R.F.B. La magia y un lugar en Huelva, calle Concepción número 15. Mucha gente en esta ciudad ha entrado antaño numerosas veces en el local que ocupaba ese número de la calle social y comercial por excelencia de la ciudad. Ha pasado por allí, ha franqueado sus puertas y ha experimentado la magia del lugar, al menos hasta finales de los ochenta del siglo pasado. Al pasar por ese sitio hoy puede que sintamos que permanecen en el aire vibraciones de tanta creatividad, de tanta amabilidad, de tanta ilusión asociada a un enclave determinante en la vida de los onubenses durante más de un siglo.
Porque hay espacios donde se mantiene esa energía positiva que se ha asentado a lo largo de los años, generada por las personas que han creado felicidad en ellos. La vida y el tiempo se conjugan perpetuando olores, visiones y sensaciones que resultan imborrables mecidas por la ilusión de niños y mayores que como razón de ser han alimentado.
El número 15 de la calle Concepción de Huelva no es cualquier espacio. Más allá del edificio que hoy lo ocupa, dado que lamentablemente en esta ciudad son escasos los vestigios físicos del pasado, queremos pensar que el aire de ese lugar, las coordenadas de ese volumen abrigan una magia que nunca podrá disiparse. Hoy está situada allí una perfumería. Más bien, parte de la perfumería se corresponde con el tradicional número 15 de la calle Concepción, teniendo afectado el comercio dicho número postal. En Catastro hay un pequeño lío porque no coinciden las fincas con los números de la calle.
Todo empieza, como mínimo, hace 130 años. Entonces el número 15 albergaba una tienda de tejidos, Repiso y Sousa. Pero no era, en esa lógica de nuestro relato, un establecimiento de tejidos cualquiera. Lo acredita un anuncio que reproducimos, de 1900, y en el que se ofrece género diferenciado, por ejemplo, de la acreditada tienda, casi colindante, de Tejidos Pérez Hermanos, –esta última estaba en el número 19-. En el año final del siglo XIX ya Sousa se había separado de Repiso y había fundado Sousa y Compañía, una sociedad en comandita con un sobrino y otros empleados que vivían, al igual que él y su numerosa familia –seis hijos- en los altos del inmueble.
Decimos esto porque el anuncio destaca que ofrece ‘artículos de fantasía’. Entendemos Tejidos de fantasía, algo singular en un sector comercial muy competitivo entonces en Huelva y que se concentraba en las calles Concepción, Palacio y Sagasta.
Pero estos años constituyen un preámbulo porque la magia y la fantasía, por supuesto, se multiplicaron al llegar al 15 de la calle Concepción Rogelio Buendía Abreu. Natural de Ayamonte, aunque sus padres eran de Huelva y volvieron a la capital cuando el pequeño Rogelio tenía seis años (1873). Una familia humilde pero muy trabajadora. Cuando tuvo edad se empleó por cuenta ajena en el comercio. Persona inquieta y con anhelos culturales, al cabo de poco tiempo se independizó, abriendo una modesta librería en la calle Tetuán –la calle botica-.
Pero su querencia le llevaba unas decenas de metros más al sur, al mágico 15 de la calle Concepción. Por eso se trasladó primero al 21 (1895), luego al 17 (1899), volvió al 21 (1907) y, finalmente se asentó en el 15 (1908), donde permanecería casi treinta años, hasta 1935. Falleció en 1941, con 69 años.
Rogelio Buendía fue un verdadero personaje en Huelva. Impulsor de la lectura y la creatividad literaria consiguió que su librería en Concepción 15 fuera el ágora literario de la capital y provincia. Por allí pasaban los intelectuales y en general los onubenses interesados en las nuevas publicaciones que iban editándose en el país. Una oportunidad para cambiar impresiones con el librero sobre la actualidad literaria. Buendía también atraía a los niños a este pequeño templo de la cultura regalando estampas, algo que le hizo muy popular entre los pequeños. Fue, además, uno de los principales editores de tarjetas postales de Huelva.
