“Para construir El metal de los muertos estuve en Nerva -la terrible ciudad
andaluza- muchas semanas, ya que en Riotinto no es fácil residir libremente sin estar a sueldo de aquella poderosa compañía de las minas”. Concha Espina, 1928.
Juan Carlos León Brázquez. La publicación, en septiembre de 1920, de El metal de los muertos, vino a coincidir con una tremenda huelga general en la cuenca minera del río Tinto, lo que supuso estar en las primeras páginas de todos los periódicos de España. Y sin embargo, los hechos que ofrece la primera gran novela social de la literatura española reflejan huelgas anteriores en la mina, sin que la situación desde la llegada de los ingleses, en 1873, hubiera cambiando mucho en casi 50 años de presencia continuada. La coincidencia de la publicación con la huelga de 1920 contribuyó al gran éxito de la novela, lo que llevó a su autora, Concha Espina, a ser candidata varios años al Nobel de Literatura, con hasta 25 propuestas recogidas por la Academia sueca. El metal de los muertos está considerada la obra cumbre de la prolífica escritora cántabra.
La valentía de una mujer autodidacta como Concha Espina de integrarse en el mundo obrero, a través de su estancia en 1917 de casi dos meses en Nerva, el gran núcleo poblacional de la cuenca minera y de hacer frente con su novela a la todopoderosa compañía británica Riotinto Company Limited , publicando lo que es la gran novela social de toda la historia de Huelva, aun hoy es un referente literario en un género poco conocido y estudiado en España, hasta el punto de que las últimas reediciones del libro se han hecho con prólogos o bien desfasados, o bien muy incompletos respecto al origen de la propia obra literaria, por el notable desconocimiento de los personajes y de la importancia que tuvo la cuenca minera onubense en el desarrollo del movimiento obrero y su gran influencia en los conflictos sociales españoles.
El pasado año, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de la escritora cántabra (María Concepción Jesusa Basilisa Rodríguez-Espina y García-Tagle), la Diputación de Huelva, a la que le propuse hacer una edición facsímil de la de 1920 y un nuevo estudio complementario que pusiera en valor los nuevos datos sobre la obra, vino en sacar de imprenta una reedición de la publicada en 2009, todo un despropósito mayúsculo por reincidir en los numerosos errores que contiene, tanto de la nota informativa que cierra el libro (en 2009 lo abría), como del prólogo introductorio desfasado de Antonio Garnica y Antonio Rioja, quienes también prologaron la edición de 1996 de la Diputación. Baste decir que mi propuesta para realizar una edición facsímil de la de 1920 (la he adquirido, por encargo, recientemente en la India) se debía a que en este Centenario pudiéramos acabar con el equivoco sobre la automutilación censora que han tenido todas las ediciones desde 1941, cuando el hijo de Concha Espina, Víctor de la Serna, le publicó la novela en su editorial, Afrodisio Aguado. Un hecho muy conocido por quienes venimos estudiando la obra (lo publicó Gérad Lavergne en 1979), pero que el redactor de la nota de la edición de 2009 señala como propio “haber detectado un hecho que ha pasado inadvertido”. Está claro para los que conocemos la evolución de las ediciones, que la publicada en 1941 supone una culpabilidad ideológica en el hecho distorsionador del sentido y fin de la versión centenaria que reivindico. Nulo ha sido el interés editorial por recuperar la pureza de aquella edición y los últimos estudios que se han venido realizando sobre esta obra, traducida en su día al sueco, al alemán, al ruso y al inglés.
En mi estudio sobre la obra, editado en 2015 por la Asociación de la Prensa de Huelva (Génesis de El metal de los muertos: El periodismo literario de una novela social), ya quedó acreditado, a través de las publicaciones en prensa de o sobre la escritora cántabra, que su estancia en Nerva fue en la primavera de 1917. Pero por si aun existiera alguna duda, ella misma, en el año que se publica El metal de los muertos, escribe a Miguel de Unamuno y le dice respecto a su novela: “El drama de los mineros me fascina hace años, desde que viví en unas minas asturianas siendo una chiquilla. Después he bajado a todas las grandes explotaciones de España y últimamente para escribir este libro estuve en Nerva en una casa de mineros una temporada, luego de recorrer toda la cuenca de Ríotinto. Era en 1917 y me proponía publicar el libro entonces, bien lejos de hacer una obra oportunista ni de ocasión”. Agrega que la enfermedad de su padre y su muerte le hizo abandonar mucho tiempo su novela “viniendo a salir en plena huelga de aquellas minas, cuando el texto de la novela parece una adivinación”. La nota aparece en una recopilación epistolar, realizada por Francisco Trinidad, sobre las cartas que dirige Concha Espina a Miguel de Unamuno.
