Juan C. León Brázquez. El pasado domingo murió en Sevilla Mario León Ruíz (Nerva, 1942), quien fue maestro de tantos amantes de la pintura. El vagó por París a caballo entre los últimos años de los sesenta y primeros setenta, como antaño hiciera su paisano Vázquez Díaz, pintando, exponiendo y viviendo, y volvió maestro a ser más maestro en Bellas Artes, con mujer y un hijo francés con su mismo nombre. Años parisinos tras el famoso mayo del 68, en el Montmartre de la bohemia, bullicioso y artístico, que lo acogió durante siete años, hasta la llegada de la democracia a España cuando decidió el retorno. Volvió y en Sevilla hizo Bellas Artes, su sueño, para certificar lo que ya sabía. Y recorrió Andalucía como profesor y pintor, de Instituto en Instituto, desde Almería a Sevilla, para terminar en 1987 en Aracena, dejando su poso de pintor y maestro en cada pueblo andaluz por los que pasó como profesor. Pintó los rincones de tantos pueblos vividos hasta aterrizar en la Sierra, al mismo lugar en el que estuvo de muchacho estudiando Bachiller. Pocas satisfacciones como volver a los sitios donde uno nació, vivió y amó. Y él tuvo la fortuna de hacerlo, ya con familia formada, con Isatere que lo acompañó casi desde el principio de su aventura parisina y sus tres hijos. Y se encontró con Antonio, su hermano menor, quien también cogió los pinceles y hasta llegó a dirigir durante años la Escuela Municipal de Pintura de Nerva.
Mario León es un referente en tierras de pintores, de esos que han sentido y vivido una paleta de colores desde siempre, como no hay en ningún otro lugar de la tierra. Y añadió al aprendizaje de París, los colores de los pueblos andaluces, los de su mina, los de los alcornoques, los quejigos, los de los arboles y los del cante, porque si hay algo que le gustaba era el vino y el flamenco. Ahí quedó esa serie rasgada del canto, donde el lienzo se transforma en el propio quejio del cantaor y la guitarra. Unas guitarras que mirándolas oímos sus notas y de un cantaor que mirándolo escuchamos su quebranto.
No fue lo único, la evolución de su pintura, va desde los cuadros parisinos más comerciales que le dieron para vivir, pasando por sus paisajes y pueblos rurales, con sus fuentes, sus albercas, sus árboles y sus sombras; por los retratos de sus hijos, por sus toreros, por las voluptuosas mujeres que gustaba pintar y en general por tan personalizados trazos, casi a rayas que conformaban la geometría de sus figuras. Carteles de feria o hasta de jornadas gastronómicas llevan su sello. Bodegones y castaños. Tanto de lo que es nuestro.
Tuvo la fortuna, visto desde el día de hoy, que la Sociedad Circulo Comercial y “Mercantil” de Nerva le ofreciese el pasado año, en el Día de la Villa, 7 de agosto, todo un homenaje, al “pintor más innovador e influyente de Nerva en los últimos 50 años”, según palabras del organizador, José Luis Lozano Alvez, quien añadía que “Mario no solo es pintor, es una persona entrañable que pasa por la tierra coleccionando amigos por donde quiera que pisa”.
Fue un homenaje en vida, con muy pocos cuadros, quince, pero representativos de lo que Mario ha sido en la pintura onubense y andaluza. Nunca se le vio tan feliz, con familia, amigos y pintores, justo cuando por achaques había dejado los pinceles, él que volvió a su tierra para enseñar y pintar, en ese medio camino que algunos hemos ido recorriendo entre Aracena y Nerva, o entre Nerva y Aracena. Estuvo ahí y estará en noviembre, con su obra, cuando debiera haber cumplido 77 años, en la exposición colectiva Mar de Pintor que cerrará su ciclo en Aracena, tras pasar por Moguer, Rociana y Nerva y donde visionario interpretó una narración de Juan Ramón Jiménez, Miss Celeste, del Diario de un Poeta recién Casado. Sin duda, Mario León es puente, entre los que formaron la troupé del poso pictórico de la Villa, Vázquez Díaz y Labrador, entre otros, y toda la inmensa nueva generación de pintores que hace que Nerva levante orgullosa su lema Tierra de Artistas.
Mario León ya no está, como tampoco está desde marzo el zalameño Vicente Toti, también participante de Mar de Pintor, lo que doblemente llena este año de luto la cultura onubense. Sus cuadros, de uno y otro quedan. Algunos, cierto, quedan lejos, en Chicago o en Australia, o en París, pero como decía José Luis Lozano, enumerando sus muchos méritos y premios, hay que traspasar fronteras para dar valor a lo nuestro, “siendo Mario León un explorador de armonías, de reinterpretaciones cromáticas”. El poeta Juan Delgado, quien tampoco ya está entre nosotros, decía que la obra de Mario León va siempre más lejos de la anécdota.
En aquel homenaje del pasado año, Trazo a trazo, verso a verso, el alcalde de Nerva, José Antonio Ayala, decía públicamente que Mario León era el mejor pintor vivo que tenía Nerva. Y lo decía en tierra de muchos y buenos pintores. Se nos ha ido -dice José Luis Lozano- el decano de nuestra pintura, “uno de los máximos exponentes pictóricos de Huelva”.
2 comentarios en «Mario León, el pintor que volvió para pintar»
Preciosa elegia del gran pintor Mario Leon que nos acaba de dejar. Un momento triste para la cultura onubense.
Precioso el comentario que has realizado, sobre nuestro paisano, por cierto Juan Carlos, el era familia tuya?