La emotiva vuelta al horno de cal de Santa Ana La Real

RFB. Una tarde de ilusión y emociones íntimas en Santa la Ana la Real. Increíble -por bello- enclave serrano de la provincia onubense cuyos vecinos han sido testigos del encendido de uno de sus antiguos hornos de cal. Más de sesenta años habían transcurrido desde que se apagó la última leña en Santa Ana dedicada a este menester.

Vecinos van acercándose al horno de Evaristillo. / Foto: Edith.

Por eso las sensaciones han sido profundas. Miguel, el calero octogenario que vino de Calera de la Sierra -aldea de Morón de la Frontera-, llevaba varios días para poner todo a punto y adiestrar a cinco jóvenes santaneros en el montaje del horno. La espera ha hecho de este momento del encendido algo muy especial para todos los que hemos tenido el privilegio de vivirlo. También para Miguel, porque aunque está muy conectado con la actividad en Calera de la Sierra, llevaba muchos años sin prender el fuego en este artesanal proceso.


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Miguel, el calero venido de Calera de la Sierra, comentando su labor. / Foto: Edith.

El experimentado calero no estaba solo. Entre muchos jóvenes y niños también allí, a pie de horno, se encontraban otros mayores, del propio pueblo, que llevan en la memoria de vida la intensa experiencia de destilar cal, por si mismos o por sus padres y abuelos. Una cita esperada como decimos desde hace varios días y un brindis, como antaño, por el horno encendido y todo lo que representa.

Evaristo Martín ‘Momi’. / Foto: Edith.

Jerónimo Martín López ‘Momi’ es de los más afectados sentimentalmente por el acontecimiento. El horno que se iba a encender era el de su padre, Evaristillo, que luego heredó y posteriormente transmitió al ayuntamiento.


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Había sido construido por su abuelo, Evaristo Martín y Momi personalmente trabajó en el. Los recuerdos aceleran el corazón del santanero, que está acompañado de su señora. Sus ojos azules no pierden vista de las dos pequeñas puertas que acceden al hogar de leña, a la espera del momento mágico que nos traslade en el tiempo a otra época tan identitaria de la singular localidad serrana.

Dolores Marín, a la derecha, junto a una vecina.

Cerca de donde está la pareja se encuentra Dolores Marín Rodrigo, la mujer del policía municipal de Santa Ana durante 36 años, ya fallecido, Francisco López López. La última vez que ‘coció’ -nos dice- fue en 1960. «Se tardaba ocho días para poder sacar las piedras de cal, antes no éramos capaces de enfriarlo. Se vendía la cal prieta y también se echaban piedras para cal blanca, porque aquí había donde se sacaba piedra blanca. Mi marido y yo íbamos a apagar la cal«.

Miguel, el calero, revisando la instalación horas antes del encendido. / Foto: Edith.

Dolores comenta que cuando iban a explosionar la dinamita para romper la piedra se daban voces gritando ‘fuego’ para que la gente que estaba en las proximidades, «apañando aceitunas o cualquier cosa» se apartasen. Guarda algunos instrumentos de su marido, que le recuerdan a una época difícil. Su mirada y expresión nos transmite esa dureza de lo vivido pero también el orgullo del conocimiento de una actividad completamente artesanal, y propia del pueblo que le vio nacer.

Manuel Gil. / Foto: Edith.

Manuel Gil Ortiz, director del Museo de la Cal de Morón, uno de los artífices clave de lo que se está reviviendo en Santa Ana La Real, nos comentaba que en un principio también consideraron para esta experiencia del encendido a un horno próximo al elegido, el de Santiago. Precisamente entre las personas mas vinculadas a los hornos está pendiente del acto María López López, que es la hija de Santiago. El horno lo había construido su abuelo materno, Camilo. Su madre y su tía ayudaban a su padre Camilo porque un hermano fue víctima de la Guerra Civil, de modo que mujeres caleras tuvieron que afrontar este duro trabajo también.

María López y Vito charlan de sus experiencias familiares con los hornos de cal.

María nos hablaba de la ‘olla’ que se preparaba para cuando se encendían los hornos. Puchero de garbanzos que daba fuerza a los caleros y que también era compartido en época de hambruna por gente que no tenía para comer.

María, al igual que Momi, su mujer o Dolores, se nota muy afectada sentimentalmente. Expresa en voz baja una y otra vez el recuerdo de su padre, sin quitar tampoco vista a la boca del horno que está a punto de encenderse. Han sido días previos de visita a los trabajos de acondicionamiento y un feliz desenlace.

José Antonio Ramos, alcalde de Santa Ana la Real. / Foto: Edith.

Estaba allí también Vito, hijo de un recolector de leña para el  horno de cal. En el recuerdo de los presentes muchos nombres de caleros de Santa Ana. El alcalde como homenaje citó a Onofre, Eloy, Vito, Jerónimo, Miguelín, Francisco, Evaristo, y a Ángel.

Vecinos y familiares de los citados han acudido regularmente a observar el avance de la preparación y carga. El calero Miguel indicando las labores de apilamiento de las piedras calizas para hacer operativo el horno. La leña acumulada a ambos lados de la entrada y una fijación con arcilla del lugar -diferente a la de Morón- para configurar una estructura culminada a la espera del fuego. Primero trabajo desde la base y cuando la entrada queda colmatada con piedras y leña ligera -en dos pequeñas bocas de alimentación- los caleros suben al piso superior para finalizar desde arriba la carga del horno, con una cúpula redondeada rematada con arcilla.

Instante en el que el octogenario calero, Miguel, enciende el horno. / Foto: Edith.

