RFB. Una declaración no de intenciones, si no de praxis, no puede ser más fuerte que la que expresa José Miguel Torres Álvarez, Torres, bufón de la vida. «Actúo por amor» -sentencia-. Ea, pues ya no hay nada más que hablar…
Pero si, si hay más que hablar. Porque Torres es un personaje -una persona- tan especial que emociona pensarlo. Estar curtido en mil batallas puede no ser original, porque hay mucha gente que así lo ha vivido y vive. Pero hacerlo como él, utilizando una munición que siempre tiene que terminar victoriosa -si subyace ese fundamento amoroso-, y de la forma en la que él lo hace, no es para nada común.
Y esta bendita munición es el humor. Tan necesario, tan fructífero, tan humano, tan fuente de felicidad. El no es humorista, es cómico cuentacuentos, pero el humor le marca. Y ese humor lo manifiesta trabajando pero también a pie de calle. Engancha Torres, porque consigue divertir de una forma genial y ayudarte -en algunos casos, porque en otros está claro que no hace falta- a perder el ridículo sentido del ridículo.
Este onubense, de esos que forman parte destacada de nuestro paisaje, persevera. Lo ha hecho desde hace muchos años, desde siempre. Era inevitable, nació para ello. Porque el entorno de costumbre no aúpa estas formas, las que nos regala Torres con sus actuaciones, con su vida. Mas bien lo contrario. Pero solo tiene que llegar un Torres -que lástima que haya solo uno- para darle la vuelta a tu rostro, a tu cuerpo -entre otras cosas, como nos invita, se trata mucho de bailarle a la vida-.
Te cuenta su historia y te tienes que reír. Y hay cosas que ha vivido, que vive, que no son para reír ¿o si?. Es fácil admirarlo, quererlo, como manifiestan tantas y tantos. El consigue con su generosidad confirmarse como un manantial de alegría, de simpatía. Y para estas siempre hay sed.
Si te das un paseo por sus perfiles de redes sociales la sonrisa que te bloquea el gesto no se te quita hasta mucho tiempo después de dedicarte a otra cosa. Y compruebas cuanto le quiere la gente.
En la acera opuesta de lo anodino, Torres es como la locomotora que, sólida e incansable, tira de nuestro ánimo para darnos cuenta en todo momento de lo bonito que es vivir, aún en adversidades. Y es que con frecuencia sin duda alguien tiene que venir, de vez en cuando o de continuo, a recordárnoslo.
Un factor clave de este buena gente con mayúsculas es su enorme capacidad para sentirse agradecido. Esas personas que se sienten agradecidas son las auténticas, las deseadas, los modelos. Y ha padecido en su recorrido vital dificultades, y desde hace un año libra una pugna de esas que te cimbrean y hacen preguntarte el sentido de todo. Parece lógico pensar que esos vaivenes son los que nos descubren sin filtros. Y Torres ha multiplicado en estos tiempos, si cabe, su definición personal, elevándola al Olimpo.
Es uno de los ilustres nominados a los Premios Buena Gente de Huelva, en su V Edición. Iniciativa de Fundación Cajasol y este diario que tiene la fortuna de poder reconocer públicamente a los buenos, a los mejores, a aquellos que entienden su discurrir como un ejercicio encaminado a la felicidad de los demás. Y, claro, Torres, propuesto en la fase correspondiente por algún lector y seleccionado luego entre dos centenas por el jurado de los promotores, encaja a la perfección con ese gremio que dignifica al ser humano.
A raíz de ello quedamos para una charlita en los Jardines de la Casa Colón. Allí, puntual, estaba con su perrita Wendy, que renació en abril de 2022 al ser rescatada por nuestro protagonista. Recordamos huellas comunes, en muy particular la del Colegio Francés, un sello indescriptible que se mantiene vivo en tantas generaciones de onubenses. Allí, según nos dice, empezó todo. «Yo empecé a hacer teatro en el Francés, lo es todo, en el Francés empieza la aventura» -apunta-. De hecho, su nombre artístico no deja de comportar un homenaje a la institución, utilizando el idioma galo, «Les Bouffons du Roi«.
«Cuando yo estaba en el colegio se hacía una representación en la Navidad, que empezaba y terminaba el 20 de diciembre, no como ahora, que empieza a mitad de noviembre. Por eso ahora mi vida de cuentacuentos –propio de esas fechas– está en los colegios. Después el verano es otra cosa«.
En el Francés empezó a hacer teatro con ocho años. Tras los estudios estuvo trabajando de administrativo en el concesionario de Citröen. Pero la querencia cómica le fue redireccionando. Empezó solicitando jornada reducida para compaginar el trabajo con la interpretación y, a partir de los 24 años, optó definitivamente por esta última. Estuvo quince años en Sevilla. Era el sitio de los cuentacuentos. «Me compré un apartamento en La Alfalfa, cuando se podía aparcar. Allí trabajé en las librerías, auténticos foros que en los años noventa en Sevilla solían contar con escenarios. Iban muy por delante de cualquier librería de cualquier ciudad«.
