Redacción. Un equipo de investigación de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), Universidad de Huelva, el Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC-Jaca) y el Instituto de Ecología y Botánica de Hungría ha demostrado que la hembra del ave papamoscas cerrojillo acepta ser polígama «cuando las condiciones ambientales son favorables».
Según ha informado el CSIC en nota de prensa, este estudio afirma, además, que cuando las circunstancias de cría son buenas «no necesita tanto la participación del macho en la crianza, con lo que puede elegir uno que ya tiene otra pareja, para asegurar la transmisión de unos genes fuertes a su descendencia».
Así, estos resultados apuntan que la situación de poligamia «no es fija» a lo largo de la vida de esta especie y ayudan a comprender la dinámica de poblaciones y su influencia en el ecosistema en un determinado entorno, en este caso La Hiruela (Sierra Norte de Madrid).
De este modo, en su artículo ‘High frequency of social polygyny reveals little costs for females in a songbird’, publicado en la revista Scientific Reports los investigadores definen la hipótesis del umbral de poligamia fluctuante (FPT). En él han señalado que unas condiciones ambientales favorables «mejoran la situación reproductiva de las hembras». De ahí, que «los costes de compartir pareja serán bajos, estando más dispuestas a aceptar un macho ya apareado».
Asimismo, el estudio ha apuntado que «elegir una pareja que ya tiene otra hembra podría suponer una desventaja para la segunda, que tiene que invertir más esfuerzo en sacar adelante a sus polluelos, porque no cuenta con los cuidados paternos». Sin embargo, han añadido los investigadores, «cuando el sustento está asegurado, podrían explorar esta opción para asegurar la transmisión de sus cualidades genéticas en el futuro».
«Es la denominada hipótesis del hijo sexy, según la cual la hembra aceptaría un macho poligínico como pareja porque los hijos machos heredarían su atractivo, garantizando muchos nietos y contrabalanceando la pérdida en supervivencia de la hembra», resume el investigador de la Universidad de Huelva, Simone Santoro, uno de los autores del artículo.
Al respecto, Santoro ha explicado que «el hecho de aparearse con un macho que ya tiene otro nido, es decir, de ser polígama, tiene un coste en la supervivencia de la hembra» por lo que sugiere que, «en especies con cuidados parentales como ésta, la falta de apoyo en la cría por parte del macho conlleva un mayor esfuerzo de parte de la hembra para intentar garantizar la supervivencia de sus hijos».
Por otro lado, los investigadores han subrayado que las hembras aceptarían a un macho polígamo «si les resulta rentable», es decir, «si les aporta más beneficios, porque les proporciona genes de alta calidad o recursos de cría, que la mera asistencia en el cuidado de los polluelos». Por lo que «el número de parejas polígamas, donde un macho tiene más de un sitio de cría, varía por las condiciones ambientales cambiantes», ha incidido el investigador.
«A lo largo del estudio, las papamoscas monógamas tuvieron una tasa media de supervivencia más alta que las polígamas excepto cuando había más parejas polígamas debido, probablemente, a las mejores condiciones de cría. Sin embargo, no hubo diferencia en la supervivencia entre machos polígamos y monógamos», ha detallado Santoro.
Tres décadas de estudios de la Estación Biológica de Doñana
Los datos que sostienen estas conclusiones provienen de un estudio a largo plazo de una población de papamoscas cerrojillo que se reproduce en más de 200 cajas nido en la Sierra Norte de Madrid. Los datos longitudinales comenzaron a tomarse por el investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) Jaime Potti en 1986 e incluyen registros de 1436 machos y 1641 hembras.
Así, los investigadores eligieron esta especie porque durante estas tres décadas las condiciones reproductivas de esta ave insectívora iban cambiando. Este pájaro migratorio cuenta con cuidado biparental en sus nidos. Al llegar a las áreas de reproducción, los machos buscan un sitio para anidar, compiten por su posesión, lo defienden de los intrusos, atraen y se aparean con una hembra y brindan cuidado parental –por ejemplo, alimentación y defensa a las crías–.
Asimismo, la especie es generalmente «monógama» pero, después de aparearse con una hembra –que en este caso se convierte en la principal–, algunos machos ocupan otra cavidad y atraen a una segunda, volviéndose socialmente «polígamos». «Estos brindan poco o ningún cuidado parental a sus crías secundarias, lo que reduce el éxito reproductivo en esos nidos».
Por ello, los investigadores se plantearon qué llevaba a las hembras a querer aparearse con ellos, «a pesar de su desventaja», que han desvelado en el presente estudio y que pretenden seguir explorando con nuevos experimentos controlados de campo.
El estudio ha sido financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y por la Oficina Nacional de Investigación, Desarrollo e Innovación de Hungría.