Antonio José Martínez Navarro. Pasaron los egregios visitantes al Palacio de Congreso, y exhalaron suspiros de admiración al ver aquella obra maravillosa. Un día áureo para los anales de la Ciudad.
En definitiva, se acertó plenamente en el ensamblaje de una obra modernista con la arquitectura colonial inglesa de su entorno y la adquisición de esta notable Casa se constituyó en una victoria moral, ya que el antiguo Hotel Colón le estaba vedado a los onubenses humildes, en él sólo entraban gentes pertenecientes a la alta burguesía onubense. podemos decir, que con su recuperación ha diversificado sus funciones y es raro el onubense por el motivo que sea no lo ha utilizado; un inmueble que estuvo en poder de los británicos durante más de un siglo y que, en varias ocasiones, sobre todo en los años cincuenta, se intentó recuperar mediante masivas manifestaciones verificadas delante de su puerta. Pero, tendrían que venir tiempos democráticos para que la ciudad recuperase el Hotel y hay que aclarar, que si bien en los momentos iniciales el protagonista del éxito fue José Antonio Marín Rite, la acción definitiva la culminaría Juan Ceada Infante. ¡Ah!, detengámonos unos instantes en lo prosaico del vil metal: El conjunto de la Casa Colón fue financiado, en un altísimo porcentaje, por la Junta de Andalucía. El Gobierno Central, contribuyó con una pequeña parte económica, y lo poco que faltaba para completar el presupuesto lo aportó el Excmo. Ayuntamiento de Huelva, aunque conviene recordar que, también, el Cabildo onubense corrió con los gastos de la gestión de las obras y de los proyectos. Si bien la cantidad fijada a priori fue de mil millones de pesetas, finalmente las obras alcanzaron una cantidad doble. Los jardines y los tres pabellones se rehabilitaron con un coste de ochocientos millones de pesetas.
En la actualidad, Huelva muestra a sus visitantes la Casa Colón con especial orgullo, porque en ésta la Naturaleza se cubre con espléndidas galas.
Bandadas de pajarillos trashumantes, qué digo, inquilinos de la ilustre Casa animal las copas de sus árboles, llenándolos de trinos, gorjeos, píos, arpegios y aletazos, sonidos que se unen al susurro de su fuente maravillosa.
Hoy la Casa Colón es, en la poética ciudad de Huelva, un rincón de inefable encanto, un oasis de meditación y de misterio, una puerta abierta de par en par al ensueño de los onubenses que buscan paréntesis de descanso entre las inquietudes y desasosiegos del que fuera hermoso Hotel.
Pero, llevados por nuestra pasión histórica nos hemos apartado de las historias de otras fuentes onubenses. La de la Casa Colón siempre ha poseído un lenguaje selecto, académico, pleno de corazón y rabia, dicharachero y gracioso. La verborrea que emplearon sus Tritones y escucharon sus propietarios británicos en los períodos 1914-1918 y 1939-1945 debieron ser muy patrióticas al ganar Gran Bretaña ambas guerras, al jugarse partidos de land-tennis en sus proximidades, deportivas y a lo largo de estos casi ciento cuarenta años de existencia siempre hubo alguien que bebiera o se refrescara en sus aguas; siempre hubo chicuelos británicos o españoles que jugaran en su primera taza; entre estos últimos citemos a José Antonio Mancheño Jiménez, hombre muy amante de Huelva y sus tradiciones, que tenía amistad con los niños ingleses, y que echaba su barquito de corcho a la fuente para que navegara por sus cristalinas aguas; siempre hubo quien se alegrara y familiarizara con su agua saltarina y riente. Esta fuente de los Tritones se sitúa en el epicentro del patio desde 1881 por orden de don Guillermo Sundheim, quien halló un magnífico ejecutor de su iniciativa en el competente arquitecto don José Pérez Santamaría, el cual contó con don Andrés Mora como ayudante de construcción. No investigamos sobre los orígenes de don José Pérez, ya que nos lo imaginamos nacido de los amores clandestinos de las musas con los poetas vagabundos. Resulta mucho más exacto. Describamos la fuente: el primer plato o la