Juan Antonio Ruiz Rodríguez / @JARuiz_74. El 15 de mayo de 1972 se estrenaba el actual Simpecado de la Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de San Juan del Puerto, el cuarto que a lo largo de los lustros y décadas ha tenido la corporación. Pero también la vara labrada y dorada de Hermano Mayor donada entonces por Juan Ruiz Recio, quien ejerció honorablemente con ese cargo ochenta y tres días después de estrenarse en la paternidad de mi querida hermana Paqui. Tenía veintiséis años.
Esta pequeña semblanza me gustaría dedicársela a él y a todos los miembros de la Junta Directiva de la Hermandad que hasta entonces también lucharon porque el nombre de San Juan del Puerto y del cada vez más numeroso grupo de personas devotas rocieras del municipio, tuvieran el lugar que merecían estrenando ambos elementos ornamentales que desde ese momento la filial número diez ha venido haciendo uso hasta hoy.
Lógicamente, el primero de ellos, es el más conocido entre los sanjuaneros y sanjuaneras, pero no tanto el segundo. Y es que, en casa siempre le escuché de su boca un viejo anhelo que tenía: que en una de las anillas de aquella vara que siempre he mirado con tan buenos ojos, fuese grabada alguna leyenda que pudiera decir algo así como “Vara donada por Juan Ruiz Recio habiendo ejercido de Hermano Mayor en 1972”. Por esa deuda pendiente que en vida tuvo y que se llevó al otro mundo, este recuerdo cincuenta años después.
El miércoles 17 de mayo de 1972, el Diario Odiel recogía en su novena página un artículo de Juan Pérez Martín abordando el estreno del Simpecado que confeccionara la artista sevillana Esperanza Elena Caro “bordado sobre terciopelo verde con oro fino, siendo la efigie de la Blanca Paloma, busto repujado en oro, plata y marfil, como igualmente el Niño, media luna y demás atributos de la realeza de la Virgen del Rocío, obra maestra del insigne orfebre sevillano Fernando Marmolejo, cuyo medallón ha sido donado íntegramente por la viuda de Diego Garrido, hermano mayor perpetuo de esta Hermandad”. La crónica continuaba “del mismo orfebre ha sido la vara de hermano mayor, donada para la Hermandad, por el que es este año, don Juan Ruiz Recio”.
Que se sepa, el Simpecado estrenado en ese momento sería el cuarto que tendría la hermandad en sus ya 59 años de vida. El primero o fundacional, según Juan Bautista Cartes Pérez, era de color blanco y amarillo bordado en oro con pintura al óleo en el centro de la Virgen. En los años treinta, por mediación de la familia Contreras se hace de otro costando 1.025 pesetas y que serviría para inaugurar la primitiva casa de mampostería; también era bordado en color rosa que con el paso de los años y al adquirirse uno nuevo, pasó a la familia oferente. Y el tercero sería el que se conserva retocado en la actualidad, aparecido en las décadas de los cincuenta y sesenta, comprado por Antonio Cruz y que se venera en la capilla; de color verde ricamente bordado en oro con pintura al óleo de la Blanca Paloma.
En cuanto al soporte donde irían los Simpecados y después del primer carretón de madera, desde 1946 el Simpecado sanjuanero peregrinó en una antigua carroza que comprara en los años veinte del pasado siglo Arturo Damas para la Hermandad de Huelva, la cual, fue donada por el entonces Hermano Mayor de ese año, Martín Cambra Quintero. Hablamos de una carroza pintada siendo realmente su interior de plata repujada y que la hermandad sanjuanera vendió en 1975 a la Hermandad de Écija sin saber verdaderamente el valor que tendría. En 1976 Villarreal realizó la actual carroza que conocemos en la más típica tradición de estos carruajes rocieros en alpaca de plata.
En San Juan del Puerto, los días en sus mañanas y tardes de aquella primavera de hace media centuria y tras la Semana Santa, serían tan alegres como los inconfundibles toques y sones que por las calles y plazas repartiera a diario José Robles Quintero, el tamborilero. Mientras, las reuniones y peñas arreglaban carros y preparaban costos. Siempre le oí al Hermano Mayor de aquel año que José Quintero era el tamborilero que mejor tocaba en este pueblo. Le acompañó incansablemente con sus ritmos y melodías en aquella romería guardando de él un bonito recuerdo que siempre puso de manifiesto.
El Simpecado que se estrenara hace ahora cincuenta años, fue adquirido mediante suscripción popular, rifas y festivales, excepto el busto en marfil que donara Joaquina Amores Illanes pasándose a finales de 1994 a nuevo terciopelo en los talleres de la Hermandad de Vera Cruz de Salteras en Sevilla.
Los documentos hablan de que fue el 15 de abril de 1972 cuando se firmó el contrato cuyo importe ascendía a 170.000 pesetas, entregándose 50.000 a la firma y el resto a su finalización. El diseño inicial del que sería el nuevo Simpecado “de mariposa” se debe a Fernando Marmolejo Camargo con modificaciones de José Manuel Elena Martín y a buen seguro a las sugerencias de Matías Cartes Bueno.
