HBN. Eduardo II, Ojos de Niebla, coproducida por La Nariz de Cyrano, Contubernio y Pentación, escrita por Alfredo Cernuda, dirigida por Jaime Azpilicueta y protagonizada por José Luis Gil (Si la cosa funciona, Cyrano de Bergerac…), es un texto histórico de gran belleza y calidad trabajado, pensado y medido, para transmitir en cada personaje, en cada frase de todos y cada uno de ellos, una historia que refleja la cruda realidad en las altas esferas de aquellos que nos gobiernan.
Recrea la vida del desdichado rey Eduardo II Plantagenet (que ya fue llevado al teatro por Christopher Marlowe) cuya homosexualidad le ocasionó la pérdida del trono y la traición de todos los suyos. Completan el elenco Ana Ruiz (Cyrano de Bergerac, Si la cosa funciona…), que da vida a la Reina Isabel; Ricardo Joven (Si la cosa funciona, Don Juan en Alcalá, El cojo de Inishmaan…) que interpreta a Orleton, obispo de Hereford (Iglesia Católica); Carlos Heredia (La cena de los idiotas, La divina Filotea, Silencio vivimos, Burundanga…), que se mete en la piel de Mortimer, Barón de Wigmore, y Manuel Galiana (Divinas palabras, Oficio de tinieblas, El veneno del teatro…), como Tolomei, el odiado prestamista judío.
‘Eduardo II, Ojos de Niebla’, llega al Auditorio Casa Colón, el viernes 11 de diciembre a las 16.00h. Posteriormente iniciará una gira por todo el territorio nacional que recalará en septiembre y octubre en el Teatro Bellas Artes de Madrid.
Eduardo II, por su autor
Ojos de Niebla recrea la vida del rey Eduardo II de Inglaterra; pero lo que a simple vista puede parecer un drama histórico, con toda la carga cultural que ello representa, se transforma en algo más. Es una historia de amor, de odio, de pasión, de lucha por el poder, en definitiva, es nuestra historia.
Ojos de Niebla narra el amor incontenible de Eduardo II por Hugo LeDespenser, el resentimiento de su esposa, la reina Isabel, humillada por los amores que su marido le niega; el odio de Mortimer, Barón de Wigmore, que le empuja a conquistar a la reina en su afán de poseer algo más que la corona; las intrigas de la Iglesia para acrecentar su poder y coronar reyes que sean fieles a sus propósitos; la ambición de un banquero judío decidido a prestar dinero a amigos y enemigos con tal de enriquecerse; la lucha de dos religiones por permanecer a la sombra de los poderosos.
Quizá lo más importante que re?eja la obra es su tremenda actualidad: la Iglesia continúa condenando el amor homosexual, las religiones continúan sembrando el mundo de fanatismo y dolor, y el poder del dinero somete más que nunca la voluntad de los pueblos. Es curioso que unos hechos ocurridos en 1327, siete siglos más tarde, tengan tanta vigencia. Cualquier periódico o programa de noticias, nos asalta a diario con las deudas de los estados, con el atentado sangriento de alguna facción terrorista, o con la negación de derechos a personas que simplemente tienen gustos diferentes. La gente que ha leído Ojos de Niebla, resalta que podría ser un drama actual solo con cambiar los nombres de los personajes.
En resumen, Eduardo II, Ojos de Niebla es nuestra historia, nuestra vida, lo demás… lo demás es literatura.
Notas del director
A través de la patética y terrible historia del pobre rey Eduardo II, me encuentro con la palabra. Solo la palabra.
Después de muchos musicales y formatos de gran espectáculo, este reencuentro con el teatro de texto es sumamente grato por varias razones. La primera es haber tenido el placer de compartir este drama con un grupo de gente estupenda, fascinada como yo con esta historia, que situándose en otro tiempo adivinamos tan de ahora mismo. La segunda es convivir con José Luis Gil, un actor todoterreno que tiene el don maravilloso de la credibilidad y no solo eso, sino que es un compañero y un ser humano fuera de serie al que no ha contaminado su tremenda y bien ganada popularidad.
Ana Ruiz, una actriz joven, pero con gran experiencia a la que auguro un gran futuro en este difícil trabajo, después de ser la Roxanne de Cyrano de Bergerac. Ricardo Joven es un gran actor que afronta con talento un personaje de perfiles muy difíciles. Hay más gentes estupendas en el reparto y en el equipo de luces, sonido, vestuario, escenografía y música original del gran Maestro Julio Awad, todos llevados de la mano indispensable del que es mi otro yo desde hace casi una década: Maximiliano Lavía.
Pero permítanme que solo mencione mi reencuentro con el amigo Manuel Galiana. No hace falta decir que es uno de los grandes de nuestro teatro, solo recordar que hace 50 años (¡¡qué barbaridad!!) de Calígula o Los chicos de la banda y todavía le sigo admirando y sintiéndole mi amigo. Por último y muy especialmente, debo mencionar al autor Alfredo Cernuda, que ha tenido la gran idea de crear un Eduardo II que, sin copiar a Marlowe, tiene una vigencia y una belleza literaria fuera de serie.
Espero que, además de compartir esta terrible vida, el espectáculo teatral como tal nos dé unos resquicios importantes de sentido del humor y sea para todos un momento auténticamente inolvidable.
Que así sea. Gracias.