Garnica y Rioja abundan en su error en las ediciones de la Diputación de Huelva, hoy las más conocidas: “El metal de los muertos se escribió rápidamente y se publicó en Madrid antes de que terminara aquel año de 1920”. Es decir, que si consideramos, tal como se dice en el prólogo de las ediciones de la Diputación de Huelva (2009 y 2019, de esta ultima están exonerados), que “en el mes de julio de 1920 (…) salió de Madrid para conocer personalmente la situación de las minas”, significaría que en solo dos meses escribió su novela, siendo que su autora ya dejó escrito que había residido durante semanas en Nerva y que había sido la obra que más le costó escribir. Lo dijo en 1926, en una entrevista en La Esfera: “Lo que más me costó escribir fue El metal de los muertos que obligó a una preparación intensa y difícil en viajes muy arriesgados”. Este tremendo y hoy Injustificable error tiende a trascender, como lo demuestra el reciente artículo en El País (13/3/2020), de la catedrática y experta en literatura femenina, Anna Caballé, quien toma la referencia de Garnica y Rioja, calificando la hoy obsoleta edición de 2009 de “magnífica”, sin haber considerado las aportaciones posteriores realizadas a la obra. Anna Caballé dice: “Cuando la prensa informaba, en torno a 1919, un día y otro de los conflictos que se sucedían en Riotinto ella, que ya conocía las minas de Asturias, decidió viajar hasta Nerva (Huelva) con su hijo mayor, un joven Ramón de la Serna, para escribir sobre ellos y su razón de ser. Viajó en julio de 1920, alojándose madre e hijo en una pobre habitación mientras la escritora procuraba impregnarse de los problemas que afectaban aquella milenaria explotación”. La fecha y la situación descrita no solo es incorrecta, sino que introduce importantes equívocos en la interpretación de la obra, lo que significa que el daño para entenderla bien se perpetua. “El texto de la novela parece una adivinación”, dijo la autora, lo que significa que, aunque coincidan novela y huelga, no tiene nada que ver con lo ocurrido en la gran huelga de 1920.
De hecho, contradictoriamente, Garnica y Rioja si aciertan cuando dicen que “cuando estaba (Concha Espina) terminando de escribir La Esfinge Maragata (publicada en 1914 en editorial Renacimiento y Premio Fastenrath en 1915) empezaron a conocerse en España por medio de los periódicos las grandes huelgas de Ríotinto de la segunda década del siglo XX, en la que los mineros lucharon heroicamente por mejorar sus salarios y sus difíciles condiciones de vida”. La contradicción es evidente, porque Concha Espina, a raíz de las huelgas mineras de 1913 es cuando toma la determinación de escribir su novela y viaja a Nerva, en la primavera de 1917, mientras se preparaba la huelga de ese mismo año, que ocasiona varios muertos. Su novela, pues, toma las referencias documentales de las huelgas de 1917, de 1913 e incluso de 1888, “el año de los tiros”. Los mismos prologuistas, en la edición de 1996, financiada por la Diputación, la Universidad de Huelva y la Fundación Riotinto, reconocen el hecho de que la novela se acerca más a la crónica que a la ficción. Por último, significar que Garnica y Rioja hacen referencia a ocho ediciones, una de las cuales demostré en mi estudio que nunca se hizo, cuando en mi biblioteca poseo una veintena, que se expondrán a partir del próximo miércoles en Huelva, en el Centro de la Comunicación, Jesús Hermida.
Afortunadamente, la Asociación de la Prensa de Huelva y el Ayuntamiento de Huelva han sido sensibles a este importante Centenario rescatando la obra de una literata que se debate entre el desconocimiento y el olvido. Anna Caballé, gran conocedora de la literatura femenina española, escribía en El País: “El metal de los muertos es la novela más comprometida socialmente de Espina, la más alejada del fino análisis psicológico de “interiores” tan característico de otras obras de la autora, pero también es la novela donde la combinación entre el tema —la denuncia de la vida miserable que llevaban los mineros en los yacimientos de cobre de Riotinto— y el estilo —el formidable empuje de su prosa poética— llaman más la atención por el contraste que se advierte entre ambos”. Su novela fue elogiada desde el principio, en España y en el extranjero. Un crítico alemán, Gellert, publicó en los años veinte (Der Gordenen Garten) al leer la novela: “El metal de los muertos es una novela genial, de ilustre estirpe poética, de incomparable fortaleza de expresión, que llena por si sola un momento de valor imperecedero en la historia de la cultura”. Y Gerardo Diego, poeta y académico, reconocía -en 1969, en ABC- que El metal de los muertos era de los libros que acostumbraba a releer y exaltaba el trabajo realizado por su paisana cántabra: “Valiente como siempre Concha Espina. Nada la arredraba cuando se le presentaba un tema posible de arte, una exploración de humanidad, una ingente curiosidad de misterio (…) Cuando se le ocurre estudiar la vida minera y el problema social tan grave que oculta la pavorosa entraña de la mina, no se contenta con referencias ajenas, ni con interrogaciones a los profesionales, ni con visitas apresuradas y epidérmicas. No consulta documentos para arrojarse a trozos de bravura estilística y léxica al modo de los novelistas naturalistas. Se sumerge arriesgadamente en los profundos infiernos”.