Marmolejo hizo en orfebrería la parte central y las carnes de marfil Carlos Valle Hernández. Un Simpecado de ornamentación barroca que, como explícitamente aborda Juan Bautista Quintero Cartes en el boletín informativo 18 de esta Hermandad es “de roleos bordados en técnica de cestillo, hojilla, puntita, media onda, muestra armada, perfil de lentejuelas y cartulina, rodea el motivo arquitectónico clásico, en cuya cimera aparece la corona real. En su centro, la parte de orfebrería en plata de ley y marfil antes mencionada. Todo ello con la simbología iconográfica y la Cruz de Malta haciendo alusión a la devoción de San Juan Bautista”.
Una “extraordinaria obra de arte” calificaba Pérez Martín en el vetusto Odiel al nuevo Simpecado que fuera bendecido en casa del Hermano Mayor para recorrer después en procesión algunas calles del casco urbano, con celebración del triduo y misa de romeros el 18 y salida hacia el Santuario el viernes 19 sobre las diez de la mañana.
El mismo periódico, el 23 de mayo de 1972 hablaba del Rocío de ese año como “un Rocío completo. Buen tiempo. Más animación y visitantes que nunca. Más caballos y ni un solo accidente”. La cifra de asistencia a la aldea se cifró en “200.000 almas” siendo recordado también por la presencia de 42 hermandades o de una joven Princesa de España, Sofía, que entraría en el Real con la hermandad trianera, hiciera la presentación con Villamanrique y nombrada ‘Camarista de Honor de la Virgen’ por la Matriz de Almonte. En suma “un Rocío -el de 1972- muy interesante”, esbozaba su editorial en cuya fotografía de portada del 23 de mayo impactaba con esta panorámica de Rodri en el momento en que la Virgen visitaba la casa de las camaristas.
Tendrían que pasar cuatro años, en 1976, para que en San Juan del Puerto se construyera una capilla-almacén para la carreta que venía portando ese Simpecado en la calle del Concejo, hoy Virgen del Rocío. Y es que, la devoción rociera local parece ser anterior a la propia fundación de 1913. Juan Bautista Quintero Cartes asegura que de las primeras referencias que disponemos en los libros de bautismo, es el acta con el nombre de una niña en el año 1803 como “María del Rocío, hija de Manuel Macías y Jerónima García”.
Volviendo a 1972 el Hermano Mayor Perpetuo de la hermandad sanjuanera era Antonio Cruz García; el Hermano Mayor Honorario Enrique García Fernández, el Hermano Mayor efectivo mi padre Juan Ruiz Recio; el presidente Antonio Santiago Morales; el secretario Carmelo Crespo Ortiz; el tesorero Manuel Fernández Pulido; el mayordomo primero Miguel Rebollo Prieto, siendo el segundo Manuel Pérez Plaza y el tercero Manuel Martín-Toro Sosa. El director espiritual Domingo Fernández García y las camaristas Mª Dolores Rodríguez Vaquerizo y Carmen Crespo Martín.
El día de su bendición el pueblo sería una fiesta. Amanecería al estruendo de cohetes y repique de campanas siendo recordado a buen seguro por la familia sanjuanera y rociera en general y particularmente por quienes residían en Trigueros 12, donde en la habitación principal de aquella casa, entrando a mano derecha y que minuciosamente prepararían Paca, Manuel, sus tres hijos y cónyuges incluso sus tres primeras nietas y con el beneplácito de la directiva de la época, aquel agua bendita rociada marcaría el inicio de un nuevo capítulo en la ya longeva y más que centenaria historia rociera local.
En 1972 el presidente de la Matriz fue Francisco Martínez Moreno, el Hermano Mayor José María Núñez Vázquez y la camarista de honor la infanta Isabel Alfonsa. La hermandad madrina, la de Huelva, llevaba en su comitiva en aquella romería como recoge Ricardo Caamaño, uno de los números más elevados de su historia ¡200 caballos! Hermandad cuyos mayordomos fueron los hermanos Antonio y Martín Cambra Quintero.
Si echamos la vista aún más atrás en el tiempo, hacia 1930, la hermandad sanjuanera, tras una pequeña crisis se consolida no faltando ni en los años de la II República o en los difíciles de la Guerra Civil. Se cuenta que en 1933, la décima filial llevó los dos Simpecados que tenía. Uno de ellos, puntualmente estuvo en la Ermita de Los Remedios y es desde los años cincuenta, en el retablo neoclásico de la parroquia, donde recibe culto el tercero hacia 1945 realizado en los talleres de Caro de Sevilla con una pintura de la Blanca Paloma.
