Rafael Muñoz.
(Publicado en La Provincia el 7 de mayo de 1918, página 2 por Agustín Moreno y Márquez)
Cuando contemplamos la iglesia de San Pedro en las alturas como reina y señora de la ciudad de Huelva, nadie que no sea un viejo podrá pensar que en la mitad del siglo anterior había que bajar para llegar a ella, excepto por la plaza de su nombre y que solo se veía del lado de San Sebastián y de los altos del Conquero. De la Vega, de San José, de la Calzada, de la Concepción, de San Francisco, de las Monjas ni de la misma calle de la Fuente se podía divisar ni la cúpula de su torre.
Un cabezo muy alto se interponía entre ella y la ciudad desde la calle de Ginés Martín hasta las extremidades de la del Puerto donde estaba la ermita de Saltés. Asusta pensar los miles de metros cúbicos que se han extraído de ese Cabezo.
Entrando por la calle del Puerto a la de Ginés Martín que tenía en su acera derecha un molino de aceite se subía por una estrecha cuesta empedrada hasta la altura donde se hallaba un pedestal de mampostería con una cruz de hierro y desde ella se descendía bajando siempre hasta para entrar dentro de la iglesia en cuya puerta principal había que pisar cinco o seis gradas que estaban más bajas que el nivel de la calle. Esa puerta, que miraba a poniente ya no existe pues parece que por ella entraron unos ladrones que pretendieron robar al templo sus alhajas.
El resto del cabezo a la derecha de la cuesta empedrada, se hallaba horadado conteniendo diferentes cuevas donde habitaban familias de gitanos y otros diversos pobres, mientras que en la superficie de arriba, en las alturas, limitando con las casas de la plaza de San Pedro y de la calle de la Fuente, contenía tierra laborable, almendros, higueras y otros árboles. En su lugar vemos hoy parte de la calle de Aragón, la plaza de Abastos, las oficinas de Hacienda, el precioso paseo de Santa Fé, parte del bonito local de escuela de niñas, dos hermosas aceras de casas y la escalinata de ladrillos en limpio para subir a San Pedro y todo eso a muchos metros debajo de lo que fue heredad o huerto con árboles frutales.
¡Oh San Pedro San Pedro! ¡Yo te saludo emocionado por haberme acogido en tu pila bautismal recién nacido en 28 de Agosto de 1838! Dispénsenme nuestros lectores esta pequeña expansión de mi alma.
Otra iglesia parroquial, que también ha sufrido transformaciones es la de la Concepción, más pequeña sin duda que la de San Pedro, pero también más bonita y alegre, o si se quiere más coquetona y a la cual concurría lo más selecto de Huelva.
Antiguamente en su puerta principal tenía un porche de ladrillo con un pretil feo y dos entradas a derecha e izquierda del mismo con sus gradas correspondientes. Dentro del templo un antiestético coro de material, ocupaba gran parte del centro, desde cerca de la puerta hasta un par de metros de las dos primeras columnas entarimado y con sus correspondientes asientos, mientras que lo restante del piso de la iglesia era de ladrillo ordinario. Esa fealdad al presente ha desaparecido.
Sigue en importancia como ayuda de parroquia, la Iglesia de San Francisco, perteneciente al antiguo convento de frailes franciscanos, donde se hallaba y se halla instalada la cárcel nacional de esta provincia.
En ella se dice la misa todos los domingos y días de precepto a los presos o reclusos que la oyen a través de una triple reja de hierro en un ancho ventanal frente al altar en que oficia el sacerdote.
Es claro que esta misa a las once de la mañana no es solo para los presos, sino también para la gente de aquél barrio y para otros muchos fieles de la población que a ella concurren.
En el frontispicio de la Cárcel, sobre su puerta principal hay una lápida de mármol en la cual se lee con grandes caracteres un pensamiento o máxima perteneciente, según tengo entendido, a doña Concepción Arenas, eximia escritora del siglo pasado.
“Odia el delito y compadece al delincuente 1844.”
Actualmente se ha construido a un lado de la iglesia y en la parte alta de su coro las llamadas escuelas católicas o del Corazón de Jesús, concurriendo sus numerosos alumnos a los ejercicios piadosos que en ella se verifican.
La plaza donde se levanta el expresado edificio de San Francisco y que llevaba su nombre se hallaba en mis tiempos sin urbanizar, sin asientos ni árboles; pero al presente es un bonito paseo de aquél barrio que no desdice de la cultura de esta ciudad.
El convento de monjas Agustinas Santa María de Gracia, situado en el centro de la población no ha sufrido otras modificaciones más que las de un creciente culto cada día más esmerado y suntuoso.
Es iglesia interiormente, aunque pequeña, es muy bonita y contiene buenos retablos en sus altares, algunos de verdadero mérito artístico del estilo churrigueresco.
En el convento de la Merced, al final de la Vega, situado en otra gran plaza, la Excma. Diputación provincial tiene instaladas allí sus oficinas y el Hospital de la provincia, asistido por las hermanas de la Caridad.
El edificio todo es grandioso y su templo magnífico, siendo muy notable su coro alto, su elegante cúpula y su amplia escalera de mármol, para subir a los extensos corredores donde se hallaban las celdas de los frailes.
Todavía están por concluir las dos bonitas torres del indicado templo, a las cuales ha querido poner la Corporación un obligado remate con dos pequeñas cruces, que no corresponden ni pueden corresponder a la suntuosidad de aquel edificio.
En el campo, a dos kilómetros próximamente de la ciudad, se alza sobre un cabezo la ermita de la Cinta, la cual se conserva casi en el mismo estado de mis años juveniles, sin otra modificación que la de hallarse mejor exornada y dándose a nuestra virgen morenita, patrona de los marineros, mayor culto si cabe cada año que pasa. En ella ponen sus esperanzas en todas sus tribulaciones los hijos de Huelva.
Por fuera, en un extenso patio, es donde se nota alguna modificación, puesto que a derecha e izquierda se han construido dos galerías cubiertas, semejantes a las que tiene en su entrada.
En uno de sus muros laterales se ha fijado el cuadro de piedra con relieve de la Santísima Trinidad que antes se hallaba frente a la Concepción, en una casa antigua, donde se ha edificado recientemente un bonito local de tres pisos.
Esas son las únicas diferencias que hemos podido notar hasta hoy en la ermita de la Virgen de la Cinta.