La huelga de 1920 se alimentó del éxito de la novela, reeditada de forma consecutiva y traducida a varios idiomas. El propio archivero de la Compañía Rio Tinto, David Avery, documentó en el libro Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria la presencia de la compañía británica en las minas, asegurando que la pluma de Concha Espina consiguió un gran apoyo para los huelguistas entre aquellos que, perteneciendo a las clases medias educadas, pudieran de otra forma haberlos condenado como revolucionarios comunistas. La descripción de la vida de Riotinto que hizo para sus lectores quedó impresa en la mente de estos y contribuyó en gran parte a la hostilidad manifestada frente a la compañía en los años siguientes». La novela denunciaba las pésimas condiciones de trabajo, la injusticia y desigualdades en nuestras minas. La autora de El metal de los muertos, nunca pudo olvidar el impacto que le causó aquella estancia en Nerva, en la cuenca minera de Ríotinto y lo dejó grabado con su voz, en 1932, cuando reprochó a la II República el esclavismo de aquellos mineros al capricho de una compañía británica: “Yo no puedo olvidar nunca la emoción de Ríotinto. Es algo enorme, todo allí tan grande, tan triste, tan desolado. Aquellas cortas inmensas, con escalones de tantos metros, con todo el cáncer, con todo corrompido. Es un terremoto que parece que sacude allí la tierra. Todo tiembla y hasta el suelo parece que solloza. No solamente es el quejido de los hombres lo que se oye, es el quejido supremo de la tierra que parece que también pide libertad”. Un testimonio tremendo y escucharlo de su voz aún más. Al año siguiente, en 1933, publicó su segundo poemario, Entre la noche y el mar, en el que recordó su paseo en aeroplano por los cielos y su descenso a las profundas entrañas de la tierra: “Subí al espacio ingente/con las primeras alas de los hombres;/me enredé en la maraña/infernal de las minas/por debajo de España”.
Concha Espina no estuvo adscrita a ninguna corriente literaria, fue autodidacta, feminista adelantada a su época, pionera en muchas cosas hasta entonces vedadas a la mujer y como literata marcó las letras españolas en la primera mitad del siglo XX. Si hoy no hablamos de Concha Espina como una novelista con el Premio Nobel, no fue más que un paréntesis marcado por la negativa de la machista Real Academia Española al negarle el único voto que necesitaba. Pero gracias a El metal de los muertos, Concha Espina es sin duda la gran pionera de la novela social española.
MINERO
Tunde, minero: hiende la roca;
parte caminos, traza tu senda
por los abismos
hasta el fracaso de la tiniebla.
Horada el mundo de tu negrura
para que veas,
desde un lucro,
que hay en las noches albas de luna,
que hay en las nubes claros del cielo.
Prende el gemido de tu herramienta
en costillares y sumideros
donde el racimo de los metales
es una fruta para los muertos.
Hunde el martillo como una sonda
en lo profundo de las gehenas
hasta que el grito de tu venganza
hinche la Tierra;
hasta que el parto de tu aleluya
rasgue el infierno,
colme los aires
y alce en su vuelo
todos los astros
del Universo.
Fragmento de su poesía `Minero´, del poemario Entre la noche y el mar, 1933.
Juan Carlos León Brázquez, es periodista y bibliógrafo, posee toda la obra en castellano de Concha Espina, con más de 600 ediciones. En 2015 la Asociación de la Prensa de Huelva publicó su estudio “Génesis de El metal de los muertos/ El periodismo literario de una novela social” y es autor, en la serie Documentos RNE, del radiodocumental “Ríotinto, la memoria de las entrañas de la tierra”, premiado en 2007 con el Andalucía de Periodismo, conteniendo la voz grabada de Concha Espina sobre su experiencia en las minas. El próximo día 30 de septiembre, en el Centro de la Comunicación Jesús Hermida de Huelva, dará una Conferencia sobre “El metal de los muertos en su contexto”, dentro del homenaje a Concha Espina y su obra, coincidiendo en dicho Centro con la Exposición de parte de las obras de los fondos de su archivo personal. La Exposición estará abierta del 16 de septiembre al 15 de octubre.