base de la misma está ocupados por cuatro deformes tritones alados con descomunales y terroríficas cabezas donde una amplia boca amenazan con dentelladas. Estos cuatro peces apoyan sus colas en una artística columna de orden clásico heleno y sustenta un plato sobre el que se observan, en discontinua disposición, varias hojas de vegetal. En la parte central y junto a la columna que sostiene el techo de la fuente cuatro aves mitológicas la contornean. La bella fuente está inmersa en un estanque que recibe el agua de varios surtidores de su frontis. El conjunto histórico queda rematado por el citado plato que continuamente es visitado por los numerosos pájaros que pueblan los árboles de su entorno. De ese cuerpo de la fuente emergen flecos de agua que le dan belleza y animación al conjunto. El feroz aspecto de los Tritones impone el respeto para que no se los toque. A lo máximo que permiten estas terroríficas figuras es que los numerosos viajeros que se les acerquen se hagan una fotografía en sus cercanías. Los tritones envueltos en un etéreo soporte verduzco morirán con el paso de los año y sus cadáveres, silenciosos, quedaran eternamente entronizados en un inmueble denominado Casa Colón, vivienda ahogada en medio del tráfico de Huelva, protegidos por un gran espacio y recios muros para que los automovilistas apresurados e ignorantes no se los lleven por delante.
Esta Fuente de los Tritones ha tenido, como es lógico sus competidores que nunca lograron alcanzar la fama, a pesar de que ella mantuvo numerosos diálogos con las restantes, pero sobre todo, largas discusiones.
En el corazón mismo de la vieja Onuba, de una exaltación como la de la Avenida de Andalucía a un sereno reposo cogitativo como el de la calle San Sebastián, abre la Avenida de Andalucía, la afluencia vital de su abigarramiento.
Esta Avenida que ha ido centrando en el mapa a la nueva capital de Huelva, tuvo en su origen en el reposo cogitativo de la calle del Santo Patrono Prácticamente se abrió en tiempos del alcalde Juan Ceada que la coronó inaugurando varias fuentes como la que se conoce popularmente con el nombre de “los recreativistas”. Apropiadamente un centenar de metros más al Norte se alza otra fuente que tiene el encanto de parecer que sus piedras son viejas y su cultura actual. En un futuro muy lejano será sagrario de recuerdos y manantial de investigaciones, ya que se yerguerá muy cerca el nuevo Archivo Provincial y, a no mucha distancia, se eleva una fuente que según algunos está dedicada al V Centenario, por otros a la Provincia, pero conocida por el vulgo con el nombre de “El Burro”
La Avenida queda rematada por una rotonda, concretamente en el cruce con la calle Galaroza, donde se eleva el Monumento al V Centenario o a la Provincia de Huelva.
La escultura fue solicitada al artista nervense José Noja según un acuerdo de la Comisión de Gobierno del Excmo. Ayuntamiento de Huelva, el 19 de diciembre de 1988.
Se trata de un monumento que representa en su composición a la provincia de Huelva. Consta de una escultura, en situación central, de la que a través de una serie de cascadas nacen los ríos Tinto y Odiel, que discurren hasta la lámina de agua que representa el Océano.
La Sierra desciende en taludes ajardinados desde la base de la escultura. Los cultivos situados sobre grandes primas de hormigón, con tratamiento superficial de hendiduras y estrías, simbolizan los campos cultivados del Andévalo y del Condado.
La marisma, la playa (un espacio cubierto de arena que llega hasta la lámina de agua) y el océano culminan los elementos. En el océano afloran una serie de elementos escultóricos, como homenaje a la civilización tartésica.
Entre las figuras que forman la composición, destaca la proa de una carabela, de donde emergen varios palos, el burrito «Platero»…
La escultura está totalmente realizada en bronce, tiene una longitud aproximada de ocho metros de largo por cinco y medio de alto desde la base más baja y su coste se elevó a 66.364.665 ptas.
