Thomas Sanz, el hombre que impulsó las minas de Rio Tinto en el siglo XVIII, ya tiene rostro

Estos son los datos aportados por el vendedor, con error en algunas fechas: “Escuela española del siglo XVIII. Retrato de Don Francisco Thomas Sanz. Bajo la mano derecha del personaje, identificado gracias a la hoja que sostiene en sus manos, en el borde de la mesa, leemos «… Goya». El hombre es Francisco Thomas Sanz, valenciano, administrador de las famosas minas de cobre de Río Tinto (Andalucía) de 1750 a 1765. El epígrafe en la hoja en sus manos dice: ´A Dn Fran.co Sanz / Ce Ds ms as Admin.or / I Dixeator de / las R.as Minas de / Rio Tinto (en?) Sevilla´. El retrato debe estar necesariamente fechado después de 1762, el año en que el personaje vio su poder como administrador de las minas andaluzas, y 1765, el año de su expulsión del abuso de poder del rey, Carlos III. Las condiciones son buenas, mínimas restauraciones, están sucias y la limpieza puede tener muy buenos resultados”.Es un óleo sobre lienzo, en cuadro dorado viejo. Mide 100 x 84 cm.

Juan Carlos León Brázquez. La aparición hace unos días en el portal de compra-venta y subastas de internet `todocoleccion´ de un cuadro sobre Francisco Thomas Sanz, el hombre que administró las minas de Rio-Tinto en la segunda mitad del siglo XVIII, ha levantado un enorme interés en Huelva, especialmente en la cuenca minera del río Tinto. El vendedor, un anticuario cordobés que opera bajo el seudónimo “ricacottman”, ha recibido varias ofertas en los pocos días que el cuadro estuvo expuesto en el conocido portal malagueño, sin que ninguna alcanzara la cantidad inicial de 5.000 euros por las que se ofrecía el retrato, por lo que el cuadro ha sido retirado momentáneamente para valorar la mejor oferta. Es un óleo sobre lienzo, anónimo, sin firma del autor, que según su actual dueño, un anticuario cordobés, lo adquirió en una “importante subasta de arte europeo en Italia, con su documento de compra en regla”. Añadía una breve reseña del personaje, con algunos errores en las fechas. La importancia para la historia de las minas es que por primera vez hemos conocido el rostro de uno de los personajes más significativos de las minas, antes de la llegada de los ingleses,en 1873. Posiblemente sea el personaje más antiguo con rostro ligado a nuestra minería, de ahí el interés levantado por el cuadro.

Este descubrimiento supone una ventana más en la prolongada historia de las minas más viejas del occidente antiguo. Pero estamos en el siglo XVIII, en una comarca que mostraba el interés de la recién instaurada monarquía borbónica por la explotación industrial de las minas. De hecho, fue en 1746, en los últimos años del reinado de Felipe V, cuando Don Samuel Tiquet, presentó a la Junta de Comercio, Moneda y Minas la solicitud de seguir con la explotación de las minas, como continuación de la cesión a su tío, Don LiebertoWolters, en 1725, “la facultad de beneficiar las Minas de Guadalcanal, Rio Tinto, Cazalla, Galarosa y Aracena, formando compañía, y después para que sin intervención de ella pudiera beneficiar solo las de Río Tinto y Aracena”. Es decir, se dividió en dos la primitiva compañía. El sueco LiebertoWolterspuso en valor estas minas desde 1725, pero cuando murió fue su sobrino, el también sueco Samuel Tiquet, quien siguió con su explotación, lo que le llevó a numerosos pleitos, dado el interés crematístico de dichas minas, por su producción de “cobre, vitriolo y caparrosa”.  Tiquet consiguió su propósito para explotar las minas durante 30 años. Al año siguiente, en Sevilla, se celebró una problemática Junta de Accionistas. Tiquet consiguió con muchas dificultades seguir con la explotación las minas.


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Detalle del cuadro donde se indica el personaje, Don Francisco Sanz, y el cargo de Administrador y director de las Reales Minas de RioTinto, Sevilla (En el siglo XVIII no existía la provincia de Huelva).

