José Manuel Alfaro / Sección de ficción ‘El Cuaderno de Muleman’. Villablanca se ha levantado sobresaltada este domingo, tras la noticia de lo ocurrido a una vidente que habría perdido diez billetes de lotería en las inmediaciones de la ermita de la Virgen de la Blanca a primera hora del alba.
Decimos para uno de los sorteos más deseados del año y en los tenía depositada todas sus esperanzas, de que alguno de sus premios recayera sobre ellos y pudiera salir de la difícil situación en la que se encuentra, arrastrada por la compra de una casa para la que necesita más de la mitad de sus ingresos para pagar la hipoteca, un coche para desplazarse hasta su precario trabajo, una nueva bola mágica, el pago de una entrada para hacer el viaje de sus sueños a Japón, el regalo a su cuñado de la operación de cirugía estética con la que 
siempre soñó y el patinete eléctrico a su ahijado o la adquisición de una baraja de cartas de quinta generación con la que montar su propio canal de televisión astrológico.
Una perdida que ha hecho que se desplace hasta la zona un dispositivo de búsqueda en el que participan un gran número de efectivos y en el que se están empleando los medios más sofisticados basados en los sistemas de inteligencia artificial más avanzados y al que se han unido además numerosos amigos de esta vidente que hace un llamamiento a todos los devotos de la patrona que se han desplazado esa mañana hasta la ermita de Ntra. Sra. de la Blanca.
Un lugar donde cuenta la leyenda, que en el s. XV un pastor que cuidaba de su ganado, vio una paloma blanca sobre un olivo, se acercó y la cogió con la intención de llevarla a su casa, sin que opusiera la menor resistencia. Pero en el camino la paloma desapareció y esta volvió al mismo lugar. La cogió nuevamente y en el camino esta volvió a desaparecer, pero al volver a aquel lugar pensando que estaría sobre la rama del olivo donde la cogió sin oponer resistencia, encontró esta vez una efigie de la Virgen María que fue conocida por el nombre de la Virgen de la Blanca.
Una vidente que después de 40 años de carrera, estaba más segura que ningún año de que sobre los billetes de lotería iban a recaer uno de los premios más importantes de este sorteo y sobre los que había desplegado todos sus poderes, hechizos y conjuros en pro de este deseado premio que acabaría no solo con todos sus problemas económicos, sino con esa falta de reputación que llevaba arrastrando los últimos años en los que se había aventurado a pronosticar que sobre el número que saliera de sus sesiones de espiritismo recaería el gran premio de la lotería de navidad. Decimos por los que no dudaba pasar por el manto de la Virgen de la Blanca o rociar con un hisopo de plata lleno de agua bendecida y su propia orina los billetes de lotería.
Diez billetes de los que solo uno era para ella, los demás los iba a donar: a uno de los colectivos sociales más activos de la zona, una hermandad de templarios de nueva creación, una persona muy necesitada que estaba pasando por un momento económico muy complicado, al ayuntamiento para que pudiera organizar actividades culturales y un concierto de Antonio Orozco, al representante en el pueblo de la sociedad ornitológica de la provincia, al centro de participación activa, al parque de bomberos, a la Asociación de Voluntarios del Festival y al párroco para que encargara una nueva corona a la Virgen.
Así que mientras todos buscan los décimos de lotería, la vidente reza a la Virgen de la Blanca para que como paso en la leyenda, cuando ella vuelva al Santuario, los décimos de lotería sigan sobre su manto.