Su actividad está definida administrativamente como cómico, cuentacuentos, y caricato. «A mi la palabra caricato me encanta» -advierte-. Comedia, música y participación. Ese es el modelo de cuentacuentos que desarrolla Torres. Alegría, compartir, generosidad, amor, son los mensajes que transmite a través de sus coloridas y a veces disparatadas representaciones.
Actúa, en lugares como el Muelle de las Carabelas, no para niños, sino para la familia. «Desde la comedia digo que todos los niños y niñas que no se enteren que le pregunten al padre. Si, al padre. A la madre que la dejen tranquila«. Nos reímos, claro, y explica que es fácil de entender y así lo cuenta en su interpretación. «Esos niños cuando eran muy chicos muy chicos, cuando eran bebés, tenían todos el cólico del lactante, y el 98% de los hombres no se enteraron, así que ahora que dejen tranquilas a las madres«.
«Forma parte de la comedia. Yo hice en Madrid un curso de un año de comedia y el primer rótulo que vi, que me llamó mucho la atención -me lo aplico diariamente- es ‘un cómico siempre se tiene que pasar de la raya‘. Si, porque ¿dónde está la raya? la raya no está en el público, porque en el público cada uno tiene una raya y tu entonces no puedes depender de ellos. Tu dependes de ti. Y la raya tuya donde está, ¿aquí?, pues hasta ahí«.
Tiene como referente a Lorca. En este sentido aclara que «todos los cómicos tenemos una particularidad, que se va haciendo en el trayecto de la vida profesional. Y es que somos personas muy sensibles y, al ser sensibles, somos muy vulnerables. Somos todos románticos, todos… incluidos, por ejemplo, Tip y Coll… hasta, bueno, Eugenio era un romántico, aunque pudiera no parecerlo«. A nivel de preferencias personales, Torres se ha reído mucho con Martes y Trece y con Dani Rovira. Pero considera que hay mucha gente anónima que son cómicos sin saberlo.
«Las personas que cantan diariamente sin saber cantar son personas alegres. Y una persona alegre es una persona amorosa, generosa, alguien que le gusta compartir, solidaria. No va a vivir en una casa de 200 metros sola, la comparte«.
Admite que es el oficio el que le ha permitido trabajar cuando detrás tenía en algún momento un estado anímico de tristeza. Recuerda que su madre falleció cuando estaba actuando en el Teatro de Moguer, para varios colegios. «El oficio te lleva a representar una obra sabiendo que estás mal«.
Le preguntamos por sus hermanos, una y uno. Torres es el chico de tres. Le preguntamos si tienen el mismo tipo de personalidad que él. Nos dice que no, que «son igual que yo, pero al revés«. Nos reímos y afina «coges un calcetín, metes la mano y le das la vuelta, pues eso es. Mi hermano no habla… no habla. Me fui con él en un viaje a Burgos y lo único que dijo es ‘ahí hay una gasolinera’, y mi hermana es igual. Son formalitos. En el Francés mi hermano era el que me hacía los trabajos manuales«.
El padre de Torres era marinero. Navegó en mercantes, pesqueros, congeladores. Con trece años empezó de cocinero en un barco, y desde entonces siempre en la mar. Experimentó nuestro nominado a Buena Gente de Huelva esa ausencia paternal. Lo cuenta con mucha naturalidad, sin resentimiento.
Para Torres «el término buena persona socialmente parece muy simple, pero no lo es. Porque la buena persona no es aquella que hace favores, que tiene una sonrisa… la buena persona es una persona que se hace. Hay gente que nace con ese don y otras personas que se van dando cuenta que en la vida lo importante es ser generoso, compartir, hablar con desconocidos, incluso ayudarlos.
Y no te estoy hablando de una ONG sino de gente que su sentir es ese, de gente que eso es su forma de vida, que invierten una gran parte de su tiempo en ayudar a los demás. Si ese perfil lo tuviera la mayoría de la población, estaríamos viviendo muy bien. Esas personas existen y son más, pero las malas personas es que están mejor organizadas«.
Tiene capacidad de adaptación en el desempeño de su trabajo, o de aceptación. «No es lo mismo -nos dice- el público de Isla Cristina que el público de Baracaldo. Y te digo esto porque yo he actuado en Baracaldo«. Pero no cambia su registro. Observa que «Las mujeres en general tienen más predisposición a aceptar el espectáculo. El hombre es mucho más retraído, aunque hay excepciones sorprendentes«.
