Teodoro Bernal, la grandeza de la sencillez a pie de barrio en Huelva

RFB. A Teodoro Bernal Serradilla no hace falta buscarlo, está ahí en la calle, al lado de la gente. Un cura del corte de Paco Girón, Manolo Martín de Vargas o Paco Oliva. Cualquiera que se haya interesado alguna vez por el submundo de los más necesitados, por los ambientes que pueden abocar a la marginación e incluso a la delincuencia, sabe de qué tipo de persona estamos hablando.

Y como ocurre con la de aquellos santos del pueblo, estamos seguros de que hay cientos, miles de onubenses de la capital y la provincia que han visto marcadas sus vidas por la presencia de su sonrisa generosa, fraternal y rotundamente desinteresada que nace sincera de su enorme corazón.


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Teodoro Bernal en su despacho de la Parroquia de N.S. del Pilar. / Foto: Edith.

Nominado a premio Buena Gente de Huelva, distorsionamos un poco el intenso quehacer cotidiano de Teodoro Bernal -esta mañana iba a visitar a enfermos- para hacerle algunas preguntas y que nos hablase un poco de su vida y el sentido de las cosas.

Y como la Providencia sabe más que nadie nos sitúa -no existe, obviamente, la casualidad- una escena significativa al acercarnos al modesto despacho que tiene en la Parroquia del Pilar, donde nos aguardaba. Cruzamos el umbral de la antesala y escuchamos voces. Hablaba con él una indigente, quizá la más popular de Huelva, ‘La Trini’.


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El cura con un feligrés. / Foto: Edith.

Allí estaba la Trini, diciéndole cosas al cura -no la entendíamos bien aunque hablaba alto- y Teodoro le apremiaba porque nos veía llegar, para atendernos. Con todo el cariño del mundo el cura abraza a Trini, le da dos besos y ella, más tranquila, nos saluda a nosotros con corrección y sale por la puerta a la plaza, a seguir ese penoso deambular que tanta gente, el primero este cura de su parroquia, ha tratado de reconducir.

Teodoro nos comenta que todo el mundo coincide en que el de Trini es un caso perdido. Que su alcoholismo domina una voluntad sobre la que se ha intentado muchas veces actuar. Pero nos dice ¿y no la vamos a atender? Nos enseña el ‘armario’ que tiene Trini en uno de los ventanales de la parroquia y el ‘dormitorio’ en el que se pone fuera en una esquina de un lateral. Pacientemente Teodoro pone todo el cariño posible a una situación dramática y de incierta solución.

Bernal junto a la popular Juana María González. / Foto: Edith.

Teodoro Bernal era a finales de los años sesenta del siglo pasado un joven inquieto con ganas de aprender y respirar espacios de libertad. Natural de Jaraíz de la Vera -Plasencia-, como estudiante se fue becado a Francia, lugar donde su camino al sacerdocio cogió más fuerza. Entabló relación con gente de muchos otros países en Montauban y en Touluse, focos entonces de intelectualidad y cultura.

Recuerda lo que le marcó su relación con el obispo de la zona donde trabajaba, y los compañeros curas. En las capellanías que atendían a emigrantes españoles aprendió de muchas historias, duras experiencias que fueron definiendo su visión y compromiso que luego se trasladarían a su extensa vida pastoral y de atención al necesitado. Tuvo contacto con españoles exiliados y gente que había vivido la terrible experiencia de los campos de concentración en la segunda guerra mundial. En aquella etapa hizo de todo, terminando como maestro en un colegio interno.

Saludando a unos vecinos del barrio. / Foto: Edith.

Allí, en Francia, fue donde conoció al obispo onubense, Rafael González Moralejo, quién le terminaría ordenando sacerdote en Huelva e incorporándolo a nuestra diócesis. Bernal se transformó en cura de perfil muy social. De los que trabajan a fondo el alma pero también el alimento y las otras necesidades básicas de subsistencia y dignidad. Esos que no llegan a fin -ni a mediados, ni a la primera semana quizá- de mes porque antes han ido dejando vacíos los bolsillos a base de ir mitigando los agujeros de aquellos más humildes a los que se acerca con valentía.

En su estancia francesa Teodoro Bernal profundizó en su formación filosófica y teológica. Estudió en centros religiosos y también en universidades civiles. Luego culminó su formación en Sevilla. Tuvo oportunidad de conocer a Sartre y otros filósofos franceses de referencia en aquel tiempo.

