‘El extraño si bemol de color sepia’, de Pedro Jorge Solans

Ramón Llanes. Pedro Jorge Solans. ‘El extraño si bemol de color sepia‘. La maestría comienza en la segunda página cuando propone la cita de Jean Paul Sartre “sé que moriré en la esperanza pero hay que fundarla”. A partir de ahí suceden cosas, nos invade la pandemia y quedan acaso recuerdos/que alimentan el porvenir/para que no sea/una simple copia/ de lo vivido.

Ben Clark tuvo la primera culpa de este libro de Pedro Jorge Solans porque acuñó aquello de nos faltará el papel higiénico pero que no nos falte la poesía. Os propongo colgar Corona Versos en la redes, en este hilo o donde sea. Salud y Poesía. Empiezo yo.



La presentación de la obra ha tenido lugar en el Centro Cultural José Luís García Palacios, de la Fundación Caja Rural del Sur.

Y surgieron libros, muchos libros, más libros, libros con olor a confinamiento, libros de espejos, de gatos, de paisajes, de olvidos, hasta que este autor de Qutilipi, Chaco, Argentina por más señas, empuñó el testigo de hacerlo y como sabía escribir lo hizo y como quería publicar lo publicó con ENDYMION POESÍA y como sabe volar ha venido hasta Huelva a presentarlo con la dignidad de un
aventurero.

Y puede parecer una crónica de melancolías, un tratado de autoayuda para damnificados, una retahíla de recuerdos o un resorte psicológico para librarse del olvido. Nada de eso y también todo eso. Lo dicho queda, lo pensado se diluye. Y llegó a la conclusión de que al fin y al cabo/la muerte es el exilio/de las emociones. Y entonces calló un rato, después de estos versos no cabían más indumentarias para la vestimenta del poema.


Puerto de Huelva

El acto contó con el deleite musical ofrecido por el cantautor argentino Alberto Muñoz.

Después del rato en silencio volvió a escribir: qué difícil será/espesar los mares/y beber sopa/de esa olla gigante. De tal manera recorre su olor a casa cerrada en sus propias entretelas de estancia y espacio que llega a temer por sí mismo, por su falta de lírica para diseminar el terror del encierro y suscribe que: lo cierto/que la muerte/nos cambia la vida. Parece verdad o parece mentira pero esto es un breve poema con armonía y decisión, no hay que tocarlo, no le añadan una coma, un punto, una enemistad, déjenlo y que vuele así, con tal elegancia.

Para romper la arrogancia de la enfermedad se inventa que después de la tos seca/la fiebre/y el cuerpo desarmado/cantar. El autor mantiene con Dios una solemne lejanía, trata de adivinarle los movimientos para denunciarlos: Tú eres Dios pero yo soy poeta, le
habrá dicho muchas veces, y además le habrá subrayado y soy argentino y con más reiteración y tengo un periódico y puedo hablar de lo que no haces. Y se metió en un verso con rabia durante la invasión virósica/ví a un Dios pálido/con tapabocas/enrojecido de
vergüenza ajena./Dios escuchó/y bajó los brazos.

Me sobrecoge el rumor de un poemario tan abierto, con tanta densidad de belleza, con tanta idea para degollar en los pensamientos y acaso me quedaría enmudecido ratos eternos vibrando sus simbolismos, sus calmas y sus entrecortados miedos.

Es ya casi de noche y tocan a regreso, que la música espera libertaria para su otra misión. Que vienen los lobos y nos comen, que corresponde cerrar el armario y guardar los libros porque no existiría el mar sin ustedes.

Y la puerta del mar es un espejo desde donde se ven los sentimientos y los olvidos, la pandemia hizo sus estragos, la poesía no faltó: ¡No, no, palabra, no te duermas!/hay tetas/reventando savia/mujeres cantando bajo el agua/mujeres escribiendo/en la vía láctea. Aún torturan, violan y matan/. ¡Palabra, palabra, no te duermas!.

Pedro Jorge Solans. ‘El extraño si bemol de color sepia‘.

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