José Manuel Alfaro / Sección Especial ‘El Cuaderno de Muleman’. El pasado viernes un conocido político de la ciudad, visito por accidente el Cabezo de la Joya, cuando venía de comprar una Baguette de un punto de pan caliente cercano. El individuo en cuestión, que prefiere seguir en el anonimato, entró fortuitamente en la zona de búsqueda del meteorito tras tropezar con una mujer con un traje de noche, que se incorporaba en ese momento a las labores de búsqueda, en las que todavía no se ha podido localizar el deseado objeto cósmico.
-¿Qué le hizo tropezar en esa mañana tan soleada con la mujer de los tacones rojos?
-Yo andaba tranquilo por la acera izquierda de la calle Fray Junípero Serra, dirección a la Plaza de la Merced, tarareando la banda sonora de la película Memorias de África. Cuando a medida que me acercaba a la intersección con la calle Ntra. Sra. Del Rocío comencé a escuchar un bullicio, que interrumpió mi concentración. Justo en el momento en el que yo andaba ensimismado en decidir, que tipo de enjundia iba a introducir dentro de aquel delgado y largo pan que portaba debajo del brazo, de cómo convencer a la ciudadanía, de que la opción de meter una excavadora Caterpillar 352F XE del 2017 para hacer desaparecer un montículo de tierra, era mejor opción que la hacer un parque o un centro de interpretación del patrimonio en ese lugar o de como quitarme de encima a dos escritores de Huelva, que se presentan todos los días en el despacho, en mi caza y captura para que les pague las minutas de unos recitales de poesía que hicieron en la asociación de vecinos de San Sebastián, hace seis meses y que todavía no han cobrado. Mira que le he explicado a mi secretaría unas cuantas veces que cuando esos dos bohemios vengan, les diga que los pagos están retenidos en el departamento de intervención porque tienen deudas en la seguridad social, pero nada, por mucho que se lo repito, mas acoso percibo en esos dos impresentables. Pero cuanto más andaba, mas fuertes eran las voces de aquellas dos personas discutiendo. Debía de ser por algo importante porque uno de ellos no dejaba de gritar y jurar por su madre muerta, que no lo había cogido. Yo que soy un político curioso me acerque a la valla que había junto a la acera, sin darme cuenta que, al llegar a la puerta del solar, entraba una mujer como un rayo y tropecé sin querer con ella, se le cayó el bolso, yo me agache, ella también y nos golpeamos la cabeza y caí al suelo inconsciente y rodando cuesta abajo como un tonel. Antes de que me diera cuenta, estaba delante de la caseta de un perro que salió como una fiera, menos mal que estaba amarrado, porque las babas del rabioso animal llegaron a salpicar por un momento mi entre pierna, mientras veía al fondo a una mujer vestida de rojo tendida en el suelo, si no fuera, porque en un momento la vi mover los pies, hubiera creído que estaba muerta. Pero lo más extraño de todo, es que aquellos zapatos me eran muy familiares. Así que allí estaba yo, levantándome del suelo, sacudiéndome el chándal y soplándole al pan para quitarle la arenilla roja de aquel sucio solar.
-¿Qué es lo primero que le llamo la atención?
-Lo que más me llamó la atención es que, en el momento del perro empezó a ladrar deje de oír a aquellos dos hombres discutir, de hecho, antes de que yo me volviera a abrochar la sudadera y me pusiera bien la capucha, tenía delante de mí a dos vagabundos mirándome y preguntándome, quien era yo. En un principio yo no le dije quien era, la gente no está acostumbrada a ver un conocido político en ropa deportiva y menos comprada en el Decathlon, así que les di la mano, me las volví a sacudir en el pantalón y tras volverme a preguntar quién era, les dije la verdad, un pobre hombre de su casa que había salido a comprar un poco de pan caliente y sin querer, había terminado allí. De todas formas, esas explicaciones no les resultaron demasiado convincentes, hasta que les ofrecí una de las barras de pan y se creyeron la mentira esa, de amo de casa que sale por la mañana a comprar para la prole. Eso y lo de la mujer que empezó a retozar en la arena balbuceando palabras sin sentido. Tenía que ser alguien conocida por aquellos individuos, porque se pusieron muy nerviosos, sobre todo uno de ellos, cuando el otro le dijo que ese traje rojo le era muy familiar.
