Antonia Pérez Romero, puertas abiertas de amor en Fuentepiña

Antonia Pérez Romero. / Foto: Edith-HBN.

RFB. Hay tantas realidades paralelas como gente que pisa la tierra. Y aquellos que viven las más cómodas inevitablemente han de sentirse impresionados por la otras, las de la crudeza, las de frontera, aquellas donde los términos exclusión social, marginación y pobreza se hacen realidad cotidiana.

En lo común, seamos sinceros, se mira a otro lado. Pero hay personas, mujeres, como Antonia Pérez Romero, que no hacen eso, si no todo lo contrario. Miran a la cara -con una sonrisa- a los perdedores y les dan la mano con todas sus consecuencias, que nunca son sencillas. Esa abnegación solo cabe en seres extraordinarios, buenas gentes en su acepción más rotunda.


Festival de Cine de Huelva

Antonia Pérez Romero, del barrio de Fuentepiña, es uno de esos modelos cuya vida impresiona o, más bien, emociona. Madre de tres hijos se separó joven y quedó sola -en todos los planos- para criar a los niños. Hay otras heroínas que también han pasado por este trance vital y han resultado victoriosas. Si ese corazón de Antonia le hubiese cabido en el pecho la cosa habría quedado así, culminando una esforzada trayectoria maternal -y paternal por ausencia- con unos hijos ya adultos como hoy bien criados, educados y motivos de su mayor orgullo.

Pero no, no fue así. Como decimos ese corazón era -es- demasiado grande, por lo que tal compromiso familiar se amplió a la gente necesitada, a la gente de la calle. Decidió compartir su casa con quien lo precisase. Eso no es sencillo, hay que tener mucho valor y mucho amor para abrir las puertas como ella lo hizo.


Puerto de Huelva

Se movía en los círculos de la Parroquia de San Pablo, la de Fuentepiña. Allí conectó con el inagotable Paco Girón y formó parte de los grupos parroquiales. Una catapulta para hacer el bien si sientes la llamada, no ya de Dios -que también-, si no de la Humanidad. Paco fue un estímulo, como para tantas otras buenas personas, y también Manolo Martín de Vargas.

Antonia llegaba al barrio tras un periplo que se inició en su localidad natal, Beas, y que transcurrió por Jerez de la Frontera y Madrid. Al volver a Huelva, con sus tres hijos siendo el menor de tan solo cinco años, se instaló en Fuentepiña y empezó su aventura.

Una aventura llena de momentos duros pero que insiste, con seguridad, que repetiría si pudiese escoger y volviese a nacer. Considera, en este sentido, que ha tenido suerte y que estas vivencias -en la frontera, para nosotros- las ve ahora, con perspectiva, como verdaderamente maravillosas.

Ha formado parte del voluntariado y también con relación laboral de las diversas entidades sociales que se crearon con origen en esos movimientos parroquiales. Valdocco, Agua Viva, Tierra Nueva… nombres que representan tanto amor aplicado a la cara más descarnada del desequilibrio social.

Y había una máxima en la parroquia, que era que la oración debía ir acompañada de la acción. Sin ninguna duda el legado es impresionante, y en él Antonia Pérez Romero ha tenido mucho que ver.

Pero, como decíamos, la implicación de nuestra protagonista iba más allá. Actuaba fuera y lo hacía en su misma casa, en su misma cama, en su comedor, en su cocina. Ha compartido su hogar y el de sus hijos con gente que no lo tenía. Un comportamiento que, evidentemente, extiende la admiración que podemos tener también a sus hijos, que han vivido un mundo de solidaridad desde luego fuera de lo común.

Antonia ha sido nominada a los premios Buena Gente de Huelva, V Edición. A raíz de este hecho mantuvimos una pequeña charla con objeto de hacer este artículo. Nuestra interlocutora, como no podía ser de otra manera, tiene mucha luz. Tiene luz y frescura. Es simpática y cálida, cariñosa y amable. Si fuera menos cordial en ningún caso podría empañarse su gigantesca labor pero es que, además, expande con energía buenas vibraciones. Sientes a su lado que estás con alguien muy especial, y cuando te va contando las cosas compruebas que la percepción ‘clava’ al personaje.

