Manuel Pinomontano. La legendaria Tartessos se encuentra, no me cabe duda, sepultada bajo la moderna ciudad de Huelva, a pesar de existir algunas opiniones escépticas al respecto. Sin ser ningún académico pero sí un minucioso escritor de novela histórica empecé a interesarme por Tartessos a la edad de trece años cuando descubrí en casa de mis abuelos varios libros y un manuscrito de mi bisabuelo Pepe, José Pérez Hernández, coronel de Infantería retirado y apasionado de la arqueología.
Me impactó tanto descubrir aquellos cuadernillos en tinta azul claro junto a tomos de Schulten, Anselmo Arenas López y otros eruditos, que comencé a interesarme obsesivamente sobre el tema y a buscar tanto nuevos libros históricos, más de Schulten–con quien mi bisabuelo mantuvo contacto sobre el tema- o José Chocomeli Galán, como novelas entre las que recuerdo especialmente la de Alberto Luis Pérez, el valle de las siete
sabidurías.
Comencé también a frecuentar el museo arqueológico y a escaparme a lugares con vestigios y ruinas donde –en esa época- se podía entrar con mucha facilidad, como eran las ruinas de la muralla del cabezo de San Pedro en Huelva o la necrópolis del cabezo de la Joya.
En mi años de lectura sobre el tema he llegado a la conclusión de que la ciudad de Tartessos, ubicada en el estuario de un río llamado de igual manera, tienen muchas posibilidades de estar bajo los edificios de la actual Huelva. La Onuba Aestuaria -que
continuó como colonia surtiendo a Roma de plata, cobre y estaño de Riotinto- fue la heredera de un asentamiento ya destruido, probablemente por un sismo o desastre natural, donde había estado Tartessos cumpliendo las mismas funciones con los
Tirios.
En este caso cabría la posibilidad que Huelva y no Cádiz fuera la ciudad más antigua de Europa, ya que Cádiz, como colonia fenicia, supuestamente se habría fundado para comerciar con un ya incipiente Tartessos que habría ya tenido -en un principio- comerció directamente con Tiro. La región donde la ciudad de Tartessos o Tarshis ejercía su influencia directa ocupaba
la zona suroccidental de la península ibérica, extendiéndose aproximadamente por las
actuales provincias andaluzas de Huelva, Sevilla y Cádiz.
No obstante podemos encontrar zonas que estuvieron también bajo la influencia tartésica en el Algarve portugués, Extremadura e incluso Córdoba, y otras regiones del oriente de Andalucía.
La ciudad de Gadir o Gadira, la actual Cádiz, fue una de las colonias fenicias más
importantes de la península ibérica, y la que mantuvo una relación más estrecha con
Tartessos. Tartessos tiene por tanto una posición estratégica: une al mundo
colonizador fenicio con las riquezas del interior, de las minas, pues los metales fueron
fundamentalmente el objeto de su comercio con la capital del mudo fenicio, Tiro. El
esplendor que obtuvo Tartessos no fue sino producto de este comercio con Gadira, de
tal forma que no tiene sentido hablar de la importancia de la una sin la otra.
Este esplendor con el que la describen los autores clásicos y la Biblia, sin embargo, no
se formó hasta el siglo VIII A.C. aunque según las investigaciones modernas quizá
pudo haberse remontando hasta el siglo IX A.C. Entre los siglos VII y VI A.C., Tartessos era una civilización con una estructura social jerarquizada y estratificada, tal y como el excavador Juan Pedro Garrido tuvo la ocasión de deducir y confirmar con sus estudios de las diferentes tumbas de la necrópolis de la Joya en Huelva, a cuya cabeza se situaba un rey y una aristocracia que habitaba la acrópolis tartesia y que probablemente era el cabezo de San Pedro.