Imaginamos a Buendía revisando en el mostrador de su negocio junto a Diego Calle imágenes de este para completar las colecciones de 12 vistas representativas de Huelva que se divulgarían por el mundo a través del correo de la Unión Postal Internacional. El mismo, como coleccionista de sus ediciones y las de la competencia onubense (Papelería Inglesa, Papelería Mora) intercambiaba postales con ‘agentes’ de todo el mundo, difundiendo la imagen de una pequeña pero bonita ciudad, la suya, a la que amaba profundamente. Este hábito lo adquirió, igualmente, su hijo Rogelio.
Ese templo del conocimiento y el saber era fuente para las inquietudes de los onubenses. No es de extrañar que su citado hijo Rogelio Buendía Manzano se proyectase nacionalmente como poeta y escritor, al igual que su padre. Pensamos que ese espacio mágico de Concepción 15 fue atesorándose de tantas vivencias literarias y artísticas que era inevitable su cosecha. Buendía Abreu, al igual que su hijo, vieron publicadas varias obras de su autoría por editores madrileños. Buendía Manzano, además, se casaría con otra célebre autora onubense, María Luisa Muñoz de Vargas.
La pasión por su librería y su inquieto dinamismo impulsaba a Rogelio Buendía a promover la cultura en Huelva, más allá del natural interés porque su actividad prosperase. Por ejemplo, en 1915 (el 15 es el número) organizó una exposición de libros de autores onubenses que causó verdadera sensación. En un artículo reciente hablábamos de la puerta de la Parroquia de la Concepción como posible kilómetro cero de Huelva. Bien pensado, Concepción 15 podía ser ese kilómetro cero, foco de cultura onubense y cónclave de ilustres creadores.
Rogelio Buendía dejó la actividad en 1935, ya tenía 68 años. Falleció en 1941. Y ese centro neurálgico que era el número 15 de la calle Concepción parecía que se quedaba huérfano, pero afortunadamente no fue así. El destino había establecido que el testigo lo cogería otro activo onubense, natural de Almonte pero también llegado de niño a la capital, Manuel Arias Cabrera.
En Concepción 15, a partir de 1936, se establecería de esta forma la papelería Diario de Huelva. Era el establecimiento abierto al público que comprendía los artículos propios de una librería, papelería y artículos de escritorio. E igualmente se configuraba como un escaparate comercial del centro impresor -en las calles Béjar, Gravina- de Manuel Arias, que además editaba el consolidado periódico Diario de Huelva.
Con solo 22 años, Manuel Arias ya ejercía la profesión de impresor, y vivía en la calle José Nogales nº1, junto a su mujer, su cuñado, la mujer de este y cinco sobrinos. Luego formaría su propia familia, que terminarían viviendo en los altos de Concepción 15. Antes había residido en Pozo Dulce, a las afueras de la ciudad, con sus padres Domingo e Isidora, y sus hermanos Ildefonso, Micaela, Antonia, Rafael y Domingo. Esta familia almonteña ya en 1900 tenía su domicilio más en el centro, en la calle Padre Marchena.
Al igual que Buendía, Arias se estableció inicialmente como comerciante, en 1926, en la calle Botica. Y al igual que aquel terminaría en Concepción 15. Ese paralelismo contribuyó también a que esa dirección de la neurálgica calle peatonal siguiera siendo un enclave especial, mágico.
Olor a tinta, a material impreso reciente. Gama de colores amplia y pulcritud en productos para escolares y mayores, impolutos a la espera de ser estrenados. Un ambiente tan singular como el de una papelería, inconfundible. Y situado en el mismo corazón de la ciudad.
Manuel Arias disfrutó poco de esa especial ubicación. Falleció en 1939. Su mujer, Mercedes Travieso con valentía asumió el negocio, que ahora tendría como titular a Viuda de Manuel Arias Cabrera. Mercedes y su hija mayor, Manuela, mantienen la actividad y finalmente se hace cargo de ella la hija pequeña, Mª del Carmen. Ella consiguió que permaneciese abierto este espacio mágico hasta 1989, cincuenta años después de fallecido su padre. En esas extensas cinco décadas de la vida de Huelva, Concepción 15 siguió siendo un lugar de peregrinaje, para mayores y pequeños, donde encontrar conocimiento impreso, material didáctico y de diversión, objetos de pintura artística, amabilidad y sensaciones únicas.