Y tiene muchas historias de personas para contar. Tantas como gente que ha acogido, ha dado de comer o ha ayudado a salir adelante. Nos habla de una cosa bonita…»Yo estaba en los campamentos con los niños, en El Quejigo, que lo preparaba la gente de mi grupo de la Parroquia para los jóvenes. Iba con mis hijos y mis sobrinos de Madrid. Entonces un día estaba lloviendo y entonces este muchacho me llama por teléfono que está trabajando con un abogado. Y me dice, mira Antonia tengo un caso.. digo, venga, cuéntame.

La chica embarazada

Mira ha venido una muchacha embarazada, extranjera, y la verdad es que han metido al marido en la cárcel, porque ha robado algo… se le terminó el dinero y ha robado, pero es una gente buena. Te la voy a mandar porque está muy cerquita de la cárcel (de la antigua). Entonces digo, venga vale, mándamela. Llega la muchacha con su barriguita, para que yo la acompañara a la cárcel. La niña estuvo en mi casa… la locura.

Y, claro, se enteró toda la gente joven, que estaba allí en mi casa. Le hicieron la canastilla, le celebraron su cumpleaños, la casa se me puso todo ahumaíta porque antes se fumaba. Y allí estuvo y los muchachos consiguieron el dinero para la fianza. Se hizo tantas cosas con esa muchacha y fue una experiencia tan linda, tan linda…

Estuvo no se si fueron dos meses en mi casa, en la habitación de mi hija. Y ya yo tenía recogida a una mujer, una empleada del hogar de mi suegra que cuando ya, mayor, no servía, ya se vió solita… Allí la tuve cuatro años en mi casa. Y todo lo que entraba, muy bonito. Visto ahora es precioso, no lo cambiaría por nada. En aquellos momentos había cansancio, pero yo no estaba nunca cansada. No se de donde me venía la fuerza. Criar a tres niños, sola, y la gente de fuera. Venía muchísima gente».

Ella, que ha ayudado a los demás, se ha sentido arropada, reconocida. Una palabra la usa mucho, el respeto. Nos dice «y el respeto tan grande, de mis niños en el bloque. Me decían que no parecían que fueran de una mujer separada. La verdad, he tenido mucha suerte«. Ha limpiado escaleras para que sus hijos pudieran estudiar y ha tenido energías para afrontar su compleja situación familiar sumada a todo lo que le llegaba de fuera.

Nos sigue contando retazos. «Alejandro -uno de sus hijos- llevaba a cenar todos los días a un muchacho drogadicto pero no entraba, con la madre. Paco Girón decía, Antonia lo más grande, que la gente ni lo mira siquiera, es la dignidad. Paco me ha ayudado mucho. Me decía lo más grande que hay en el mundo es perder la dignidad, y esta mujer la ha perdido. Porque ella se queda en un banco… yo le preparaba todas las noches la cena durante mucho tiempo, a los dos, pero se la comían fuera«.

Otro caso especial

Antonia Pérez Romero entre tantísimas historias nos habla de otro caso muy especial, que la tuvo muy implicada y le hizo sufrir mucho. Era el de una mujer de raza gitana que se quedó ciega con veintitantos o treinta años. Tenía tres niños, los tres con retraso mental, ‘malitos’ nos dice. El marido la había dejado. «Paco Girón estuvo gestionando con la Once para que pudiera ser vendedora. Y le concedieron la venta.

Pero ¿qué pasaba? que los ‘galápagos’ más grandes de los niños le robaban el dinero de la venta. Entonces Paco y yo íbamos a lo de los ciegos para que no le quitaran la condición de vendedora. Y una de las veces yo estaba muy cansada, y estando en Valdocco, Juan Sande me dijo, yo te acompaño».

Hace un inciso en el relato para comentar que Juan Sande le decía a los niños que «lo único que tenéis que tener en la vida es una buena actitud, porque la buena actitud abre puertas. A mi eso se me quedó grabado».

Prosigue: «Y le digo a Juan Sande, es que tengo que ir a contar el dinero, antes que los niños terminen. Ese ha sido el sufrimiento más grande que he tenido…, porque cuando iba ya se habían adelantado».

