Mari Paz Díaz. El profesor Eduardo Infante Perulero, un onubense nacido en Huelva hace 40 años, ha dejado de ser un docente anónimo para convertirse en el protagonista de una noticia que está teniendo una enorme repercusión en todo el país, tanto por la peculiaridad de su método de enseñanza, como por los buenos resultados obtenidos. Una forma revolucionaria de entender sus clases de Filosofía a través de Twitter, que ha conquistado a sus alumnos.
La trayectoria de Eduardo se inicia en la Universidad de Huelva, donde estudió Humanidades, una formación que quiso completar luego con la carrera de Filosofía en la Universidad Pontificia de Salamanca. A nivel profesional, tal y como nos cuenta, «comencé dando clases en el colegio de los Jesuitas de Sevilla, hasta que la vida me trajo a Asturias, donde imparto clases de Filosofía en el Centro de Enseñanza Secundaria ‘La Salle’ de Gijón». En concreto, en este centro educativo es el responsable de los programas de innovación académica, lo que incluye aprendizaje cooperativo, inteligencias múltiples, etcétera.
Un reto que ha superado con creces, puesto que ha conseguido que sus estudiantes se interesen por la filosofía a través de juegos que difunde en las redes sociales. Una fórmula que está dando magníficos resultados, puesto que sus alumnos han logrado una nota en Selectividad 3 puntos por encima de la media de Asturias. Un dato que avala su propuesta, de ahí que hayamos querido conocerla con más detalle.
-Eduardo, ¿cómo es tu forma de enseñar, que está dando tanto que hablar?
–Mi manera de enseñar no es más que un intento de recuperar para mis alumnos la dimensión práctica que la filosofía no debió de perder nunca. Todas las escuelas helenísticas de Grecia y Roma –epicúreos, escépticos y estoicos- concibieron la filosofía como un medio para afrontar las dificultades más poderosas de la vida humana. Siempre me han inspirado estas grandes escuelas en mi práctica docente, por eso, desde que soy profesor de esta apasionante disciplina, he intentado que en mis clases se produjese un doble movimiento: el primero es el de acercar a los alumnos a los grandes textos y las grandes cuestiones, que a mí me entusiasmaron y me cambiaron la vida, a mejor. El segundo es el de llevarles la filosofía a sus vidas como una herramienta que, quizás no les garantice la felicidad, pero que seguro les hará vivir sus vidas con una mayor profundidad.
-¿Cuándo y por qué comenzaste a ponerlo en práctica?
-Recuerdo perfectamente el día que comenzó toda esta historia. Era el comienzo de un nuevo curso y observaba a mis alumnos desde la sala de profesores durante su recreo. La estampa se la pueden imaginar, apenas hablaban entre ellos y tecleaban en sus móviles como alma que les lleva el diablo. Un compañero que también los observaba, me dijo algo así como que “vaya desastre de generación, no hablan entre ellos, son unos individualistas”. Pero, tanto entonces como ahora, creo que mi compañero se equivocaba. Nuestros alumnos sí que estaban comunicándose, y seguramente debatiendo con inteligencia sobre los temas que les apasionan, pero lo hacían a través de una pantalla. Entonces me dije a mí mismo: “¿Y si en vez de sacarlos de la pantalla y meterlos en el aula de filosofía, les meto el aula de filosofía en la pantalla?” Y así empezó todo. Al día siguiente comencé con el primer #filoreto en Twitter.
-¿Cómo te surge esta idea?
-Surge de la convicción de que no se debería seguir enseñando en aulas del siglo XIX a alumnos del siglo XXI. A veces, cuando discuto sobre este tema con algún compañero de profesión, saco de la galería de fotos de mi móvil una imagen de un aula de finales del siglo XIX. La sorpresa es mayúscula porque no hay apenas diferencia con las nuestras de hoy. Luego saco otra foto de un quirófano del siglo XIX y las diferencias con respecto a los de hoy son asombrosas. ¿Por qué la tecnología ha entrado en los hospitales revolucionando la medicina y a penas lo ha hecho en los centros de enseñanza? Hoy en día, la figura del profesor no puede ser la de un mero trasmisor de conocimientos. Como suelo decir, para eso está Google, que es bastante más listo que yo. La educación debe poner al alumno en el centro de su proceso de aprendizaje y el profesor debe convertirse en diseñador de estrategias de aprendizaje.
-Entre todas las redes sociales, ¿por qué Twitter?
-Porque los 280 caracteres de Twitter obligan a mis alumnos a practicar casi sin darse cuenta la capacidad de síntesis, algo esencial en mi disciplina. Recuerdo un ejercicio que me mandó uno de los grandes profesores que he tenido: él nos obligaba a redactar un texto argumentativo en 100 palabras. Cuando se lo entregábamos, nos lo devolvía y nos obligaba a hacer lo mismo con la mitad de palabras. Y, cuando por fin lo conseguíamos, nos lo devolvía de nuevo y nos pedía que usásemos sólo 25. Twitter ejercita a mis alumnos en esa misma disciplina, pero, además, es una plataforma para que interactúen con personalidades e instituciones del mundo del pensamiento y de la cultura en general. Por ejemplo, desde mi aula, mis alumnos han preguntado al filósofo Javier Gomá sobre las grandes cuestiones que les inquietan.