En la parte izquierda del Monumento una placa recuerda a propios y foráneos la fecha de su inauguración y el nombre del adalid que convirtió en realidad su sueño. Reza así: «Don Juan Ceada Infantes, Alcalde de la Ciudad inauguró este monumento homenaje a Huelva, sus pueblos y comarcas, y al descubrimiento de América el 21 de diciembre de 1990».
Esta fuente no cesa en su parloteo: Le habla al visitante de las numerosas bellezas que posee la provincia de Huelva; reza a los Santos Titulares de la cercana iglesia de San Pablo que le hable sus puertas de par en par; le habla a la Avenida de Galaroza del lujo de sus expansiones, de la ostentación de sus riquezas y a los forasteros como se ha poblado la citada Avenida de comercios y tiendas, y establecimiento de toda índole (hasta tendrá pistas de pádel) en la que se hacinaran todos los deleite de la vida y todas sus apetencias y, ¡si no fuera tan bonita la Avenida de Andalucía! hasta podría pronunciar palabras envidiosas como la de Galaroza que se hizo asimismo calle rica y utilitaria, famosa y ostentosa. Pero no tiene envidia: la Fuente que historiamos une, en el tiempo, dos grandes avenidas, la semi vieja y la moza; en ella se mezcla la sangre de ambas y se diría que cada día en ella las dos Huelva logran mutua comunión.
Se hablaba antes de Avenida semi vieja Expliquémonos: Al principio la Avenida de Andalucía era sola extensa hasta la mitad de la que abarca hoy, esto es, hasta el “Monumento del Burro”. Pero, sin duda, el auge, fama y brillo que pronto adquirió exigieron al alcalde Pedro Rodríguez su prolongación en su medida actual, alargándola hasta el nuevo AC Hotel Marriott Huelva.
Fuentes ornamentales los ha habido en nuestra Capital y teniendo muy en cuenta que aunque no llegue a conocerlas las suelo recordar con toda su belleza y que me expreso sin pelillos en la lengua ni pararme en barras que realizaron barbaridades con sus derribos (Fuente Magna, Fuente del Piojito, Fuente del Punto, Fuente de las Naciones, Fuente de la Plaza de las Monjas…), pero conviene ir terminando este trabajo y para ello tenemos que dejar que hablen fuentes que pueden hacerlo y que conviene realizar en ellas diversas mejoras: La primera de ellas es la podríamos denominar “de las Carabelas” que se sitúa en la calle Doctor Juan Nicolás Márquez Domínguez, y es una de las primeras imágenes que el viajero ve, desde la autovía, cuando nos visita. Si estuviera en condiciones tendrían una significación más noble y cordial: daría la impresión de que desplegaría sus velas como unos brazos amigos. No obstante, la perplejidad inunda el alma del visitante: Si bien no es franca ni entreverada de clasicismo y barroquismo le afianza de que ha llegado a una tierra que a finales del siglo XV tenía los mejores marinos del mundo (Huelva, Palos de la Frontera…) y esta perplejidad se la da el que lleva años sin funcionar y da la impresión de dejadez total. En su inauguración se veían a las tres carabelas esbeltas, bonitas, “marineras”, “capaces de emprender” nuevos viajes expansionistas. Pero. ¡Cielo santo! con la dejadez en que fue dejada, el susto me atragantó el alma cuando volví a verlas al cabo de los años: tenía pintadas, crecían las malas hierbas, se amontonaban las hojas secas, numerosas grietas formaban parte de su edificación y los roedores se habían adueñado de ella. Y ahora quiero recordar una anécdota, acerca de esta Fuente: En su época floreciente algunos niños de la zona aprovechaban en verano sus aguas para darse el consabido baño sin que por allí apareciera autoridad alguna que lo impidiese. Espero que algún día sea restaurada para prodigarle los piropos, madrigales, en prosa y verso, que, entonces, se merecerían las tres carabelas.
En próximas semanas os comentaré más datos de esta Fuente y Clío nos hablará de la Fuente romana o Fuente Vieja.