaz de desplazar a los gurumelos, níscalos o rebellones, tontullos y turmas, a las carnes de caza como perdices, conejos y jabalíes con los que se elaboraban platos típicos de la zona como los potajes con gurumelos o calabazas, las migas, el gazpacho de invierno, las ensaladas de orégano, la pole, los pestiños, las rosas de miel o el picadillo o el salmorejo que se suele cocinar para los días de convivencia en el domingo de pascua.
Un estudio que nos permitiría afirmar, por tanto, que esta patata frita fue la última que se pudo ver antes de la gran prohibición o ley seca de las patatas fritas que estuvo vigente a principios del siglo XX durante los años de esplendor económico de una de la zona de la cuenca minera con unos paisajes y un patrimonio minero-industrial que dotan de un valor incalculable y hacen único a la Zarza- Perrunal.