Algunos lugares le motivan a actuar con más prudencia. No así en la costa, donde lo que impera es la extraversión. «Siempre el objetivo es que la gente durante una hora reciba alegría y tras la actuación se vaya alegre a su casa. Que se hayan olvidado durante esa hora de la hipoteca y otras dificultades. Graciosos podemos ser todos, pero tu tienes que saber transmitir esa alegría«.
Se siente privilegiado porque trabaja en lo que le gusta. Reconoce que la felicidad que puede transmitir a través de este trabajo es efímera. Otra idea que sitúa en esta amena charla es que «a partir de los cincuenta es cuando te vas dando cuenta de que va esto de la vida. En mi caso es tratar de ser generoso. Pero no es una cuestión de generosidad material solo. Si hay personas que necesitan un abrazo pues tu tienes que ir a su casa. O personas que están solas y necesitan compañía, y es tiempo que te lo quitas de algo, de tu familia, de tus hobbies, de tu descanso«.
Entiende que ese amor que das lo recibes de vuelta. «Yo me siento muy querido«. Está en una etapa de su vida en la que necesita playa, es su habitat preferido. «Para mi es la calma total, la tranquilidad«. Acostumbra a ir a la playa casi todos los días del año, invierno incluido. A él la playa se lo da todo, pero cuando dice playa realmente dice la naturaleza. El moreno lo delata, desde luego. Se propone, en este sentido, trasladar su vivienda a El Rompido. Considera que tiene mucha suerte.
Siempre ha sido optimista. Pero nos dice que «las personas alegres, los cómicos, tienen un lado dramático de la vida. Una persona es cómica porque a lo mejor pudo recibir maltrato, por ejemplo, y se metió en la comedia para compensar. Conozco muchas personas así«. Es espiritual, no creyente entendiéndolo como formal. Le gustan, eso si, los pasos en la calle. Su experiencia personal le dice que las casualidades no existen, que existen las causalidades. Esa Providencia el la llamaría el Universo. Afirma que «no hay que preocuparse en creer o no creer, pues el tiempo en el que vamos a estar aquí lo que tenemos es que hacer el bien. Ese es el objetivo vital. ¿Qué hay algo luego?, que lo haya, ¿qué no? pues has pasado por la tierra y lo que has hecho es hacer felices a otras personas«.
Identifica en el patio de butacas a gente que lo han pasado mal. Y se siente feliz cambiándole en ese rato compartido la expresión, las sensaciones. Ayer -por el miércoles- trabajó en el Muelle de las Carabelas. Y mañana va a La Antilla. El Muelle de las Carabelas lo considera un escenario muy generoso. Allí vienen gente de toda España, y están de vacaciones, y vienen alegres. Es fácil. En ese enclave Torres es ‘Rodrigo de Rihana‘. Allí coincide con su querido y admirado amigo Diego Vázquez, el de Platalea.
Torres sigue con la bandera de la alegría, aun siendo consciente que la alegría está castigada. Pone como ejemplo a los niños. Nos comenta que un niño es la alegría personificada más o menos hasta los ocho años, después la sociedad se la corta. «Imagina que a un niño con cinco o seis años le dices que entre en una tienda y que diga ‘buenos días, que día más bonito hace hoy’. Se lo comen a besos. Sin embargo hazlo tu, entra en la tienda y llama la atención diciendo eso, ¿qué pasa? Hace todo el mundo así -mira para otro lado o te mira como alguien raro, porque la alegría está castigada-. Una persona que va por la calle cantado la gente lo mira raro«.
Este cuentacuentos genial, onubense de la calle Isaac Peral, es una persona muy especial desde primera hora. Por eso no sabe el día exacto en el que nació, y nos cuenta con gracia que fue sietemesinos, y que la fecha de nacimiento se la puso el celador de la puerta, «con bigote y fumando, preguntándole a su madre, ¿a ver señora usted que día vino? a mitad de noviembre; ¿Y cuando se fue usted? a mitad de diciembre… pues el treinta. Y yo soy sagitario o lo mismo soy acuario, vete a saber«. Nos reímos y comenta que cuando va llegando la época pregunta ¿qué día lo celebramos?
¿Qué más da?-concluye- lo importante es celebrar la vida.
Reportaje fotográfico: Edith-HBN.
2 comentarios en «Torres: «Si hay alguien que necesita un abrazo, pues tu tienes que ir a su casa y dárselo»»
Eso es ser una buena persona, buena gente, reparte sonrisas y amor….me encanta!
Como maestra, me ha tocado compartir más de una vez, escenario con Torres para alegras a mis alumnos/as. Ha sido un privilegio que nuestras vidas se hayan cruzado en varias ocasiones. Hoy en día no es fácil toparse con alguien como él.