RFB. Y sin Huelva no hay fandango culmina el peregrinaje del onubense Juan Camacho Vilchez por los rincones más valiosos de nuestra provincia. Una tierra inmensamente rica en patrimonio etnográfico que pedía a gritos salvar las letras de sus fandangos para el presente y la posteridad. Y sin él, sin su iniciativa, no podríamos estar tranquilos al saber que hay compiladas y escritas miles de letras de este singular palo flamenco que ya no se perderán.
La monumental obra -cuatro volúmenes- tiene como aportación principal nada menos que tres mil letras de fandangos de Huelva, correspondientes a 150 estilos de este ‘cante grande’, para Juan y para tantos intérpretes que el autor contempla en su investigación.
Nos dice Camacho precisamente que la injusta atribución de ‘cante chico’ para el fandango-más que superada- y que tiene su origen en aquel mítico Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922, se conecta con la dificultad para cantarlos y el ‘miedo’ a afrontarlos para muchos intérpretes flamencos de otros lugares.
Esos fandangos valientes de Alosno, Huelva, Encinasola, Valverde y tantas otras localidades dejan en el aire mágicos sonidos trasladando emociones con pocas palabras y mucha alma. «Es fascinante que se pueda decir tanto, que se pueda condensar una historia profunda en tan solo dos o tres líneas cantadas«, afirma Juan Camacho.
Nos atiende amablemente en su casa, en el corazón de la capital onubense, entre la calle Rico y Gobernador Alonso. Nuestro protagonista es un gran conversador. Por eso la amena charla discurre con más recorrido del previsto, alargándose felizmente más de dos horas.
Admite la gran emoción que le supuso la presentación de la obra, hace solo unos días. Una sala, la de las Cocheras del Puerto, donde no cabía un alfiler y que dejó en su retina un público puesto en píe aplaudiendo entusiasmado cuando al final los cuatro cantaores y dos guitarristas se abrazaron al autor, culminando un acto que ya forma parte de la historia del flamenco en nuestra provincia.
Diez años anteceden en la investigación a este momento. Ha contado con colaboración institucional, imprescindible para una obra de semejante envergadura y, sobre todo, con la aportación de cientos de personas, la mayoría gente corriente, gente de la calle.
Comenta Juan que su discurrir por los pueblos fue sorprendiéndole y ampliando incluso el campo inicialmente previsto. La idea primitiva era recopilar letras de fandango. Sin embargo, no le quedó más remedio que considerar otros palos y cantes, como jotillas, seguidillas, saetas, tonás, pasodobles y romances, junto a otras joyas conservadas como las Sevillanas Bíblicas y las seguidillas de las Cruces de Mayo.
«Cuando empecé a indagar en los pueblos me di cuenta que había, aparte del fandango, muchos cantes, muchas letras de otros palos, que era una pena que pudieran perderse también. No me quedó otro remedio que ampliar lo que pretendía«.
Así mismo, la conexión de estos cantes con el conjunto del folklore y las tradiciones más ancestrales le indujo a contemplar espacio en el libro para hablar de las mismas, en un esquema que se repite pueblo a pueblo pero con la singularidad de cada uno.
Ha llegado a recuperar trece mil letras, sobre las que ha tenido que realizar una difícil selección. Nos va contando su experiencia entremezclando, para ilustrar lo que dice, letras de fandango que nos dejan maravillados. La belleza y el sentido de estas composiciones es un auténtico tesoro que Huelva no podía dejar en el olvido. Y ahí ha estado Juan Camacho, dándonos la oportunidad de conservar tanta riqueza, verdadero componente de nuestra identidad.
No ha sido sencillo. Ha tenido que conjugar, con las muchas aportaciones de infinidad de personas, tradición oral, documentos escritos y grabaciones antiguas. Y sin Huelva no hay fandango es un trabajo ingente de identificación que se ha nutrido con comentarios y recuerdos de gente mayor. Aborda las letras cantadas por los principales interpretes y también por cantaores anónimos, contrastando opiniones y controversias. Ha hablado con cantidad de familiares de cantaores fallecidos, buscando minuciosamente en los ‘baúles de los recuerdos’ datos, imágenes, referencias y composiciones.
