Miguel Mojarro.
En mis paseos por Cerro Colorado, en Riotinto, siempre terminaba en el Casino de La Dehesa, para tomar una manguara con mi amigo Alonso, o con Manuel, o con ambos, que para eso son el alma de ese casino emblemático minero.
A veces surgían temas literarios, como el de algunas obras de escritores del Sur, que para eso la zona es cuna (sobre todo Nerva) de almas inquietas en temas de escritos, pinturas y pentagramas.
Fue allí donde comencé a leer el libro «Paisaje con figuras», porque estaba en mi equipaje mochilero, por su tamaño y poco peso. Ese día me inicié en el mundo de Gala, que nunca abandoné (afortunadamente).
Antonio Gala. nacido en 1930 por la parte de La Mancha, zona de mentes preclaras, donde vivió hasta los 9 años. Como los manchegos pueden residir donde les plazca, que para eso lo son, dio el salto (no largo) a Córdoba, desde donde irradió su sapiencia narrativa y su poesía camuflada de prosa.
Gala es conocido por sus muchas y magníficas (y admirables) obras impresas en papel, pero también por las imágenes que nos ha dado en diversas creaciones de televisión. Siempre es más fácil conocer a los genios viéndolos en la caja tonta esa, que leyendo sus magnificas palabras en papel escrito.
Pero Gala se nos ofrece en todo tipo de escenarios, incluidos los del teatro, donde nos ha dejado motivos de admiración permanente.
Una obra suya, «Los verdes campos del Edén«, creo que su primera incursión en los escenarios, es de esas que dejan la tarea de volver a verla pronto. Aunque hoy no va de esa obra, aprovecho para recordar a quienes no la hayan visto aun que es asignatura obligada y pendiente.
Sus licenciaturas de Derecho (Sevilla) Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas (Madrid), le dan la pátina del «saber» como complemento de su amplia y sólida cultura enciclopédica. Gala es hombre al que escuchar, ver o leer, sin esperar mas que eso: Conocerlo. Con eso basta para cumplir con la exigencia nuestra de alimento racional y cultural. Es fuente de más cultura de la que algunos podamos digerir. Gala es un mito atípico: Lo es en vida y desde su juventud. La suerte nuestra es haber sido coetáneos de su presencia en una época en la que España puede presumir de abundante y valiosa presencia de «grandes», que no han buscado la grandeza efímera y fatua. Eso queda para los mediocres.
También ingresó en la orden de los Cartujos, para que nada falte en su experiencia vital, como es la rigidez y disciplina monacal. Con su expulsión, acabó su aventura, curiosa aventura espiritual. Curiosa, porque no deja de ser una paradoja su expulsión de una «casa espiritual», siendo él fundamentalmente practicante de un pensamiento y una obra esencialmente espiritual. Las cosas que pasan …
Sus estancias en Portugal y Florencia (¡Ufff …, que sitios!) completaron su enciclopedismo intelectual.
Por cierto, para los amantes de curiosidades, su colección de bastones tiene su origen en aquél que usó durante la convalecencia de una operación, en 1973. Parece que su colección es de varios miles de ejemplares.
Para comentar algo de su trayectoria como escritor, en 1990 recibió el Premio Planeta, con la obra «El manuscrito carmesí«. Podemos seguir con la serie de galardones, pero no es necesario aquí y hoy. Solamente sugerir que internet está para algo. El que quiera saber cosas, que lo busque, que hoy toca recomendar una gran obra, «Paisaje con figuras», que es causa merecidísima de sugerencia.
Antonio Gala, desde que asistí a la representación de «Los verdes campos del Edén», ocupa un lugar (varios lugares) en mi biblioteca, porque siempre hay momentos en los que apetece abrir cualquiera de sus obras y releerla.
Pero en esta ocasión, la obra que traemos a Lecturas casineras, es libro (dos) que puede leerse «de a poco» y en largas compañías. Cada capítulo es inicio y final en sí mismo, con lo que es favorable para lecturas ocasionales o de situaciones de tiempo largo.
«Paisaje con figuras» es la recopilación de ideas sobre personajes de la historia que en la mente de Gala dejaron la huella de su real importancia. O, como dice el propio Gala, «personajes a veces olvidados, o mal recordados, deformadas sus vidas e intenciones, … y que todos sufrieron el trato que da España a sus personas, peor cuanto mas grandes …».
Pero antes, como prólogo, Lain Entralgo, Don Pedro, poco sospechoso de mediocridad, nos adentra en lo que será el libro (dos) con su análisis sabio de lo que vamos a encontrar en él (ellos). Solo el prólogo, es placentero como antesala de lo que se promete. Conviene leer este prólogo porque es el inicio del placer de la obra. Y porque los prólogos son parte de lo prologado, aunque a veces esto no sea cierto. Pero en este caso, sí es anticipo de calidad.
Precedente de esta obra, está otra creación para TVe, «Si las piedras hablaran», que recorre diversos lugares históricos de España, con la colaboración en pantalla de Natalia Figueroa y las voces recordadas de Matilde Conesa y Rafael Penagos (Vaya dos …). Patrocinada por Patrimonio Nacional, fue precedente de lo que vendría mas tarde, sustituyendo «las piedras por personas»
Los personajes: Azahara, Quevedo, Goya, Mariana Pineda, Murillo, Jorge Manrique, El Tempranillo, Machado, Almanzor, … y mas. Hasta completar dos volúmenes, manejables y cómodos. Tierras y hechos de España, narrados más allá de lo que nos dicen (nos dijeron) los libros al uso. Leer la Historia propia de la mano de Gala, es un lujo.
Polifacético en su percepción del entorno y en la valoración del mismo, su estilo, la calidad peculiar, una corrección literaria poco frecuente. … y tantas cualidades de escritor deseable, están dentro de un libo (dos), que serian aconsejables en una casa que se precie.
Voy a anticipar algo que diré en la última entrega de esta serie: «Si alguien no entiende por qué hay casas en la que hay varios cientos de libros sin leer, el problema no lo tiene el poseedor de estos libros, sino el que no lo entiende».
Pero esto forma parte de la última entrega, no es bueno anticiparse. Además, no recuerdo quien lo dijo. Pero no es mía la idea, desde luego.
Gala es un ejemplo de un talante pesimista en la visión personal de los hechos y la sociedad (una decepción bien controlada y generadora de su rebeldía intelectual), que se traduce en un mensaje sutil de índole social.
Su obra es pretexto para su análisis social y personalísimo, desde sus tres referentes de reflexión: Patria, vida y libertad.
Gala, pesimista en su visión y activo en su talante. El autor del que nos examinarán al final de nuestros días.
Grupo Azoteas