LCD/RFB. El Rocío es tan grande que caben en él, en su mundo, tantas expresiones como podamos imaginar. Y hay muchos conceptos que pueden definirlo, presididos todos ellos por al Amor. Entre estos hay uno que sobresale y es el de la emoción. Las emociones embargan siempre lo que se vive en la proximidad a la Pastora Almonteña, venerada por miles de almas en un acontecimiento que verá, está viendo ya, entorno a la Hermandad filial de Hinojos, una etapa clave en su historia, la que supone que la vara de hermano mayor sea portada por Juan Antonio Maraver.
Este hombre hinojero, de 40 años, aparte de un corazón inmenso, como señalan todos aquellos que se refieren a él, cuenta con la singularidad de ser Síndrome de Down. Pero eso no es lo que más le caracteriza, no… lo que le define en gran medida es su inmensa devoción rociera.
Y después de visitarlo en su pueblo para realizar este artículo, además de haber presenciado alguno de los actos en los que ya ejerce de hermano mayor y hablado con miembros de su hermandad, no tenemos muy claro que la desmedida emoción, la tremenda ilusión con la que está viviendo esta experiencia no sea compartida en esos superlativos términos por todos los que le rodean, familia, amigos, conocidos y cualquiera que sepa de la misma.
Nos decía su cuñado, Fernando Gutiérrez, profesor en Paterna del Campo -jefe de estudios del colegio- que toda persona buena contribuye a hacer hermandad desde la posición que ocupa ahora Juan Antonio, pero su personalidad -al que todo el mundo lo quiere- consigue una unión muy especial. Esas sensaciones las hemos experimentado en la visita a su casa de Hinojos, en la que nos acompaña, además de Fernando, la madre de Juan Antonio, Rafaela Naranjo.
Hasta hace poco presidió la entrada de la misma el Simpecado de la Hermandad, en esa tradición que bendice durante unos días la vivienda del hermano mayor y que la hace casa de toda la corporación, incluso del pueblo entero. Fernando Gutierrez, además, ha sido este año el Pregonero de la Hermandad, en una emotivo acto celebrado en la parroquia de Hinojos.
La vida ordinaria de Juan Antonio -en estos momentos está como en una nube- se vincula al campo y a la gente. Labores agrícolas relacionadas con el olivo, incluido manejo del tractor, -llevan las aceitunas a la cooperativa del pueblo Chucena, de donde era su padre y muchos familiares y amigos- y ver, saludar a la gente. Nuestro protagonista es un ángel que pisa el suelo hinojero para ayudar a los demás a ser felices.
Juan Antonio se emociona con mucha facilidad. Hablas con él y, más allá de su discapacidad, te das cuenta que tienes delante a una persona muy especial, sencillamente a un hombre que esta primavera está consiguiendo cumplir su gran sueño. La madre, Rafaela, también se emociona.
Nos trasmite su pesar, y el de su hijo, porque el padre -fallecido hace veinte meses-, no pueda ser testigo terrenal del bonito acontecimiento. Concluimos que en todo caso es testigo, desde el cielo, y que va a disfrutar tanto como Juan Antonio de esta ansiado deseo cumplido.
Y aunque en su nombramiento hayan mediado los hombres -por el procedimiento tradicional, sin ninguna ventaja-, la sensación que nos queda es que el hito de que Juan Antonio sea hermano mayor de la del Rocío de su pueblo es Justicia Divina. Es, si nos apuran, un guiño de la Divinidad, de la propia Virgen, para contribuir, de verdad, a que la experiencia romera sea Amor y Fraternidad.
En la charla que mantenemos en Hinojos, indistintamente hablamos con el propio Juan Antonio, su cuñado y la madre, que amablemente nos atienden. El hermano mayor pertenece a la corporación desde niño y cuenta con antecedentes de tanta raigambre como que sus bisabuelos, Cipriano y Dolores (padres de Rafaela), formaron parte de grupo fundador de la Hermandad, allá por 1934.
Desde siempre Juan Antonio ha vivido muy intensamente la salida de la Virgen en la Aldea, el lunes de Pentecostés. Se mete -su abuelo era almonteño- y desborda su pasión en ese recorrido amoroso que la Señora hace por la proximidad de la Ermita para acercarse a los peregrinos. Este año la ilusión de nuestro protagonista es que la Virgen se aproxime a la casa de Hermandad, como hacía antaño.
Antes decíamos que Juan Antonio era un ángel para su pueblo pero Fernando afina sugiriéndonos que nuestro amigo es un angelito de las marismas. Y lo apunta porque siempre que tiene oportunidad, con sus botas altas para adentrarse donde haga falta, Juan Antonio se funde con ese espacio mágico de la naturaleza iluminado por la Reina de nuestro sur y del mundo entero. El mayo florido de 2018 vivirá la cercanía a las marismas de Juan Antonio pero de otra manera. Y con ello la bendición de todos los peregrinos que van a tener la dicha de ser encabezados por él para postrarse ante la Blanca Paloma.
Juan Antonio y su familia se sienten abrumados por las múltiples expresiones de afecto y generosidad que la gente está teniendo con él con motivo de su condición de hermano mayor. Sabido es el esfuerzo que los que portan la vara y sus allegados tienen que aplicar para llevar a buen término el mandato. Juan Antonio ha recibido una increible cantidad de obsequios para hacer más llevadero ese esfuerzo algo que, superando el significado material, los ha conmovido.
Además de los hinojeros, se han volcado con el hermano mayor muchos chuceneros y de otros lugares de la provincia. Recientemente ha recibido, en nombre de la Hermandad, el premio ‘Elena Whishaw’, otorgado por la Mancomunidad del Condado de Huelva.
No es algo usual que un síndrome de down sea hermano mayor de la hermandad rociera de su pueblo. Hemos investigado y comprobado que, curiosamente hace veinte años justos, otro rociero con la misma singularidad portó la vara de hermano mayor, en concreto la de la Hermandad del Rocío de Lucena del Puerto, Mauricio Borrero. Ahora le toca a Juan Antonio, para ser feliz y hacernos mejores, más hermanos, más felices, a los demás.