A partir de la hegemonía cartaginesa sobre la fenicia se producirán cambios en el
Mediterráneo, a los que Tartessos debe adaptarse. Tiro se rinde en el año 573 A.C.
ante los Babilonios, y siendo Tiro la metrópoli de la mayoría de las colonias fenicias
-especialmente Gadir- este acontecimiento afectará enormemente a Tartessos, cuya
riqueza, como sabemos, proviene mayormente de su comercio con Gadir. Comienza entonces la supremacía de Cártago en el Mediterráneo occidental tras la conquista de Focea por los Persas, que disminuye la presencia griega también en el Mediterráneo.
Tartessos entonces desaparece de forma misteriosa y repentina de la historia en el
siglo VI A.C.. No se sabe si fueron batallas –que no han sido registradas- contra Cártago
u otras colonias fenicias; podría haber sido Gadir la cual se hallaba en el centro
neurálgico del reino de Tartessos, o quizá la propia Tartessos se refundó en Carteia
con un nuevo nombre, o desapareció por invasión de pueblos célticos. Incluso podría 4
haber sido la causa un tsunami o alguna catástrofe sísmica.
Esto último parece lo más probable, como ya sostuvo el erudito sevillano Rodrigo Caro, teniendo en cuenta que Huelva está situada sobre la falla de Lisboa, y ya ha sido afectada y destruida en varias ocasiones por sismos relativos a esa falla. Bajo el dominio cartaginés y luego romano los Tartesios se convertirán en otro pueblo: los Turdetanos.
A favor de esta posibilidad los descubrimientos arqueológicos de Guareña, Badajoz,
arrojan una visión diferente a la teoría de las invasiones, parecen confirmar la teoría
del desastre natural: “Animales sacrificados en un ritual celebrado hace 2.500 años en
un edificio hallado en Guareña.
La escalinata de la derecha convierte esta construcción tartésica en algo insólito en el Mediterráneo occidental y este descubrimiento hace que fuera poco probable que esta civilización se perdiera por una invasión celta, sino más bien muestra que sacrificaron lo mas preciado a los dioses porque pensaban que estos
los estaban castigando (había piezas de bronce rotas a propósito, caballos que eran símbolo de opulencia, colocados por parejas con cabezas entrelazadas, vidrio y piezas valiosas, mas bien parece que [los] sacrificaban porque los dioses les habían mandado algún desastre natural, terremoto o epidemia”(El País, 21 de febrero 2018).
Una de las cuestiones más interesantes son las numerosas referencias bíblicas a
Tartessos, hoy día se cuestiona si esas referencias se refieren a Tartessos como tal o
no. Por ejemplo una de ellas se refiere al biznieto de Noé, Tarsis, que según la Biblia
después del diluvio pobló la península ibérica, durante los siglos XVIII y XIX muchos
arqueólogos pensaban que esta afirmación era cierta, como que Mesrain pobló Egipto
y se convirtió en el faraón Menes, por tanto para estos estudiosos de antaño los
tartesios descenderían de Tarsis, biznieto de Noé.
Durante muchos años los arqueólogos no cuestionaron lo que la Biblia decía en este
aspecto por considerarlo palabra de Dios. Hoy día ya es distinto, incluso los
arqueólogos más creyentes piensan que la Biblia es un conjunto de libros donde hay
de todo, costumbres tribales, referencias místicas, religión, normas sociales y políticas,
mitos y leyendas, y no debe ser interpretada al pie de la letra sino teniendo en cuenta su interpretación histórica y la naturaleza de los relatos. La ciencia avanza y teniendo en cuenta que la Biblia fue escrita hace más de 2000 años y por tanto contiene giros, interpretaciones y metáforas que hoy día no entendemos totalmente, es desaconsejable guiarse por ella en esta materia, además de que mucho de su contenido no tiene valor histórico ni es fidedigno, otro –en cambio- sí podría tenerlo.
En el libro de los Reyes, por ejemplo se menciona Tartessos y las mercancías que se
traían de allí: «Pues la flota del rey se hacía a la vela, e iba la flota de Hiram una vez
cada tres años a Tarsis a traer de allí oro y plata, y colmillos de elefante, y monas, y
pavos reales» (I Reyes 10, 22), más adelante en el libro de libro de Ezequiel, se vuelve a
mencionar pero con mercancías más propias de la zona geográfica de Huelva: «Los de Tarsis comerciaban contigo, henchían tus mercados con gran copia de toda suerte de
riquezas: de plata, de hierro, de estaño y de plomo» (Ezequiel 27, 12-13).
