Redacción. Nuestro obispo, D. Santiago Gómez Sierra, ha presidido en esta mañana de 19 de agosto la Solemne Función Votiva en la parroquia almonteña de la Asunción de María en cuyo altar mayor se encuentra la patrona de Almonte, Ntra. Sra. del Rocío, que lucía de Pastora. Junto a él, el párroco y rector del Santuario del Rocío, Francisco J. Martín Sirgo, y el vicario parroquial, José Antonio Calvo Millán, que han concelebrado la Santa Misa a la que han acudido numerosas autoridades, la junta de la Hermandad Matriz, los anteriores presidentes de dicha hermandad y fieles y devotos que han participado de este momento tan señalado en el calendario almonteño.
Dosciento siete años de celebración de lo que se conoce como Rocío Chico, el Voto de acción de gracias que realizaron los antepasados de esta localidad cuando en 1813, motivado por la lucha que mantuvo el pueblo de Almonte contra las tropas francesas que habían invadido España, lograron resistir al invasor, siendo librados por la intercesión de la Virgen del Rocío de las fatales consecuencias para el pueblo de Almonte, que incluso pudieron suponer su desaparición por exterminio.
Momento de la lectura del origen de este tradicional Voto de Acción de Gracias
El 17 de agosto del año 1810, un grupo de treinta y nueve almonteños patriotas, asaltó el cuartel que en la localidad había establecido el ejército francés, dando muerte el capitán Douseau y a cinco soldados más, ya que este había recibido órdenes de reclutar a los hombres mayores de 15 años para la milicia francesa. Esto fue el desencadenante del propósito de saquear e incendiar la población por parte francesa, a lo que Almonte hizo frente con la oración, invocando entonces a la Virgen del Rocío para su mediación, ruegos que fueron escuchados frenando el avance de los ochocientos infantes franceses, sable en mano, que habían mandado desde Sevilla para aniquilar a la población. Cuando apenas distaban unas leguas de Almonte, este ejército recibió una orden para que frenasen su avance y retrocedieran.
Con motivo de estos acontecimientos y cuando el ejército francés se retiraba definitivamente de España, los representantes del pueblo de Almonte, Ayuntamiento, Clero y Hermandad Matriz, deseando manifestar el reconocimiento y gratitud, que deben al Todopoderoso Dios Nuestro Señor, por la intercesión de la Reina de los Ángeles, María Santísima del Rocío, acordaron unánimemente, el día dieciséis de agosto de 1813, hacer un voto formal y expreso, en su nombre y en el de las generaciones venideras, por el que en adelante y para siempre jamás, pasaran la madrugada del diecinueve de agosto en el Rocío, celebrando por la mañana Solemne Misa en la Ermita, en acción de gracias por el singular favor de la salvación del pueblo.
En esta ocasión, esta tradicional voto no ha podido celebrarse, como es tradición, en su Santuario, ni ha podido ser procesionada la Custodia con el Santísimo Sacramento por las calles de su aldea debido a esta pandemia que, en palabras del Obispo de Huelva, lleva a renovar con actualidad este voto realizado por los antepasados ya que «nos trae ante Ella para pedirle, hoy también, que sea nuestro auxilio, auxilio de los cristianos. Porque nuestro tiempo no es fácil, como en las bodas de Caná –en alusión al Evangelio proclamado, [Jn 2, 1-11]–, parece que falta el vino de la fiesta. No estamos celebrando este Rocío chico en la Aldea, no pueden estar presentes todos los que quisieran, la alegría de la devoción rociera no ha podido manifestarse exteriormente, seguimos viviendo la amenaza del virus que azota al mundo desde hace meses y se extiende un velo de incertidumbre sobre el futuro».
En su homilía, D. Santiago Gómez, ha señalado la necesidad de vencer el relativismo moral y atender a una verdadera solidaridad que nace de la obediencia a la Palabra del Señor
Pero D. Santiago Gómez, no ha achacado esta falta de vino y alegría de la fiesta exclusivamente a la tragedia que nos ha sobrevenido de improviso por la pandemia, sino que, además, ha querido señalar a «una cultura que tiende a prescindir de criterios morales claros», dejando de escuchar la indicación de la Virgen «Haced lo que Él diga». De este modo, «instalados en este relativismo moral, en el que cada cual se rige por su propia opinión sin mayor discernimiento,… los proyectos de vida se vuelven provisionales, expuestas a ser revocados cuando a cada uno le parezca, y esto a menudo se considera expresión de libertad, mientras que señala más bien la esclavitud del capricho;… exalta el cuerpo, pero en realidad banaliza la sexualidad y tiende a vivirla fuera de un contexto de comunión de vida y de amor;… nuestra sociedad tiende a ver como natural la exclusión social severa y la pobreza, conviviendo con esta realidad,… asumiendola como natural y que poco se puede hacer para cambiarla». El Obispo ha querido destacar la falta de deberes, renuncias y sacrificios en favor del bien común, evadiendo la batalla contra el mal en el mundo –aludiendo a la primera lectura [Apocalipsis 12 1-3.7-12ab.17]–.
De este modo, cuando falta el vino de la paz, la ternura, la fe, la esperanza, el amor, la verdad y la búsqueda sincera del bien común, ha señalado, «la vida se avinagra, surgiendo intereses personales y partidistas, la corrupción económica, la mentira como herramienta de comunicación que traslada interesadamente un mundo ficticio, la búsqueda de dinero abundante y fácil –¡que cerca de nosotros se producen noticias sobre tráfico de drogas! -, la violencia.»
El Obispo ha exhortado a hacer como la Virgen María que, tomando conciencia de la carencia en la boda, la asumió como tarea propia, obedeciendo «a la Palabra de Jesús, que es nuestra fuerza y nuestra luz». Así, «el amor a la Virgen nos llevará a Cristo. Él será capaz de despertar en nosotros una mayor entrega, nos hará obediente a su Palabra y perseverante en su seguimiento, y nos impulsará a servir a los demás con el ejercicio continuo de la caridad».
El Obispo de Huelva ha bendecido al pueblo de Almonte con el Santísimo Sacramento desde la puerta principal de entrada al templo parroquial, antes de concluir la celebración
Culminaba su homilía dirigiendo una plegaria a la Patrona almonteña: «¡Santa Madre de Dios, ruega por nosotros, como rogaste en Caná por los aquellos esposos! Auxílianos en nuestras necesidades y guíanos siempre a tu Hijo, el Pastorcito Divino, nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina inmortal y glorioso por los siglos de los siglos. Amén.»
A la conclusión, y ante la imposibilidad de procesionar con el Santísimo, D. Santiago Gómez, con la Custodia en sus manos, se ha dirigido hasta la puerta principal del templo parroquial para bendecir a todo el pueblo almonteño, muchos de ellos en la plaza ante la limitación de aforo debido al Covid-19.