Diego Matías Romero Mora asegura que es en 1930, cuando al Rocío fueron de nuestro pueblo un total de nueve carretas y dos coches a caballos, siendo Hermano Mayor José de la Puente Apetechea y él mismo el mayordomo. Aquí es cuando la Hermandad encarga al maestro de obras Manuel Ruiz Cartes (detalle hacia mi querido abuelo que desconocía por completo), levantar en mampostería casa en la aldea que reemplazara aquella que se hiciera con ramas de árboles y luego de material viéndose ampliada a partir de febrero de 1963. Y lo que son las cosas, enlazo esta actuación de mi abuelo Manuel con una de las últimas obras que se le encomendara a mi padre en la casa de la aldea donde mejoró todo el porche con nueva solería, zócalo y bancos de la marquesina.
El onubense Manuel Marín Delgado pregonó triplemente el Rocío de 1972, en la Casa Regional de Madrid, Jerez y Paterna del Campo “el Rocío es el alma multitudinaria, personal y compleja de los rocieros” decía. Quedándonos en la aldea de hace justo medio siglo, el sábado 20 de mayo a las cinco de la tarde tendría la presentación oficial de todas las hermandades y fue el obispo Rafael González Moralejo, quien oficiara el día después la solemne misa en el real a la diez de la mañana.
Para aquellos que no pudieron acercarse, un buen número de sanjuaneros y sanjuaneras seguirían por Radio Popular de Huelva algunos de los programas narrados por Vicente Quiroga, Juan de Mata Rodrigo o Pedro Galvín quienes realizaron reportajes, transmisiones y programas especiales emitidos de sábado a martes a las siete de la tarde.
La Hermandad de San Juan del Puerto celebró aquel gran año de 1972 triduo los días 15, 16 y 17 de mayo y el 18 la solemne procesión recorriendo las principales calles de la población estrenando el referido Simpecado y juego de varas. La salida del camino se efectuaría el 19 de mayo a las ocho de la mañana tras la misa de romeros.
Recreándome en la fotografía que tomara Antonio Flores al carro del Hermano Mayor adornado con mantón de manila y flores coloristas, y por lo singular de la imagen familiar, puesto que no he conocido después otra igual, no puedo dejar de mencionar a mi entrañable abuela Paca que tanto gozaría junto a sus cuñadas Pepa y Juana de aquellos momentos extraordinarios junto al bueno de Matías que siempre estuvo al lado de mi abuelo, a tita Sole o Juanita mi sonriente madre que, con faldas de lunares, flores en el pelo, pulseras, collares y grandes gafas de sol, animadas por sevillanas, flanqueaban a mis primas Antoñita la de Huelva y a una preciosa niña rubia de nombre María del Rosario que, con trajes de gitana felizmente daban color con la comitiva haciendo el camino por Niebla, Rociana, Almonte y El Rocío, la estancia en la aldea y el regreso al pueblo el 23 a las siete de la tarde.
Curiosamente, el alcalde de Almonte en 1972, para “defender la pureza de las celebraciones rocieras” dictó una serie de normas como la prohibición del paseo a caballo una vez anochecido; la prohibición del baile a excepción del típico andaluz por sevillanas y no permitiéndose la instalación de puestos de venta de artículos u objetos tales como “sombreros mejicanos u otros similares o carnavalescos inapropiados en esta romería”. A modo de epílogo y en crónica social, aquel año Paco Robles invita al Rocío a artistas de la talla de Paco de Lucía quien visitara la romería junto a su madre, o por primera vez, la de un jovencísimo Camarón de la Isla con tan sólo 19 años.
A muy grandes rasgos, ésta podría ser una radiografía más o menos ajustada de hace cinco décadas de una Hermandad, la sanjuanera, que tiene el reconocimiento canónico en 1988, recibe el título de ‘Real’ en 1995 por la Casa de SM el Rey Juan Carlos I y el de ‘Ilustre’ por el Ayuntamiento, quien en 2013 le concede la Medalla de Oro de la Villa. En 2001 estrena la corona de la carroza y si su sede canónica se encuentra en la Parroquia, la entidad continúa hoy, 16 años después de la cesión municipal de los terrenos, con trabajos de obras en su propia Casa Hermandad de la Avenida de la Esperanza en nuestro pueblo, proyecto que esperemos sea realidad más pronto que tarde.
Un amigo artista sin esperarlo, me obsequió cariñosamente hace unos días con esta singular carreta confeccionada en unos segundos con avanzada destreza manual y que aprendiera de niño no recuerda bien de quién. Un simple e insignificante objeto que sin quererlo, me dio pie a dejar por escrito estas líneas de unos hechos vividos a caballo entre San Juan del Puerto y El Rocío de hace hoy medio siglo. Vivencias que se tornarían inolvidables para quienes las protagonizaron con tanta alegría desbordada y disfrutándolas de lleno.
Cinco décadas han pasado y todavía hoy, habrá quienes las recuerden como si hubiera ocurrido ayer mismo. Y es que, querámoslo o no, el tiempo es tan volátil como la vida misma de la carreta de papel que Juan me regala.