Aunque ambas citas puedan parecernos contradictorias por el tipo de mercancía que
enumera, este es un tema que tocaré más adelante al hablar de la variedad de restos
arqueológicos encontrados en la zona.
Estas mercancías mencionadas en el libro de
Reyes no eran solamente las mercancías autóctonas -que en su gran mayoría fueron
los metales preciosos y múrex o púrpura- porque el comercio incluía también mercancías obtenidas por los tartesios de otros pueblos, monos y pavos reales del norte de África, marfiles en el comercio con los cartagineses, etc., lo que hacía que Tartessos fuera una zona rica en variedad de productos de lujo que se comerciaban en el Mediterráneo. Algo así como las mercancías que llegaban a la Casa de Contratación en Cádiz o Sevilla en los siglos XVIII y XIX, que venían de muchas partes del mundo, distintas entre si, representando la opulencia de los imperios coloniales.
Las colonias tirias, cartaginesas, griegas, el comercio con los etruscos, la proximidad con el norte de África, hizo que en Tartessos se pudieran encontrar objetos de lujo de cada lugar del mediterráneo, manufacturas que no solamente fueron disfrutadas por sus élites -como hemos comprobado analizando los contenidos de las tumbas de la necrópolis de la Joya en Huelva capital- sino que también se revendían y servían de aliciente en todos aquellos intercambios comerciales que se daban en la zona. La polémica entre los propios arqueólogos e historiadores es muy amplia, sin embargo la mayoría coincide en que los tartesios tenían una escritura propia y una lengua –aun sin descifrar- distinta al resto de los pueblos de la península ibérica.
Según Estrabón, un conjunto de leyes, poemas e historia de mas de 6000 años de
antigüedad. Sus riquezas estaban fundamentadas mayoritariamente en la minería y en metales preciosos, oro, plata, cobre, estaño y la aleación de bronce con los que comerciaban con fenicios y cartagineses. Recibiendo por este comercio, además, influencia griega, etruscas y egipcia. Sin embargo, los Tartesios no nos dejaron ni sus relatos ni su pensamiento escrito; las referencias que tenemos de ellos es a través de otros pueblos que estuvieron en contacto.
La característica más notable del pueblo Tartesio fue la de ser crisol de varias culturas, de varios pueblos con los que trataron, amalgamaron elementos culturales indígenas, fenicios e incluso griegos según apunta la arqueóloga Raquel Carrillo.
Las noticias de Tartessos nos han llegado fundamentalmente a través de autores
clásicos: griegos y romanos, siendo muchas de estas referencias de carácter histórico y otras de carácter mítico, lo cual ha contribuido en mucho a este halo de misterio que ha rodeado a Tartessos y seguirá rodeándolo hasta que los avances permitan saber más de ellos.
Como ya dije, y además el profesor de Arqueología de la Universidad de Sevilla
Eduardo Ferrer Alberda, el término Tartessos también ha designado tres conceptos
distantes en el tiempo, «el de un Tartessos fluvial de raíces argénteas, que se remonta
en el tiempo al siglo VI A.C.; la noción de Tartessos-ciudad, operativa en época
romana; y la de un río Tartessos que arrastra estaño en sus corrientes».
A pesar de esto, los estudiosos no se ponen de acuerdo, los hay como el fallecido
arqueólogo Juan Pedro Garrido –a quien tuve el honor de conocer personalmente-
que estudió y realizó excavaciones en la necrópolis del cabezo de la Joya en Huelva.
Garrido niega la existencia de una ciudad “per se” llamada Tartessos y ve el asunto desde otra óptica.
Para él Tartessos fue un fenómeno que sucedió alrededor de la colonización fenicia en el sur de la península ibérica y no un lugar geográfico. Las
repercusiones de su trabajo en las excavaciones onubenses son novedosas, porque ponen de manifiesto la existencia de una sociedad estratificada en la zona de Huelva capital, en base a los diferentes ajuares encontrados en diferentes tumbas.
