Benjamín Naranjo. El 26 de julio, la sociedad celebra desde hace años el ‘Día de nuestros mayores’, de los entrañables abuelos. Suelen tener mayor impacto y significación en aquellas instituciones y residencias dedicadas a cuidarlos. En la capital tenemos, entre otras, la Residencia para Mayores de Santa Teresa Jornet, el antiguo asilo, regida por monjas y trabajando ellas y una plantilla de seglares que, no sólo se dedican a cuidarlos, alimentarlos, vestirlos,… sino que van más allá en su preocupación por los mayores, como es procurarles diversión y esparcimiento. Por eso, el próximo día 26 de julio les han preparado un espectáculo en el que intervienen los trabajadores, colaboradores, familiares y me han concedido el honor de que yo participe como presentador del espectáculo.
¿Por qué se celebra este día? En esta fecha, la liturgia celebra la festividad de San Joaquín y Santa Ana que, según la tradición cristiana, son los padres de la Virgen María y, por tanto, los abuelos maternos de Jesús. Vivían en tierras de Israel y pertenecían a la tribu de Judá. Al cabo de 20 años no habían tenido descendencia alguna.
Joaquín era muy generoso en sus ofrendas al templo. Un día, un escriba llamado Rubén le cortó el paso diciéndole: «No eres digno de presentar tus ofrendas por cuanto no has suscitado vástago alguno en Israel». Afligido y humillado, Joaquín se retiró al desierto a orar para que Dios le concediera un hijo. Mientras tanto, Ana se vestía de saco y cilicio para pedir a Dios la misma gracia. La humilde súplica de Ana obtuvo una respuesta inmediata de lo Alto. Un ángel del Señor se le apareció anunciándole que iba a concebir y dar a luz, y que de su prole se hablaría en todo el mundo. Al mismo tiempo, Joaquín recibió idéntico mensaje en el desierto, por lo cual, lleno de alegría, volvió al punto a reunirse con su esposa. Y se le cumplió a Ana su tiempo y al mes noveno alumbró a una niña, poniéndole por nombre María.
¡Muchas felicidades, queridos abuelos!