Don Francisco Thomas Sanz, a quien hoy ponemos rostro,se presenta por primera vez, según el estudio de 1875 de Lucas de Aldana, como apoderado de Don Samuel Tiquet, el 11 de junio de 1753, a cuyo servicio estuvo hasta la muerte de aquel, en 1758, “cuando está en su mayor producción”, aún así en el informe que hace Martin Alonso Bolaños, de los bienes del asentista Tiquet,  se indica que “a pesar de los productos de 1750 a 1758, no bastan para cubrir los capitales invertidos y las deudas contraídas ascienden a más de 30.000 duros, dejando en fincas el escaso valor de 500 reales”. En su testamento Tiquet deja de legado a “Don Francisco Tomás Sanz, mi compadre, todo el menaje de casa, ropa blanca y de color que tengo y sirve en estas Reales Minas en que incluye la plata labrada que hay, por lo mucho que le estimo, lo bien que lo ha hecho conmigo y porque me encomiende a Dios”. Además, nombra a Sanz, “en mi mismo lugar, grado y representación, y le confiero las mismas facultades que en mi residen, para que en mi nombre y representación administre dichas Minas”. Desde la incorporación de F. Tomás Sanz se incrementa la producción de cobre, según consta en los libros de asiento. David Avery, en el libro Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria, destaca que “el largo mando de Sanz en la mina desde 1758 a 1783, coincidió con un periodo de casi inusitada prosperidad en España”.

Publicación de 1762, de Don Francisco Thomas Sanz, autotituladoadministrador asentista de las minas en tiempos de Carlos III, sobre descubrimientos arqueológicos de época romana. En portada la placa de bronce referida al emperador Nerva, descubiertaporél mismoen la que denominó galería San Carlos, el 31 de julio de 1762. El folleto tiene 12 páginas y fue publicado en Sevilla el 4 de septiembre de 1762. Esta placa originó muy posteriormente (1885) que la antigua Aldea de Ríotinto cambiase su nombre por el de Nerva. Los restos de la placa se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Existe una copia en el Ayuntamiento de Nerva.

En 1761, tras litigio, Sanz obtuvo la “administración, gobierno y dirección de las Minas de Rio-Tinto y Aracena”, colocando a su hermano Gabriel Alejandro, como contador e incluso poniendo a un afín (a hechura suya) como Escribano, silenciando así a los capitales suecos que se oponían a su nombramiento. Sin embargo, los pleitos continuaron, esta vez con el Ayuntamiento dueño de la comarca, Zalamea la Real. Sanz alegó los costes y la ruina de poner en valor las minas, por lo que pidió la plena propiedad de las mismas a partir de 1776, señalando que con él de administrador desde el fallecimiento de Tiquet, las minas habían producido a fecha de junio de 1769 un total de 1.395.408 libras de cobre, “habiendo satisfecho a la Real Hacienda la media treintena en el tiempo que disfrutó esa gracia”. Los suecos se negaron y volvieron a pleitear por la propiedad de las minas, alegando que Sanz solo era un “administrador con salario y obligación de dar cuentas justificadas”. El pleito determina que las minas no fueron dadas en propiedad, solo en Asiento, y que con Sanz al frente de la mina “ha sido superior el producto de cobres”, reconociéndole haber sido más acertado y fructuoso en la dirección que los suecos Wolters y Tiquet, que habían disfrutado anteriormente del Asiento de estas minas., siendo que “ha perfeccionado (Sanz) un establecimiento que es el principal de su clase”. Por cierto, en el pleito se señala que los vecinos de Zalamea la Real se habían opuesto con gran empeño a la explotación de las minas, y eso que aún estamos a más de cien años de 1888, el año de los tiros. Esa oposición se debía al enorme corte de madera que se necesitaba para carbón y la entibación de las minas. Manuel Flores Caballero, en su estudio La Rehabilitación Borbónica de las Minas de Rio Tinto, señala que la principal característica de la explotación de las minas con Sanz (1758-1783) “es el crecimiento continuo de la producción”, con dos baches causados por los pleitos en 1762 y en el periodo 1764-1767, éste último “motivado por el pleito con los vecinos de Zalamea por la corta de arboleda”. Sanz logra parcialmente sus objetivos en contra de los accionistas suecos. Las minas vuelven a la Corona y él es nombrado administrador, “con las mismas facultades que hasta aquí y por tiempo de treinta años”, imponiéndole, entre otras restricciones, que en los primeros seis años debe pagar las deudas y las “utilidades” que correspondan a los accionistas, además de concordiar con Zalamea la Real el corte de leñas y maderas. Madrid, 3 de agosto de 1778.