Una estratificación que concuerda en cierta manera con las siete clases características de
los tartesios míticos. También su novedad radica en el planteamiento de la no existencia de Tartessos sino como fenómeno, y no como enclave territorial; este último planteamiento, si bien fue novedoso en su tiempo, carece –para muchos arqueólogos como Sebastián Celestino Pérez del Instituto de Arqueología CSIC- de soporte argumental de base.
Puedo suponer que Juan Pedro Garrido haya basado tal afirmación en la existencia de
numerosas manufacturas foráneas –fenicias y griegas en su mayor parte- encontradas
en las excavaciones tanto de Huelva capital como en los alrededores, y sin embargo
pocas de origen Tartesio o indígena.
A pesar reconocer las grandes aportaciones que Garrido ha hecho para descifrar los misterios de esta civilización, comparto más la opinión de los arqueólogos que han visto la colonia fenicia como un intercambio de materia prima (i.e. plata, cobre, estaño) por parte de la colonia, a cambio de manufacturas de los pueblos colonizadores, quizá eso explique la cantidad de objetos fenicios y griegos en la zona, así como el hecho de que se diera una convivencia en la misma metrópoli de colonizadores e indígenas, prueba de ello podría ser la acrópolis del cabezo de San Pedro en Huelva, donde en la muralla que contenía la ciudad noble se han encontrado restos de manufacturas fenicias que serían utilizadas por las élites tartesias como símbolo del lujo y la opulencia que aquella sociedad llegó a alcanzar.
Es como entender que en época colonial española los mantones de Manila, la porcelana
china, el cacao de América y el cristal de la Granja o el aceite de oliva español viajaban
a cualquier parte del imperio, y en excavaciones arqueológicas estratificadas en el siglo XVIII en España, las Filipinas, Perú o Méjico pueden encontrarse los mismos objetos de diferente procedencia geográfica en un mismo yacimiento y lo razonable sería que en las colonias y en los lugares destinados a las viviendas de las élites hubiera mas objetos manufacturados procedentes de la metrópoli que indígenas, mientras que en zonas rurales o de más bajo nivel social sería al revés.
En cualquier caso la existencia de objetos de procedencia oriental en las diferentes
excavaciones de Huelva capital, avala el hecho de que el asentamiento que había bajo
la actual ciudad no era simplemente un lugar de manufactura, siderurgia o pesca, sino
un lugar donde se encontraba una élite social y política de la envergadura de ese
Tartessos descrito en las antiguas fuentes, muestra una sociedad rica, mercantil,
enriquecida con los objetos de lujo de los pueblos orientales, que incluyen marfiles,
vidrio, gemas, ánforas y cerámica de torno, entre otros.
Para Georgeos Díaz-Montexano, Atlantólogo, Tartessos como ciudad ya aparece
referenciada en los textos Bíblicos, al menos desde el siglo IX A.C., con el nombre de
Tarshish. Pero estas posibles referencias bíblicas de Tartessos, que no todos los
académicos aceptan como tales, podrían no ser las más antiguas, sino otras que se han
descubierto entre textos egipcios del siglo XII A.C..
En concreto, habla Díaz-Montexano, una inscripción que puede observarse entre las
decoraciones de las columnas y pórticos del segundo patio del templo de Medinet
Habu y que contiene dentro de un cartucho amurallado (símbolo de ciudad fortificada
extranjera) el nombre de una ciudad y/o país extranjero que justamente fue escrita en
caracteres jeroglíficos egipcios como Trtiyz (Tartîz o Tartêsh), lo cual echaría por
tierra la teoría de Juan Pedro Garrido.