Nos muestra una foto enmarcada de la Hdad. del Rocío de Gibraleón. / Foto: Edith.

Quedó marcado de alguna forma por los vientos del 68 y volvió a España para quedarse definitivamente en nuestra provincia. Brevemente en Lepe, un tiempo en Bollullos, la intensa experiencia de las minas, La Zarza y El Perrunal. Aquí en una época de turbulencia sindical enmarcada en el cambio de régimen en nuestro país. Villanueva de los Castillejos, El Almendro, El Granado, incluso pasaba a Pomarao para atender a la gente. Luego, no recordamos el orden, Gibraleón, Las Colonias, Beas y ya Huelva capital de forma definitiva.

En todos los lugares se ha sentido muy querido y feliz. Siendo tan buena persona comprobamos que ve con buenos ojos a los demás. Admite que los ‘malos’, si los hay, son pocos, aunque hacen mucho ruido. Por eso ‘se deja engañar’ en la más absoluta consciencia, no perdiendo oportunidad de que se acerque la gente a él. Corazón abierto y verdad cristiana.

Teodoro Bernal lleva casi cincuenta años de servicio a los demás.

Nos cuenta algunas anécdotas, como la que le ocurrió cuando estaba en El Carmen pero que cubría las barriadas aledañas. Unos ámbitos los de estas muy dominados por la degradación a causa de la droga en los años en los que el estuvo -finales setenta principios de los ochenta-. Entre los jóvenes más marginales se había creado un dicho, para señalar a la torpeza de uno, que era «tu no vales ni para engañar al cura».

También recuerda el ‘apuro’ que pasó cuando siendo director espiritual de la Hermandad del Rocío de Gibraleón lo alzaron de la forma tradicional frente a la Imagen de la Virgen. Nos enseña una fotografía enmarcada con el momento que tiene en el despacho de El Pilar.

En el altar de la capilla de su parroquia.

Todo da una idea de la bondad y la humildad de este hombre que siempre atendía -y atiende, como decimos- con los brazos abiertos a aquellos que se acercan a él, incluso siendo consciente de no comportar buenas intenciones iniciales. Teodoro Bernal habla rápido, con energía y con ganas de comunicarse, de seguir transmitiendo lo que le sale de dentro.

Una persona inteligente, humilde y culta cuya condición de sabia es, si cabe, más patente en su trato con los demás. Así lo vimos el ratito que compartimos en la Hispanidad. El gitano de la esquina que tiene el top manta cerca de la parroquia, los vecinos que pasan por la plaza, la ex-‘alcaldesa’ del barrio Juana María González. También los clientes del bar donde nos invita a un café, todos transmiten una gratificante complicidad con el cura, con Don Teodoro.

Una parroquia con las puertas abiertas de par en par.

Tiene las puertas abiertas de su parroquia, su salón, la capilla y, sobre todo, de su corazón. Una suerte para su barrio, para los católicos y los que no lo son, y para todos los onubenses, en especial para aquellos que lo han conocido. Un rotundo buena gente a pie de barrio, a pie de calle. Todos lo quieren, no podría ser de otra manera.

 

 

4 comentarios en «Teodoro Bernal, la grandeza de la sencillez a pie de barrio en Huelva»

  1. Excelente persona, lo conocimos cuando era cura en Bollullos, donde dejó su impronta imborrable de buena persona. Lo buscamos para que bautizase a nuestro hijo Pablo, cuando estaba en la barriada del Carmen, en 1989. Los que lo hemos conocido siempre tendremos grandes palabras para él. Un abrazo, don Teodoro.

  2. Es mi párroco y solo puedo decir de él que no necesita de grandes pláticas para evangelizar( aunque cultura teológica le sobra). Con su ejemplar forma de vivir y relacionarse con todos es suficiente

  3. tengo que felicitar a huelva buenas noticias por el acierto en la nominación. espero que el referéndum popular lo ratifique, aunque el dirá que no es necesario , dado que todo lo que se ha escrito sobre su humildad y dedicación a los demás es cierto y eso le reconforta suficientemente.
    como anécdota de su paso por Beas, decir que sus parroquianos le regalaron un automóvil para que pudiera desplazarse con mayor autonomía a visitar a su familia que residían fuera de huelva.

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