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“Las minas de Rio-Tinto, en el transcurso de siglo y medio, por D. Lucas de Aldana. Madrid, 1875”.

Recoge el historiador J. M. Pérez López, en las fuentes documentales sobre la emancipación de la Villa de Nerva, haciendo alusión a Gonzalo y Tarín (1888), que con Sanz la mina pasó de tener 14 trabajadores en 1758 a 780 veinte años después, e “incrementó la producción de cobre de 1000 kg., en 1751. a 70.000 kg. en 1761 (cobre fundido)”, anotando una mala gestión por los hundimientos y ruinas que lastraron la explotación. Él, dice David Avery, tenía un amplio sentido patriótico y creía, “para Gloria de España, que había descubierto en Río Tinto una de las grandes minas del mundo antiguo”. En 1778, con su nombramiento como Administrador real, empezó para Francisco Thomas Sanzuna segunda época en Rio-Tinto, iniciándose un periodo de irregularidades contables, robos y pérdidas. La Real Hacienda vigilaba de cerca tan productivas minas y sus rentas, por lo que Sanz buscó triquiñuelas para pagar lo menos posible al erario público. Sus problemas mudaron cuando en 1783 se propuso para Sanz, obteniéndola, una jubilación de 12.000 reales, “ya que ha de vivir en un sitio despoblado y mal sano”. La cifra inicial propuesta de 36.000 reales se rebajó hasta esos 12.000 que le fueron concedidos. Unos años antes, 1779, se había remitido un memorial en el que se indicaba que Sanz llevaba 29 años empleado en las minas, “sin haber atendido a otra cosa, porque Tiquet le colocó de Fiel en la entrada del carbón, Pagador de operarios y Capataz de barrenería en el año de 1750, y seis años después le despachó título de Contador y Pagador con un sueldo de 250 ducados, cuyo sueldo no fue efectivo porque todavía no producían las Minas para sufragar estos gastos”. Los suecos aceptaron las cuentas presentadas por Sanz y dejaron de pleitear “liberándole de cualquiera responsabilidad que pudiera resultarle”. Sin embargo, en 1784 sería Sanz y otros accionistas españoles quienes iniciaron un nuevo pleito, exigiendo derechos y “utilidades” de las minas “devueltas a la Corona con todos sus enseres”.

Llama la atención que Sanz alega en 1792 extrema pobreza y Diego de Gardoquí (industrial bilbaíno esencial en la independencia de los Estados Unidos) dictamina que se le den 20.000 pesos “a cuenta del valor que tiene que haber”. El pleito sigue, pidiendo Sanz no solo una gran suma de dinero, sino la restitución de las minas, intentando llegar a un acuerdo con la Real Hacienda. Y en pleitos, reclamando derechos sobre la Mina, murió Sanz en 1801. Su hijo aún siguió intentando volver a hacerse con la explotación minera, pero la entrada del siglo XIX no fue muy afortunada para España. Las tropas francesas entraron en Sevilla el 1 de febrero de 1810 y en las minas se suspendieron todos los trabajos, volvieron así al ocaso productivo hasta la llegada en 1873 de los ingleses.Flores Caballero anota que los pleitos (mantenidos por los herederos de Sanz) coleaban aun en 1873, después de haber vendido el Gobierno español las minas a la Rio Tinto Company Limited, solicitando el importe de unos pagarés por valor de 9.280.000 pesetas”, aproximadamente el 10 por ciento del valor por el que se vendieron las minas a la compañía anglo-alemana.

Este es el personaje del retrato anónimo aparecido por muy breve tiempo en el portal de compra-venta de internet, puesto a la venta por 5.000 euros. El interés suscitado en Huelva por su aparición no ha dado aún con un comprador del retrato, que bien pudiera terminar en una institución pública, dada la relevancia del personaje, con lo que dicha imagen pasaría a formar parte del patrimonio cultural de nuestra provincia, ya que se trata quizás del personaje más antiguo de nuestras minas sobre el que ya conocemos su rostro. Es el retrato más antiguo que existe de un responsable de la explotación minera de Rio-Tinto y un preciado patrimonio para nuestra historia, justo en un periodo puente de la restauración de dichas minas en el siglo XVIII, anteriormente abandonadas hasta la llegada de los industriales suecos. Un vestigio histórico asombrosamente aparecido en una página de internet a la espera de un comprador.

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