Según Díaz-Montexano la misma no ha sido aún identificada por los egiptólogos con
ninguna ciudad del Asia Menor ni de otro lugar del Mediterráneo, ni siquiera del
África occidental. A pesar de que algunos arqueólogos asumen que debería ser el
nombre de un país africano, él piensa que podría tratarse de la misma ciudad y país de Tartessos, lo que coincide con la muralla encontrada en el cabezo de San Pedro de
Huelva, que yo mismo he tenido la ocasión de visitar cientos de veces y he jugado allí
de pequeño, y que según los defensores de esta teoría sería la misma muralla circular
típica que se refleja en los escudos tartesios y que rodeaba la acrópolis tartésica.
El nombre de este lugar, Trtiyz (Tartîz o Tartês), que aparece dentro de una lista de
ciudades enemigas que fueron vencidas por Ramsés III, se encuentra sobre una pared
del segundo patio del templo de Medinet Habu, conocido también como “Patio de las
Festividades”. En el mismo listado de ciudades vencidas por Ramsés III se encuentran también Marruecos, las Columnas de Hércules y una ciudad de nombre Yshpeli, lo cual permite una identificación bastante creíble con el antiguo nombre de Sevilla registrado en las fuentes grecolatinas, en griego: ‘Ispalij, en latín: Ispalis o Hispalis, esto último es
importante porque echaría por tierra la teoría sostenida por algunos que sitúan la
ciudad de Tartessos en la moderna Sevilla.
Existen también referencias mitológicas a Tartessos, y debemos tener en cuenta que
todo relato mitológico encierra siempre una parte real. Nos han llegado referencias al
rey Gerión a través de Hesiodo en el siglo VIII A.C., Estesícoro de Himera siglo VII A.C.,
Estrabón, Avieno y Herodoto. Gerión es descrito en la mitología como un gigante de
tres cabezas y tres torsos unidos por el vientre, era rey de Tartessos y vivió muchos
años, nació de una roca en el lugar donde nace el río inagotable de Tartessos que tiene
sus raíces de plata (¿Podría ser Riotinto, donde se ubican las minas de Plata y nace el río Tinto que desemboca en Huelva?), tenía un rebaño de bueyes que más tarde
Hércules debía robar, un pastor y un perro con dos cabezas que servía de guarda al
rebaño. Para los estudiosos el mito de las tres cabezas podría ser un símbolo de que
tuvo tres hijos, cabezas de tres linajes tartesios.
Nos han llegado referencias también de los reyes Gárgoris y Habis; Gárgoris descubrió
la miel y Habis, amamantado por una cierva, les dio las leyes. En estas leyes prohibía el
trabajo servil a las élites y dividió a la plebe en siete clases o ciudades, concepto que el
autor Alberto Luis Pérez plasma magistralmente en su novela El valle de las siete
sabidurías, dándole a cada clase una función social relacionada con las artes.
Los reyes tartesios, y después los turdetanos, utilizaron la figura de Habis para
legitimar su poder considerándose descendiente de éste. Aunque el mito sobre Gerión
sea lo más probable de origen griego, Habis y Gárgoris son sin duda de origen tartesio.
Existen muchos otros mitos como el de Norax, hijo de Eritea –hija de Gerion- y
Hermes, pero no voy a mencionarlos porque no vienen al caso.
En cuanto a las referencias históricas de Tartessos yo comenzaría por Herodoto de
Halicarnaso señalando su importancia, porque Herodoto no solamente narra los sucesos sino que busca su origen, además de sus leyendas, costumbres y cultura.
Herodoto nos habla del único rey tartesio del que se tienen pruebas históricas de su existencia y no sólo referencias míticas, este es Argantonio. Menciona, además, la travesía de un comerciante de Samos llamado Colaios, con todo detalle en su obra Historia.
Otras referencias históricas las tenemos en Rufo Festo Avieno que en su Ora Maritimae nos narra el periplo de su viaje por estas costas, y Estrabón en su Geografía, si bien Estrabón se basa en obras de Polibio de Megalopolis. Estas referencias históricas son la mayoría de las veces contradictorias, ya que Estrabón diferencia entre Gadir y Tartessos, pero Avieno las confunde. No se sabe con certeza en que momento surge esta confusión, lo cierto es que Avieno describe un Gadir ya pequeño, en ruinas y destruido, dado que la existencia de la colonia fenicia dependía del comercio con Tartessos, el cual ya se había interrumpido por la destrucción de éste.
