Redacción. La especialista interno residente (EIR) de Rehabilitación del Hospital Universitario Juan Ramón Jiménez Marta Lopera, ha sido galardonada con el segundo premio en el concurso ‘Toxin Practice’ de casos clínicos prácticos destinado a médicos residentes de toda España y Portugal, con el uso de la toxina botulínica tipo A como tratamiento de la espasticidad.
La convocatoria tiene por finalidad permitir que los EIR de ambos países comuniquen, intercambien y divulguen su experiencia en casos clínicos de relevante interés. Se trata de que puedan compartir y ampliar sus conocimientos basados en la práctica clínica habitual y complementar su formación, mejorando de esta manera los resultados en los pacientes tratados.
El caso clínico presentado expone la mejoría de la espasticidad mediante el tratamiento con toxina botulínica en dosis creciente en un paciente que sufrió un accidente cerebrovascular, por el que presentaba como secuelas una serie de patrones espásticos característicos en este tipo de enfermos, en miembro superior e inferior izquierdos. La espasticidad es un trastorno motor del sistema nervioso por el cual algunos músculos se mantienen permanentemente contraídos.
En la Unidad de Intervencionismo del Servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario Juan Ramón Jiménez se realiza, entre otros, el tratamiento con toxina botulínica tipo A en pacientes espásticos. Junto al trabajo desarrollado con la Unidad de Neurorehabilitación, los profesionales realizan un abordaje global del paciente con espasticidad, incluyendo diversos tipos de terapias que le ayudan a conseguir una mejora funcional y en su calidad de vida.
La toxina botulínica es una neurotoxina que tiene la capacidad de producir parálisis muscular. Su efecto tarda generalmente entre 1-5 días en aparecer, y dura de tres a seis meses. Ofrece la ventaja de que carece de los efectos secundarios de los fármacos orales, como son la somnolencia excesiva o la debilidad muscular generalizada y permite ofrecer un tratamiento local, específicamente dirigido a los grupos musculares más implicados. Su aplicación puede provocar pequeñas reacciones adversas como dolor en punto de inyección, reacción alérgica o cuadro pseudo-gripal, entre otras.
Previamente a la realización de esta técnica para el manejo de la espasticidad, en la consulta se marcan los objetivos que se desean lograr consensuándolos con el paciente y el cuidador principal. En este caso, los objetivos planteados fueron facilitar tareas de higiene, reducir asistencia por parte del cuidador principal en tareas de vestido, reducir el dolor, prevenir deformidades y/o contracturas, reducir tono muscular, facilitar el uso de férula postural y mejorar el patrón de marcha.
De esta manera se planteó, siguiendo las recomendaciones de estudios recientes, un incremento progresivo de la dosis utilizada, consiguiendo aumentar la eficacia del tratamiento sin comprometer la seguridad o la tolerabilidad. Este incremento de la dosis permitió tratar una mayor cantidad de músculos y patrones de espasticidad, con lo que se consiguió mejorar el tono muscular, lograr los objetivos propuestos y una mejora de la eficacia global.
De manera general, la espasticidad debe tratarse cuando esté provocando síntomas o problemas para la función del paciente o su cuidador, diferenciándose entre tratamiento físico y farmacológico. El tratamiento físico incluye el manejo postural, pudiendo mejorar la comodidad, la respiración, la comunicación y las habilidades visuales, ayudando además a prevenir o limitar el desarrollo de complicaciones como acortamiento muscular, aumento de la espasticidad, dolor y áreas de presión.
Con respecto al tratamiento farmacológico, existen diferentes alternativas en función de que se trate de una espasticidad generalizada, regional o localizada, que permiten ajustarse a las necesidades de cada paciente y mejorar así su calidad de vida.