Muy satisfecho el alcalde, José Antonio Ramos, habló en esta tarde histórica para el pueblo de identidad, de recuperar un patrimonio material pero también inmaterial, vinculado a una actividad de la que todos los habitantes de la villa en tiempos vivían. Comentaba a los presentes que una de las cosas que más le ha llamado la atención en el proceso de carga del horno es lo arraigado que están en la memoria de los santaneros los recuerdos de esa época.

El alcalde y el calero con algunos de los trabajadores en el horno. / Foto: Edith.

Admitió Ramos que la transmisión de estos iba asociada a la expresión ‘pan con sangre’, relativa a la penalidad del trabajo de calero. Pero el alcalde cree que esto se debe a la propia dureza de la época, entendiendo que el trabajo de calero aun siendo duro permitía no tener que trabajar para el «señorito» prácticamente por un mendrugo de pan. Asocia por tanto a esta actividad independiente de los caleros la idea de libertad y dignidad.

La parte superior del horno, con Santa Ana al fondo. / Foto: Edith.

José Antonio destacó, en este sentido, que «Hombres y mujeres de antaño, con fuerza, con valentía, eran capaces de sacarles producción a la piedra, de convertir el duro corazón de la piedra en un corazón bondadoso que le daba de comer a su familia durante esos momentos difíciles de la historia de España y de la historia de Santa Ana«. Ramos se sentía contento porque, a través de esta iniciativa, entiende que se le lega a futuras generaciones una continuidad en la transmisión de esta cultura de los hornos de cal tan identificada con la historia del pueblo. Un motivo de orgullo para los santaneros.

Javier Hernández y Vicenta, una amiga de Santa Ana que ha colaborado con él. / Foto: Edith.

Javier Hernández Ramírez también es uno de los pilares de que estén reviviendo los hornos de cal de Santa Ana. Profesor de la Universidad de Sevilla e investigador en cuestiones de patrimonio inmaterial, precisamente destacaba en su intervención -momentos antes del encendido- lo fascinante de convertir una simbología de sufrimiento en un patrimonio entendido como riqueza. Algo que permite un sentimiento de orgullo para este pueblo. Hernández manifestaba que «este es un momento muy bonito, un momento que puede marcar un antes y un después para Santa Ana».

Numerosos vecinos acudieron al encendido del horno de cal. / Foto: Edith.

En línea con lo que también nos expresaba Manuel Gil, Javier Hernández destaca que la actividad de los hornos mantenía el monte. La labor de limpieza asociada a la búsqueda de combustible para el horno derivaba en ese mantenimiento. Gil así mismo apunta el valor medioambiental de la actividad, además de la citada limpieza, con el proceso de absorción del CO2 de la cal, que compensa con creces los efectos de la combustión.

La zona donde se encuentran los viejos hornos es espectacular. / Foto: Edith.

En este destacado de bonanzas en la actividad de los hornos de cal hay uno fundamental consistente en el propio uso de la cal prieta para la construcción. Como argamasa es la que ha permitido que las construcciones antiguas se hayan mantenido en pie. Los hornos de cal de Santa Ana la Real, como muchos otros, dejaron de funcionar porque la cal en este sentido fue sustituida por el cemento, menos laborioso y más barato de fabricar.

Manuel Gil entrando en el horno de Santiago, que también se encuentra en muy buen estado. / Foto: Edith.

Pero Javier Hernández, Manuel Gil, el alcalde y los propios vecinos más mayores, conectan la recuperación de los hornos y esta actividad artesanal de una forma directa con el uso de la cal prieta. «¿Que mejor material para restaurar el patrimonio arquitectónico de la antiguedad?». Es una cuestión que comparten observando la silueta de la parroquia del pueblo, del siglo XVIII, preciosa perspectiva desde el mirador que supone el lugar donde están los hornos de cal.

El encendido del horno de cal de Evaristillo, de Santa Ana La Real, es la culminación de un proceso de años. Tuvo sus prolegómenos en la propia recuperación y conformación de la ruta de los hornos de cal de Santa Ana. Desde hace bastante tiempo los investigadores Manuel Gil y Javier Hernández han fijado su atención en la tradición santanera. Y han compartido con el alcalde el entusiasmo por situar en valor este rico patrimonio. Un camino que ha alcanzado el hito de poner en funcionamiento de nuevo, después de más de seis décadas, un horno en Santa Ana la Real. La iniciativa del encendido ha sido financiada por los Grupos de Desarrollo Rural.

Vista desde dentro del horno de Santiago. / Foto: Edith.

A partir de aquí se abren, como manifestaron todos, un abanico de posibilidades para que ese pasado tenga valor en el presente y en el futuro. Quizá incluso desde la perspectiva emprendedora. Los hornos de cal constituyen una actividad totalmente artesanal, cultura que es interesante preservar por muchas razones, una de las cuales es la medioambiental. Para Santa Ana la Real la cal producida en su término supone un símbolo identitario. Es un elemento más que enriquece el extraordinario valor turístico del término. Pero no puede descartarse una posibilidad de recuperar la actividad como tal. En Morón de la Frontera ha tenido continuidad y la producción de cada año está previamente vendida.

Los vecinos, frente a la entrada del horno de Evaristillo. / Foto: Edith.

La ilusión y el trabajo de este grupo de hombres ha conseguido que el horno de cal de Evaristillo, de Santa Ana la Real, humee de nuevo. Obtención de la piedra, recogida de leña, transporte de los materiales, colocación interior de los mismos y mantenimiento del fuego. Duras tareas que aún perduran en el imaginario santanero, forman parte de su identidad, y que estos días se han hecho tangibles, visibles y protagonistas.

 

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