Además de estos existen citas como las de Hecateo de Miletos, que concuerdan más
con la posición geográfica de la actual Huelva, ya que describen exactamente la
geografía del río que nace en las montañas y arrastra plata y estaño, en este caso el río
Tinto, «Tartessos, ciudad de Iberia nombrada por el río que fluye de la montaña de la
plata, río que arrastra también estaño».
Si tomamos en cuenta la parte de los descubrimientos arqueológicos, sin duda uno de
los más importantes es el yacimiento de la ría de Huelva. Hallado en la desembocadura del rio Odiel en Huelva en 1923, tras llevarse a cabo una serie de trabajos de dragado en la ría de desembocadura cerca de la Isla de Saltés, la cual tiene un parecido asombroso con las descripciones de la Isla Eritea que hacen las referencias del lago Ligustinus. El depósito de la ría de Huelva es de los más 14 importantes, no solo por la cantidad sino también calidad de las piezas encontradas, aunque no es el único de su tipo.
Se trata de un conjunto de mas de 400 piezas de metal datadas en el siglo X A.C. que podrían ser parte de un ajuar funerario así como piezas destinadas al comercio que viajaban en barco desde Tartessos rumbo a un destino desconocido; regatones de lanza, espadas, puntas, hebillas y broches. Los objetos tiene influencia mediterránea y atlántica, propia de las civilizaciones crisoles de culturas como fue Tartessos, y son todos de carácter muy homogéneo, lo que hace pensar más en comercio que en un ajuar funerario personal, donde no existiría esa homogeneidad. Probablemente fue el cargamento de un barco hundido.
Un papel importante y activo en el desarrollo de Tartessos lo tuvieron los fenicios, como ya he dicho, un pueblo de Asia que se denominaba a sí mismo cananeos, Fenicio es el término griego, ya que no nos ha llegado obra escrita alguna de los fenicios y las referencias a ellos es de los griegos, que eran sus enemigos.
Los fenicios fundaron en las actuales Cádiz y Málaga (Gadira y Malaka) colonias para
el comercio con los indígenas, y los enseñaron a trabajar las minas, construir barcos,
teñir textiles de rojo con el molusco llamado múrex, conservar el pescado y el alfabeto,
aunque se sabe que su codicia y la expoliación a la que sometieron a la población
autóctona provocó más de una revuelta.
El desarrollo de Tartessos sin Gadira o Malaka no hubiera sido posible en absoluto y tanto los fenicios como los tartesios estaban relacionados no solamente por el comercio sino por la cultura, las aportaciones sociales, políticas y la mutua cooperación, por lo que no es de extrañar que la desaparición de Tartessos coincida con el declive y desaparición de las colonias fenicias de los alrededores. De todas las ciudades fenicias Tiro fue la más importante para Tartessos pues fue la ciudad de donde partieron para fundar las colonias que comerciaban directamente con él.
El comercio de metales fue el más significativo con los tirios, no sólo para la fabricación de objetos sino porque durante muchos siglos Tiro se guió para comerciar por el patrón plata. ¿Qué otras minas o que otro territorio del sur de la península podría proveer de tal cantidad de plata a Tiro, sino las minas de Riotinto? Desde allí se transportaba el metal por el río del mismo nombre hasta la desembocadura, en el lago Ligustino, que sería lo que hoy es el estuario de los ríos Tinto y Odiel donde aun quedan vestigios de una isla llamada Eritea que no sería sino la actual isla de Saltés, siendo además Gadir la principal colonia fenicia en el comercio con Tartessos.
Los contactos entre Tartessos y Grecia ocupan un segundo lugar después de los tirios.
Fundamentalmente son Focia y Samos las ciudades griegas con las que se producen.