Fruto de estas ‘pesquisas’ ha conseguido poner en valor a personajes que en cierta medida podían estar en el olvido. En particular reivindica dos figuras, aunque conocidas, no suficientemente consideradas a su juicio en el flamenco de Huelva, Marcos Jiménez, de Alosno; y Pepe Pérez de Guzmán, de Huelva -criado aquí, porque llegó con cuatro años-.
Destaca a Paco Toronjo, un ‘gigante’ del fandango del que tuvo oportunidad de gozar de su amistad. Y lo destaca, más allá de su nivel artístico, fundamentalmente por ser el único cantaor de flamenco que se mantuvo fiel a un solo palo: el fandango.
En ese ir y venir por los caminos de las comarcas onubenses Juan ha conocido a mucha gente. En los pueblos le llaman ‘Juan el del libro’, de tanto hablado, de tanto escuchado en casas particulares, en barras de tabernas y casinos. Señala algo que en principio no imaginaba, la importancia de la mujer en la conservación de estas tradiciones. Han sido muchas mujeres mayores las que han ido elevando el caudal de letras de fandango que ha ido recopilando.
Nos cuenta, como en y sin Huelva no hay fandango, infinidad de curiosidades. Por ejemplo, una práctica que ponía en peligro la preservación de las letras. La tendencia a ‘guardárselas’ para conservarlas como inéditas y poder de esta manera en algún momento sorprender en una reunión. No obstante reconoce que la gente se le ha abierto con una generosidad increíble.
Hablando de estilos, admite que los límites definitorios en muchos casos son difusos, habiendo comprobado gran polémica en cuanto a la atribución por pueblos o por intérpretes de dichos estilos. Describe que «en cada pueblo primero veía si se cantaba fandango, si era propio. Luego la gente que lo cantaba, si era famosa -fuera del pueblo- o no, y después los guitarristas. Por último me centraba en sus tradiciones y el folklore en general».
En cuanto a las letras ha ido distinguiendo en cada pueblo aquellos fandangos alusivos al propio pueblo. En cierta medida la historia popular, lo acontecido en la calle, se encuentra escrita en las letras de sus canciones.
Ha disfrutado en sus visitas a los distintos enclaves. En la mayoría de los casos la gente coronaba la jornada de investigación echando mano a una guitarra y poniendo voz y sentimiento a unos fandangos cantados a pie de charla.
Las letras de los fandangos que se cantaron en la presentación del libro fueron elegidas por él, «buscando bonitas letras que la gente no conociera tanto«, señala. La memoria de esas letras y de tantas otras ya tiene sustento, gracias a su trabajo, para nosotros y generaciones venideras. Y sin Huelva no hay fandango es una afirmación que ahora tiene su particular argumento en la obra que se ha dado a conocer.
A la cuestión de porqué inició esta investigación, Juan nos dice que a el siempre le gustó el cante, y particularmente el fandango. «Mi madre cantaba muy bien el fandango, siempre el de Paco Isidro. Ella era muy amiga suya, y venia a casa y cantaban juntos. No cantaba alto pero si con mucho gusto, lo hacía estupendamente«.
La voz de su madre, Loli Vilchez, y esa vivencia familiar junto a Paco Isidro de alguna forma le marcó. Y ya desde muy joven memorizaba algunas letras, aparte de que personalmente cantaba y tocaba la guitarra muy bien -esto, modestamente, no lo confirma-. Con el tiempo conocidos le sugirieron que escribiese sobre el tema, pero no les prestó en principio atención. Mas tarde empezó a frecuentar las cruces de mayo en Alosno y ahí fue cogiendo forma la idea.
Quizá todo empezó en su subconsciente muchos años atrás, cuando fue por primera vez al mítico enclave andevaleño con su padre, Juan Camacho López. Era presidente de la Diputación y en aquella ocasión se llevó a su hijo en una visita que iba a realizar al pueblo. Juan quedó impactado por lo que allí vio y oyó.
Y consecuencia de aquella emoción infantil hoy podemos recrearnos en una obra que contribuye a conservar nuestra esencia. ‘Y sin Huelva no hay fandango’, algo por lo que todos en esta provincia, y fuera de ella, hemos de felicitarnos y agradecer.