Salomé de Miguel.
Virgilio Ortega es un maniático de las palabras… además de otras cosas que él sabrá. Cada uno conoce sus manías, porque todos las tenemos. Pero hay manías que son una delicia para los demás.
Es el caso de Ortega, que, gracias a su manía lingüística, nos ha dejado algunas joyas de la literatura del placer (aunque toda la literatura es madre de placeres, confesos o no).
Estudió en las universidades de Salamanca (como no) y Barcelona. Se licenció en Filosofía y Letras, como podía haberlo hecho en Historia, Sociología, Lenguas clásicas, o lo que sea, con tal de que fuera tema generador de curiosidad e investigación.
Porque eso es Ortega, un curioso investigador del lenguaje, que le saca punta a todo lo que huela a dato evolutivo o descriptivo. Palabralogía, Palabrotalogia, Palabradicción, … son algunas de sus obras. Hay para elegir.
Hoy nos centramos en la primera: Palabralogía. Ha cogido las palabras, las ha metido en la Historia, ha buscado su proceso evolutivo y ha escrito sus conclusiones. Que no son otras que la descripción analística y justificada de la vida de las palabras en su viaje por los tiempos.
Ortega se detiene ante una palabra y se dedica a curiosear en su evolución, en el significado de origen y final, en los por qué de esos cambios y los explica de manera que entendemos lo que pasa y nos divertimos con las curiosas modificaciones de su uso y significado.
No sólo las personas vivimos y evolucionamos. También las palabras lo hacen y de una manera sumamente viva y con protagonismo diverso. Hay palabras que no se conformaron con ser protagonistas de su tiempo, sino que lo siguen siendo … pero con intención distinta. ¿Son caprichos del lenguaje o es que los tiempos le exigen su adecuación a los distintos presentes?
O las dos cosas, porque todo cambio responde a unas causas que lo generan. Como en las personas y las sociedades. Es ley de los procesos. Pero en el caso de las palabras, los cambios ofrecen placeres imprevistos que nos hacen pensar en las causas y disfrutar de los finales. Porque hay palabras que no tienen desperdicio en su origen.
No se trata aquí de mostrarlas, sino de evidenciar que existe un libro, pequeño y barato, que recoge las magníficas elucubraciones que Ortega hace sobre las palabras y su caminar por su vida. Algunas caprichosas, como todos nosotros.
Pero no se busque un diccionario de curiosidades meras, sino que es una narración en la que las palabras se incorporan poniendo su nota de etimología explicativa. Sí, eso de un origen explicado.
Si os sentís así, caprichosos, llevad la contraria a la moda y leed este libro, en el que se pueden encontrar motivos para leer un rato solamente o un día entero, si así lo deseáis. Pero se puede leer también en la sala de espera de lo que sea, porque su contenido está a trozos de cómoda elección.
A veces la osadía nos alegra el día. Y además, culturiza de manera grata.
¿Curiosidad por el origen de las palabras o palabras de origen curioso? Elegid.
Grupo Azoteas