Tanto fue así, que se fueron corriendo en busca de ella y yo aproveché, para irme caminando hacia el interior del cabezo, hasta que me encontré un hombre agazapado dentro un hoyo escarbando con una cuchara de café. Yo pensé en ese momento: este hombre está loco o qué. Menos mal que cuando me explicó que es lo que estaba haciendo, se me quito la cara de tonto que tenía en aquel terral, en el que, en menos de cinco minutos de estar allí observando el minucioso trabajo de aquel chalado, empezó a aparecer más gente. A los diez minutos ya había doce personas, a las que antes de que me hicieran alguna pregunta o me reconocieran, yo ya la estaba soltando trozos de pan. Todo aquello era muy raro parecía una secta, incluso había algo que no me daba mucha confianza, tanto silencio, menos por culpa del puto perro, que comenzó otra vez a ladrar y no me quedo en ese momento otra opción que darles un discurso sobre los diferentes tipos de pan y el arte de hacerlo en casa.
-Porque usted señor político, ¿es más de pan integral o de pan normal?
-Buena pregunta, porque de eso fue la conferencia con la que mantuve distraído un rato a la ciudadanía, que expectante se había congregado allí, junto al chalado de la cucharilla de café. Durante quince minutos les explique, primero los tipos de pan que suelo utilizar en mi dieta diaria, pan de mollete por la mañana en el bar para desayunar, pan de pueblo para almorzar los días de comidas son salsa, con los que mojar una y otra vez, pan integral para merendar con un poco de mermelada y mantequilla y para cenar, pan de toda la vida, ese de la miga blanca, con su corteza dorada, sin nueces, ni pasas, ni pipas ni florituras de esas, el pan de toda la vida, el que no se pone mohoso en un día, el de panadería del barrio, ese que hace el panadero con su manos toda la noche y que es estupendo para hacer barquitos en la sopa. Una conferencia que, aunque parecía más un mitin que otra cosa, en la que les explique que a pesar de ser un traga pan, mi sobre peso no es culpa tanto de mi dieta hiper calórica panera, sino mas bien del abuso de la chacina que le unto al pan entre desayuno y almuerzo, porque no hay cosa más deliciosa en el mundo que un bocadillo de jamón a media mañana con una cerveza en una barra de pan crujiente recién salida de horno. Mi oratoria los dejo embelesados a todos y termino con dos temas que me apasionan, la diversidad de tipos de pan y que recogeré en un libro que estoy escribiendo y que está a punto de salir de la editorial.
Un libro que recomiendo encarecidamente que se lo compren cuando se ponga a la venta, en cualquier librería de Huelva y que se llama “El Arte de ser un Tragapan” y el otro tema que me apasiona, el de hacer pan casero, que será el segundo volumen de la trilogía del pan que estoy escribiendo y que se llamará “Como hacer pan en tu casa sin quemarte con el horno”. Porque no hay cosa en el mundo que me relaje más que llegar a casa después de un pleno en el ayuntamiento, colocarme la bata y ponerme a hacer pan. Si supiera la gente como de espiritual me siento mientras amaso el pan y siento como se va colando entre mis manos esa masa divina de harina, agua, levadura y sal, acariciando cada poro de mi piel. Lo estoy contando y se me están erizando los pelos de los antebrazos. Tengo que reconocer que nunca me imaginaría que esa mañana salir a comprar el pan iba a ser algo tan gratificante. Ver a aquella multitud escuchándote disertar sobre los beneficios cardio saludables del pan, ha sido toda una experiencia. Trasmitir a aquellos ciudadanos que debajo de la piel de acero de un político, hay un hombre que ama mientras hace pan en su casa sin ropa interior, es maravilloso. Un estado que solo se rompió cuando comenzó a escucharse las voces de la mujer tendida en el suelo, que por fin parecía haber salido del coma.
-Si usted fuera alcalde, ¿cuál sería la primera medida que tomaría sobre este lugar?
-Bueno, sigamos hablando de pan.