Baños públicos en la playa de Punta Umbría

Una imagen de antaño de Punta Umbría.
Una imagen de antaño de Punta Umbría.

Antonio José Martínez Navarro. Los baños públicos habían aparecido como solución a una necesidad higiénica común en La India, Grecia y Roma. Los baños de que trata esta Gran Enciclopedia de Huelva se debían situar dentro de buenos edificios, construidos en la propia ciudad, en el que podrían entrar cualquier ciudadano o ciudadana y debía constituirse en un alivio físico que no se negaba ni a los más miserables, ni a los esclavos. Pasaron los siglos y los onubenses cuidaban del propio cuerpo no más de lo que bastaba para las exigencias elementales de la higiene. Finalizando el siglo XIX, un alemán, Guillermo Sundheim, hizo posible (con su descubrimiento de Punta Umbría) que los onubenses adinerados nadaran en el Atlántico. Esta costumbre no se iba a perder a partir de 1880 o 1890. Todo placentero aunque, en ocasiones, la Parca sumiera en el cáliz del dolor a una familia:

<<…El señor García expuso que en vista del desarrollo de la población y de las necesidades de atender a la higiene y salubridad de sus habitantes era de interés general que se estimularan a las Sociedades o particulares para que llevaran a cabo la instalación de baños públicos iniciando estas gestiones el Municipio por tratarse de asunto que afecta al bien de la población y al fomento de sus intereses materiales.


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El señor Ortiz expuso que a su entender más importante que la apertura de baños, era la mejora del pavimento de las calles Enmedio y Miguel Redondo.

Y tomando en consideración ambas proposiciones se acordó que sobre una y otra informe la Comisión de Fomento…>>.


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Al final se impuso la opinión del señor Ortiz y, tras mucha insistencia, se adoquinaron las calles En medio y Miguel Redondo.

En esta miscelánea veraniega bien merece recordar la primera víctima que ocasiono el baño en la incomparable playa de Punta Umbría:

Rafael Vargas y Vargas, nació en Fregenal de la Sierra en 1858. Abrazó el servicio de las armas y en 1884, año que nos interesa, era teniente de artillería. Al comenzar ese año, contrajo matrimonio con una bella  y distinguida dama de la nobleza española y decidieron pasar la luna de miel en la ciudad de Huelva y en su incomparable Hotel “Colón”.  El matrimonio se trasladó a Punta Umbría y cuando vio la grandeza de aquellos parajes paradisíacos, juzgó Don Rafael que su padre, Don Ramiro,  podría acercarse unos días a disfrutar del lujo y comodidad del célebre establecimiento, de la belleza marinera de Huelva y de la grandiosidad de las playas de Torre Umbría.

Así sucedió. Y el día 18 de agosto de 1884, padre e hijo (ya que la joven esposa sintió molestias y se quedó en el Hotel), se aprestaron a bañarse en las deliciosas ondas de Punta Umbría. Pero, dejemos que sea el redactor del diario “La Provincia” quien nos describa el triste suceso:

<<… Poco después de las diez de la mañana entraba en el agua el desgraciado Vargas, a la vista de su padre que desde la orilla presenciaba las inmersiones del hijo de su alma.

Atrevido como nunca -pues nunca había sido pusilánime en los baños-, se lanzó a pie firme, pues no sabía nadar, algo más afuera que otras veces y llegó a un punto que perdió pie.

El cuadro que en aquel momento se ofreció a la vista de todos fue desgarrador. Las manos fuera, algunas veces, del infortunado Vargas, indicaban el terrible momento en que su vida peligraba. El padre daba voces pidiendo auxilio y los tripulantes de la lancha de socorro hacían esfuerzos para acercarse a él, siempre inútilmente, más que nada por falta de serenidad o por tribulación en su ánimo.

El vigilante de la orilla y uno de los tripulantes no se atrevían a lanzarse al agua por no saber nadar tampoco.

En ese instante y a medio desnudar, nuestro querido amigo don Federico Escalona y López que a su señora esposa acompañaba, se lanzó al agua y después de múltiples esfuerzos consiguió coger a Vargas por la muñeca y colocarlo en la lancha.

La estertórea respiración, la espuma algo sanguinolenta que a los labios asomaba y la gran cantidad de agua que arrojaba, le hacía presumir que regresaba a la vida, y al padre renacer la esperanza en su afligido ánimo. Nuestro joven amigo el doctor José Cano Cáceres empezó en el acto a ejercer su ministerio, ya practicando la respiración artificial, insuflación pulmonar, etc.; y por último, con un cortaplumas quiso sangrarlo, pero todo fue inútil, la sangre no corrió, la respiración no se restableció, y en sus propias manos el corazón dejó de latirle

No queremos describir la escena que poco después presenciaron los bañistas, al ver aquel anciano que había sido invitado, por terrible acaso, a presenciar la muerte de su hijo…>>.

Rafael Vargas y Vargas fue el primer ahogado que se cobró la playa de Punta Umbría, hablando desde el estricto terreno de lo turístico, ya que aquellos lares, tan unidos a los lances que impone Neptuno o Poseidón, seguro que contará con una larga lista de personas que han perdido su vida en la lucha con el mar a lo largo de tantísimos naufragios como se han ido produciendo y que tuvieron por escenario aquel vergel llamado Punta Umbría.

 

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