Lecturas Casineras 22- Miguel Delibes

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Miguel Mojarro.

Valladolid, 1920. Se cumple ahora mismo un siglo de su nacimiento. También acompañaron a Delibes en esa celebración varios personajes de todos conocidos: Ricardo Montalbán, Juan Pablo II, Mickey Rooney, Federico Fellini, Walter Mattau, Chabuca Granda, nuestro payaso Gabi, Yul Brynner, Montgomery Clift, Isaac Asimov, … y tantos otros que han sido ejemplo en nuestros días vividos. Muchos, en esa añada magnífica.


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Pero para nosotros hoy, Miguel Delibes es el referente. Adicto al Real Valladolid, enamorado de Castilla, asiduo de barrancos y sembrados, visitante ocasional de pueblos y lugares, pesimista y terco, cariñoso y desconfiado, amable con el lugareño y sistemático en sus notas.

Un buen día lo nombraron Director del periódico «El Norte de Castilla», pero también le ofrecieron ocupar el mismo cargo en el periódico «El Pais», de Madrid. Algunos no lo entenderán, pero renunció, porque «qué iba a hacer yo sin poder ver a mi Valladolid los domingos».


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En 1974 se le ocurrió ganar el premio Nadal de novela, con «La sombra del ciprés es alargada». Y ahí le cambió su vida, porque ese momento definió la literatura como su modo de hablar y defender sus convicciones sociales y lingüísticas. Los pueblos y el lenguaje de los pueblerinos, el campo y su compañía silenciosa, la palabra y su libertad para hacer «lo que le daba la gana».

Pesimista y profundo analista de la vida de las personas y su entorno, amante confeso y empedernido del paisaje castellano, de su gente y de su entorno. No hay mejor forma de conocer Castilla la Vieja que a través de los libros de Delibes. Después, ir a disfrutarla. Pero tras la estela intelectual y costumbrista de Delibes.

Tuvo que hablar en la Real Academia de la Lengua cuando lo nombraron académico y su discurso dejó a todos con asombro no manifestado, porque Delibes era respetable y admirado. Estaba por encima de todo enfrentamiento a su heterodoxia cultural.

Hablaba y escribía como la gente de «sus pueblos», como recogía en «sus papeles» de campo, en sus andares por esos lugares.

Pero su gran virtud, fue «hacer lo que la daba la gana«, sin molestar a nadie y sin concesiones a «lo conveniente»

Envidia. Envidia «de la mala» me asalta cuando leo estas cosas, como militante en su «peña» de observador realista del entorno.

No puedo ni quiero ser mas claro: Delibes es lectura necesaria, tras El Quijote, Calderón y los tebeos. Puedo recomendar alguna de sus obras: Las ratas, Cinco horas con Mario, La sombra del ciprés es alargada, … y muchas más. Pero hoy me declaro partidario de dos de ellas, no por mejores, sino por oportunas.

«El Disputado voto del Señor Cayo», porque es la bofetada que se merecen los políticos de hoy. No es pecado leerlo ni está penado.

Y «Castilla, lo castellano y los castellanos», porque es magnífica y amena antesala a una visita sosegada a esta tierra que encierra maravillas naturales, sociales, históricas y artísticas.

Ya sé que me he alargado mucho en esta reseña casinera, pero «la sombra de Delibes es alargada».

La sociología, la historia y la literatura, llevan ya un siglo a su sombra.

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