RFB. Terranova y Huelva, dos lejanos enclaves -más de dos mil millas náuticas de distancia, cuatro mil kilómetros- que tienen algo en común: la pesca, como elemento de vida e identidad. La mítica isla canadiense próxima al confín ártico forma parte de la leyenda hispana y mundial en la historia marítimo-pesquera. Situada más al norte de donde se hundió el Titanic al chocar con un iceberg, los pescadores de Pasajes de San Juan y de Santa Eugenia de Ribeira llevan desde tiempo inmemorial faenando en sus gélidas aguas.
Las costas de la Isla de Terranova fueron descubiertas para la pesca precisamente por los españoles del norte del país. Aunque también se atribuyen este descubrimiento portugueses, franceses e ingleses, son los vascos los que más probablemente fijaron su interés primero en aquellas tierras indomables. Unas costas duras para la navegación pero muy ricas en fauna pesquera. A principios del siglo XX fue cuando se intensificó la actividad, predominando desde entonces la flota vasca.
Y la actividad extractiva en este despoblado enclave terráqueo forma parte de la cultura en nuestra nación asociada a un pescado muy consumido, el bacalao. Ahora, tras diversas crisis políticas derivadas a la gestión de aguas territoriales y sus recursos naturales son una escasa decena de buques españoles los que trabajan la mar en aquel territorio.
En este punto podría preguntarse el lector, atendiendo al titular, ¿Y Huelva, que tiene que ver con Terranova? Pues bien, aunque los caladeros foráneos tradicionales para los barcos onubenses estaban al sur, en las costas africanas -luego también en Sudamérica- hubo una pareja de bacaladeros, llamados ‘Salgueirón‘ y ‘Pego‘, que estuvieron faenando con el nombre de Huelva bajo los ventanales de sus puentes de mando, desde 1961, en ese hostil emplazamiento del Atlántico Norte.
Estos pesqueros, que trabajaban en pareja, fueron construidos en Vigo para el armador de Huelva Ramón Conde, de la firma Conde, Cobo y Cobano. Miguel Cobo, uno de los socios, era el abuelo de Miguel Galardi Cobo, niño entonces que al cabo de décadas sería presidente del Recreativo.
Acudir al astillero gallego tenía el sentido de que los que operaban en nuestra ciudad eran varaderos de mantenimiento, no había licencias de construcción de barcos. Ramón Conde también gestionaba Talleres Conde, dedicado a chapas y calderería de buques y que al cabo del tiempo sería uno de los conformantes de Talleres y Varaderos, SA, (Tavasa). Junto a otros, derivarían posteriormente en Astilleros de Huelva.
El Pego y el Salgueiron fueron entregados a principios de 1961 e iban a vivir la inédita experiencia de ser buques de Huelva en los caladeros de Terranova. Su factura respondía al perfil de bacaladeros para trabajar en esta modalidad de pesca, con las características propias. Eran pequeños -los había aún de menor tamaño, incluso- como la mayoría de los que entonces pescaban en Terranova, pero muy marineros.
Tres meses de invierno y nueve de mal tiempo
Este es un dicho que comparten los marinos que han navegado en Terranova. De entrada cruzar el Atlántico ya era una pequeña odisea por aquellos tiempos en naves tan reducidas. Y navegar y pescar allí, con una mar con frecuencia encrespada, resultaba una verdadera prueba de valor.
Si a la frecuente mala mar se le sumaban nieblas, lluvia y nieve como cotidiano -sin contar con radares- y temperaturas extremas hay que reconocerles auténtica heroicidad. Las capturas eran frecuentes.
Esto era un éxito en si mismo pero también un riesgo, pues llevar los barcos abarrotados de bacalao creaba un peligro evidente aunque inevitable -corrimientos- ante un oleaje de consideración. La conocida película ‘La Tormenta Perfecta‘, ambientada en aquella zona, describe ese dilema entre pesca y peligro. Siempre existe, pero en Terranova tiene un dimensión especial.
Eran relativamente frecuentes episodios de congelación para los marineros, que padecían condiciones extremas.
El contacto con la vida comunitaria lo tenían los pescadores en Saint Pierre y Miquelón, dos pequeñas islas de gestión francesa. En tanto no volvían a la península ibérica, los pescadores españoles las tenían como base. En Saint Pierre disfrutaban de ocasionales descansos y pertrechaban regularmente los buques, refugiándose también cuando se hacía imposible el navegar y las condiciones eran sobre-extremas, más allá de la extraordinaria dureza cotidiana.
Precisamente Saint Pierre recibió, en abril de 1969, una visita con acento onubense que se prologó una semana, para comprobar in situ las condiciones de los marineros que faenaban allí y llevarles ánimo y esperanza. El obispo de Huelva, José María García Lahiguera, y el sacerdote Ignacio Palacios se montaron en un avión y se dirigieron a Montreal, y de allí a Saint Pierre.
García Lahiguera fue un prelado con gran conciencia social y desempeñaba, desde Huelva, el cargo de Promotor Nacional del Apostolado del Mar. De este Apostolado del Mar se ocupaba en nuestra provincia el sacerdote Palacios. Además de este viaje ambos también visitaron caladeros africanos, embarcándose en el mercante que abastecía a los pesqueros.
Suponemos que Lahiguera y Palacios tendrían una visita especial durante su estancia en Saint Pierre a los pesqueros de Huelva que protagonizan este artículo.
El Pego y el Salgueirón anduvieron juntos por allí hasta finales de ese año 1969, cuando volvieron a nuestras más livianas aguas. Ambos fueron sometidos a una importante transformación, para convertirlos en congeladores, en los varaderos onubenses de Tavasa.
Curiosamente los dos últimos años como Pego y Salgueiron tuvieron como capitán a un marino residente en nuestra ciudad que había coincidido, pero en otras parejas en las que estuvo como piloto al mando, en esos primeros años en aquellas duras mareas de Terranova.
El Pego acudiría al marisco, y al poco lo adquirió otra armadora onubense, Pescaven Dos, y lo rebautizó ‘Pesca Huelva Cuarto‘; y el Salgueiron marchó para Cádiz, dedicándose a la merluza y pasando a llamarte ‘Cárcago‘. Los dos buques habían sido modificados, como señalamos, cambiando su original fisonomía bacaladera de parejas.