Y la casa… no se encontraba el peine, no se encontraba nada. La ropa tirada por todos los sitios, como si fuera una alfombra. Había que tirarlo todo por el balcón, porque era un primero. Esa casa… pero la he querido tanto, que no me importaba la hora ni nada. Esa se me metió a mí aquí -se señala el corazón-.

Y al final pasó que alguien me llama un día y me dice que quiere ponerle la casa, y no me acuerdo ni quien es, ni como fue. ¿Dios mío, quien fue ese hombre? Camas, colchones,… todo lo tiró. Desinfectó la casa, quien sería que no me acuerdo. No me acuerdo ni de su cara ni de nada, lo que me acuerdo es que aquella casa lo dejó todo… y la casa ya era una gloria, ya se podía entrar. Y otra cosa que hizo Paco Girón… las dos niñas están en Pozoblanco, cuidadas por el director de una residencia que es un ángel. El niño murió«.

Pisos de acogida

Los pisos de acogida fueron más tarde. «Maribel -Franco- conocía mucho a la persona que yo tenía recogida, y empezó Tierra Nueva, los pisos de acogida. Y al principio pues me dijeron, mira te va a convenir mejor estar aquí que en Agua Viva, limpiando y en Cáritas.

Total, que me fui allí y he estado doce años con los niños. Eso ha sido una locura. Allí era dos o tres veces en semana reuniones para ver como iban las cosas. Psicólogos… de todo. He vivido eso y ha sido un regalo muy grande. Yo he estado en cuatro pisos de acogida. Con los niños como si yo fuera su mamá. Allí los niños nunca estaban solos, pero niños en unos pisos y niñas en otros. Yo estuve al principio de voluntaria, pero tenía que comer también mi familia. Los niños un caso cada uno. Siempre había gente con ellos, pero por las mañanas organizaba la casa y los ponía a trabajar conmigo«.

La experiencia de Antonia Pérez Romero con los pisos no ha podido ser más intensa. «Los niños -prosigue- llegaban destrozados… la historia de cada niño era tremenda. Uno porque le habían matado a la madre, la otra porque el padrastro la ha violado, la otra porque los padres la han abandonado o la han tratado con violencia. Así venían todos… y hoy te puedo decir -yo fui la madrina de uno que se casó, y está como encargado de los jardines de… -una de las instituciones más importantes de Huelva-.. su coche, su casa… es que salen muy preparados. La mayoría están. Y ahora las niñas pues también, una está de jardinera, una costurera, otra secretaria de no se quien, la otra que se ha casado bien… Mi promoción, que sería la primera, la verdad que es una maravilla«.

«He tenido una vida que no la ha podido vivir toda la gente«. En su condición de separada se ha sentido más libre para actuar como lo ha hecho, nos comenta. «Después, una vez jubilada, entré en el Lazareto, de voluntariado, con los mayores. Allí he estado hasta la pandemia«.

«El grupo de Fuentepiña ha hecho grandes cosas. Ahora somos ya mayores, y ya las necesidades en la calle Honduras no son las mismas«.

Se considera feliz. «Yo ahora en los últimos años pienso eso -lo vivido- yo no lo cambiaría por nada. No me he visto nunca cansada ni enferma, ni mis hijos tampoco. Y si tengo que dejarles algo de legado, que ahora es cuando lo pienso… una casa abierta, que cuando la abrimos se llenó… y ellos estaban conformes». Hijos benditos cómplices, subrayamos, «si, porque la gente venía a mi casa».

 

Antonia Pérez Romero – Nominada Premios Buena Gente de Huelva, V Edición.

Reportaje gráfico: Edith-HBN

1 comentario en «Antonia Pérez Romero, puertas abiertas de amor en Fuentepiña»

  1. Una mujer de extraordinaria sabiduría. Con un gran corazón. Creativa y artista. De gran sensibilidad, templanza y esperanza. Ella era (es) un hogar que acoge, abraza y anima. Enhorabuena por este reconocimiento de «Buena gente». Eres buena en todos los sentidos. Gracias Antonia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mercedes
Aniversario Holea
Huelva Comercio
feria vimar
csif
unia
matsa
Hospital Quirón
Cocehu
Aguas de Huelva
Las cosas del toro
Atlantic Copper becas
Ayuntamiento de palos de la frontera
Caja Rural hipoteca joven
cepsa
Diputación de Huelva