José Antonio Mayo Abargues. El verano llegó a su fin, no el oficial, que será el día 22 de septiembre, pero sí el vacacional. Mazagón, que comenzó hace unas semanas a sentir la ausencia de muchos vecinos de Palos y Moguer que tienen aquí su segunda vivienda, al trasladarse a sus pueblos con motivo de las fiestas, se queda ahora más vacío aún al finalizar los contratos de alquileres de chalés y apartamentos.
El verano ha sido bueno en lo que al turismo se refiere, según hemos podido saber de fuentes empresariales, que muestran su satisfacción por los elevados niveles de ocupación y gasto, que han superado con creces a los años anteriores a la pandemia; hecho que cualquier vecino de esta población ha podido constatar a lo largo de estos meses por la gran actividad turística que se ha venido desarrollando en todos los sectores.
Pero a pesar de haber cerrado la temporada con muy buenos resultados, los hosteleros siguen diciendo que Mazagón tiene los veranos muy cortos y los inviernos muy largos. Y es verdad. Mazagón no es Benidorm, que conserva todas sus infraestructuras turísticas en invierno, ofreciendo los mismos servicios y manteniendo revolucionado el motor de la economía local. Aquí ese motor va al ralentí, pues a partir de ahora esta población entra en un largo letargo en espera de la llegada de la primavera, y sus espectaculares playas, en las que todavía no hay que madrugar para colocar la sombrilla, ya comienzan a estar desérticas.
El futuro que se le presenta a este sector para los próximos meses no es nada halagüeño, debido a los elevados precios de la energía y las materias primas. Esto repercute en un aumento general de los precios de venta, que terminará pagando un consumidor que cada día se está retrayendo más en el gasto.
No será fácil sostener esta situación y algunos aprovecharán para coger vacaciones, mientras otros optarán por echar la persiana durante una temporada para ahorrar los costes de energía.