Herodoto, además, nos narra cómo el rey Argantonio hizo una oferta a los focenses de asentarse en sus tierras y crear así un emporio para el comercio. Pero los focenses, a pesar de las intensas relaciones comerciales que mantenían con Tartessos, denegaron la oferta, ya que ellos no tenían como costumbre la implantación territorial para
comerciar, sino que basaban sus relaciones comerciales en un trato personal.
Esta referencia de Herodoto, lo que nos confirma es que el comercio entre los griegos y los
tartesios era fuerte y los intercambios importantes; la arqueología nos confirma el
dato aportado por Herodoto, los restos arqueológicos de objetos de lujo y de comercio son numerosos en la zona, además, en Huelva se ha encontrado material arqueológico griego de un antigüedad hasta del siglo VII A.C. y en cantidades que implican un contacto comercial directo y sustancial entre ambas culturas.
El comienzo del estudio tartesio se lo debemos fundamentalmente a Adolf Schulten,
uno de los primeros arqueólogos que buscó los restos de la ciudad de Tartessos.
Schulten a principios del siglo XX estuvo en Huelva y de la mano del cónsul alemán
Luis Clauss Kindt visitó el Coto de Doñana y sus inmediaciones, donde él estaba
convencido que se encontraban los restos de la antigua ciudad.
Ya en 1894 el Ateneo de Sevilla había patrocinado las primeras excavaciones españolas, Feliciano Candau y Carlos Cañal publicaron sobre yacimientos arqueológicos en la provincia de Sevilla. El Ateneo tenía sus propios intereses de sobreseer las teorías que ubicaban Tartessos en la actual Huelva y divulgó solamente las teorías que localizaban la ciudad en la propia Sevilla, a pesar de lo poco sostenible de éstas.
Adolf Schulten, sin embargo, estudió todos los relatos clásicos en los que era mencionado Tartessos, pero incurrió en el error de prestarle especial atención a la Ora Maritimae de Avieno, por lo que midiendo la costa desde Gadir le daba un punto cercano a Matalascañas en la provincia de Huelva.
El pensaba que el lago Ligustino no eran sino las marismas de Doñana, y en algún lugar del coto se debía encontrar la antigua ciudad. Sin embargo no tomó en cuenta que Rufo Festo Avieno nunca realizó el periplo que narra en su Ora Maritimae y nunca estuvo en la península Ibérica, sino que se basó en textos más antiguos del siglo VI A.C. combinando a varios autores clásicos como Eutímenes Hecateo de Mileto, Cleón de Sicilia, Heródoto y Tucídides entre otros, por tanto su relato no tiene ninguna precisión geográfica, además de que Avieno confundía Gadir con la propia Tartessos.
Tartessos terminó desvaneciéndose en los últimos siglos del primer milenio antes de Cristo, y antes del florecimiento de la cultura ibérica, sus habitantes terminaron
convirtiéndose en los turdetanos que con el tiempo terminarían romanizándose bajo
la influencia del imperio.
Sobre el viejo y abandonado enclave de la antigua ciudad de Tartessos, y por los
mismos motivos que ésta surgió, el comercio de metales procedentes de las minas de
Riotinto, se construiría la ciudad romana de Onuba Aestuaria que embarcaría la plata,
el estaño, el cobre y la aleación de bronce rumbo a Roma, como antes se hubo hecho
rumbo a Tiro, quedando el nombre prerromano y con ello su esplendor perdido en los
anales de los mitos y leyendas.
5 comentarios en «Ciudades desaparecidas: Tartessos bajo el suelo de Huelva (Onuba Aestuaria)»
Fantástico viaje a nuestros orígenes 🙂
Muy buen resumen!
Buenas
¿Por qué se nombra a Juan Pedro Garrido y no a Elena Orta?
Ambos trabajaron juntos y a la paz en estos estudios que se comentan, me podrían explicar porqué no se la nombra a Ella siendo también catedrática de la Complutense que aportó muchísimo a la Historia de la Ciudad y ambos firman si obra juntos.
Saludos
Maravilloso que se recupere la historia con perspectiva de género e igualdad. Gracias ?
Maravilloso que se recupere la historia con perspectiva de género e igualdad. Gracias ?