Las Fuentes de Huelva parlotean un poco… (I)

La fuente, lo último en ser restaurado.
Los decimonónicos tritones de la fuente que historiamos.
La fuente, lo último en ser restaurado.
Los decimonónicos tritones de la fuente que historiamos.

Antonio José Martínez Navarro. En Huelva han hablado durante más de un siglo y cuarto varias fuentes, pero comencemos primero por la de la Casa Colón, surtidor casi olvidado por el pueblo y que les merecía a la clientela de lo que inicialmente fue uno de los mejores hoteles del mundo y, más tarde, a partir de 1896, inmueble multiuso de la londinense Compañía de Río-Tinto, el honor humano de clientela y mineros. Y ha hablado en un lenguaje popular, simpático, en el hablar como si se encontrara en el mismísimo Punto en medio de la cual los pequeños onubenses dichosos por mojarse las manos, huyendo del sol que achicharra en verano o soportando el hielo de la nevada del día de la Candelaria de 1954 o la pertinaz llovizna. Pero, retrocedamos unas décadas:

Después de la magna conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América, se vendió, el 31 de octubre de 1892, el Hotel Colón a la todopoderosa Compañía de Riotinto, que, durante décadas, utilizó sus dependencias como oficinas, y su enorme salón para desarrollar sus acontecimientos sociales. Así, fueron excepcionales sus bailes de Carnaval, la celebración evangélica anual de la Fiesta de la Cosecha y otros actos de índole británica (festejos de la Victoria en la I Guerra Mundial, los famosos The-Dansanz, etc.).


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Los onubenses de las diversas épocas miraban con resignación e impotencia aquella especie de reino liliputiense, regidos por sus propias normas y gobernados por sus propios mandatarios, en que se constituía el que antaño fuera Hotel famoso.

En estos años, los hijos de la rubia Albión continuaron viviendo encerrados en sí mismo, incomunicadas y hostiles hacia el mundo exterior, hacia la sociedad onubense, como en épocas pasadas.


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En 1940, el camino de interés de la ciudad de Huelva se cruzó con el de la Compañía de Riotinto: El municipio huelvano quería contar con una vía espaciosa que comunicara “El Punto” con la Plaza de las Monjas y para ello era preciso que hiciera retroceder el muro de cerramiento de la que los ingleses llamaba Casa Colón.

Se iniciaron las conversaciones entre españoles y británicos, y estos se negaron rotundamente a cederle a Huelva los metros que necesitaba.

Tuvo la fortuna de contar nuestra ciudad con un alcalde de férreo carácter, D. Joaquín González Barba que, ante la negativa de la Compañía, no dudó en expropiarle el terreno necesario que hiciese posible la construcción de la Gran Vía de Huelva. Así, en las Actas Capitulares, de fecha 3 de julio de 1940, se consignaba este acuerdo: “… Acordado por unanimidad y a propuesta del Sr. Alcalde de la urgencia del asunto, se aprobó de igual forma el informe del Sr. Arquitecto Municipal se acordó a que por la Compañía de Riotinto Limitada se requiera los materiales resultantes del derribo de la cerca de mampostería y cancela  que es objeto de expropiación para apertura de la calle de unión de la Plaza de José Antonio a la Alameda Sundheim, por la cantidad de tres mil setecientas dieciocho pesetas, figurando en dicho expediente como valor de dicha cerca y reja, siendo de su cuenta la demolición y la construcción de la misma en la nueva línea cuya adquisición se hará bajo la condición de que la demolición y construcción deberán verificarse dentro de las bases siguientes de la notificación de este acuerdo, debiendo comenzar las obras en los tres días primeros de dicho plazo cuyo comienzo deberá hacerse por el lindero perteneciente a la Sra. Viuda de D. Carlos Díaz Franco de Llanos, de modo que en cinco o seis días esté completamente demolida dicha cerca en el trozo comprendido entre dicho límite expresado y la entrada de carruajes por la Alameda Sundheim…”.

La fuente, lo último en ser restaurado.
La fuente, lo último en ser restaurado.

Fueron transcurriendo vertiginosamente los años y, en 1952 o 1953 la Compañía Riotinto Minera Limitada le vendió el inmueble a sus socios, los de la Compañía Riotinto Minera por veinte mil libras. En él se instalaron algunas de sus oficinas, en la zona izquierda del edificio principal, mientras que el resto del conjunto se dedicaba a viviendas para los jefes de la Compañía.

Dándole uso la Compañía Riotinto Minera conservó el edificio dignamente. Pero, hemos ahí, que en la década de los sesenta la Casa Colón pasó a ser propiedad de Explosivos Riotinto, que la abandonó a su suerte y comenzó su ruina.

A partir de aquellas fechas, los niños entraban en esta casa como los bárbaros entraron en la Roma Imperial, esto es, destrozándolo todo. Daba la impresión de que nada de loa que contenía la que fuera el mejor Hotel del mundo tuviese valor.

“Resultaba muy duro contemplar el estado de ruina de la casa – le comentaba Isabel Naylor,  (q.e.p.d.) una de las últimas inquilinas que tuvo la Casa Colón, a Carmen R. Jara, redactora del diario “Huelva Información”, en un interesante artículo publicado el domingo, 3 de noviembre de 1996 – comprobar cómo estaba terminando un edificio tan hermoso en el que habían transcurrido momentos tan importantes de mi vida y que guardaba el recuerdo de una época de esplendor y belleza. Para las tres o cuatro familias que todavía quedamos en Huelva que residimos en aquella casa la magia de su recuerdo parece no haber desaparecido. La casa ha visto muchas cosas y podría contar mucho sobre los onubenses actuales. La historia de Huelva en este último siglo se ha escrito en sus salones…”.

(Continuará)

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