-¿Cómo han reaccionado los alumnos a esta forma de aprender Filosofía?
-Quizás, lo más gratificante que tiene este proyecto para un profesor de filosofía como yo, es que tus alumnos te confiesen que lo primero que hacen por la mañana al levantarse es coger sus móviles para ver cuál es el #filoreto del día. Que una alumna te diga: “Me tienes haciendo filosofía todas las mañanas mientras me plancho el pelo”, es algo que no tiene precio. Filosofía mientras van en el bus, filosofía mientras comen, filosofía en los recreos… Y de eso se ha tratado este proyecto, de llevar mi materia a sus centros vitales.
-Das clases en 1º y 2º de Bachillerato. ¿Qué resultados estás obteniendo con esta forma de enseñar?
-Los resultados académicos se han incrementado de manera exponencial con esta metodología, pero no es casualidad, hay todo un trabajo científico que lo explica. Hoy es ya un clásico para los profesionales de la educación la teoría propuesta por Gadamer en 1983 sobre las inteligencias múltiples. Nuestros alumnos no disponen de una sola inteligencia de la que emanan todas sus habilidades intelectuales, sino que disponen de varios tipos de inteligencia que se distribuyen en diferentes áreas del cerebro y que pueden trabajar, tanto de forma individual como de forma conectada. En este proyecto educativo he intentado diseñar una serie de entornos de aprendizaje que posibiliten a mis alumnos trabajar todas y cada una de esas inteligencias y, además, hacerlo de manera interconectada. Al mismo tiempo, he intentado también con este proyecto elaborar una enseñanza más individualizada que atienda las cualidades y los intereses de mis alumnos. La metodología que uso no sólo toma como punto de partida las vidas de mis alumnos, sino que también tiene como meta que puedan aplicar los conocimientos adquiridos a su realidad cotidiana.
Otro de los autores que me inspiran en mi práctica docente es Bejamin Bloom, que, en su famosa taxonomía de los objetivos de la educación, clasifica las operaciones mentales por niveles de complejidad. En la base de su pirámide se encuentra “memorizar”. Seguro que más de una vez hemos preguntado a nuestros alumnos “¿pero no visteis esto el año pasado?”, mientras que ellos con cara de asombro nos responden que no. Y la verdad es que sí que vieron esos contenidos, los memorizaron para el examen, los volcaron en un papel y los olvidaron completamente. En cambio, Bloom demuestra en su estudio que en la cúspide de la pirámide debemos situar “crear”, es decir, que cuando nuestros alumnos usan unos contenidos para crear algo o resolver un problema y, además, se implican emocionalmente con él, ese contenido adquiere una significación que hace que lo integren como una “segunda naturaleza”. Esta es la razón por la cual planteo este tipo de retos a mis alumnos. Porque claramente aprenden más y mejor.
-El periódico El Confidencial se ha hecho eco de tu fórmula docente. ¿Te sientes un pionero de la enseñanza?
-De ninguna manera. Mi manera de enseñar bebe de los verdaderos pioneros que están llevando a cabo una revolución en el mundo de la educación: H. Gadner, los hermanos Johnson, Paulo Freire, etcétera. Una revolución que pone al alumno, y no al profesor, en el centro de su aprendizaje. Ahora bien, si tuviese que elegir una palabra, ésta no sería pionero sino «apasionado» de la educación y, en especial, de mi disciplina: la filosofía.
-¿Tienes alguna otra idea para el futuro?
-Sí, muchas. Pero una de las que me hace más ilusión es que he conseguido convencer al filósofo Manuel Cruz para que visite nuestro centro y tenga un diálogo sobre la vida con mis alumnos. Sólo los veinte mejores podrán tomar café con él. Y, para seleccionarlos, hemos creado un concurso de ensayos. También, hace unos meses, estuvimos trabajando con la obra del artista onubense Man o Matic. A mis alumnos les encantó, así que voy a intentar liarla para trabajar temas de estética.
-¿Es muy diferente la enseñanza en Huelva a la de Asturias?
-La educación sigue siendo un reto, tanto en Andalucía como en Asturias. Trabajamos con muy pocos recursos, y, a pesar de eso, el trabajo sale adelante por el compromiso vocacional de los profesores. Sé que hay muy buenos profesionales de la educación en Huelva y creo que están haciendo un trabajo excelente. Sólo espero que la sociedad se lo reconozca y los apoye.
-A nivel personal, ¿se echa mucho de menos Huelva?
-Echo de menos a mi madre, el solecito de la 13.00 horas en ‘Los cuartelillos’, el jamón que se queda agarrao, pasear por la plaza y escuchar a los pescaderos lanzar poemas al aire, el olor a historia que desprenda la tienda de ‘Los ángeles’ de la calle Concepción, el salitre pegado en el cuerpo de las playas de El Rompido, sentarte en la terracita de un bar y que alguien te cuente su vida, la guasa y el cachondeo, los amigos que te siguen esperando, las aceitunas machacás, la casa de mi abuela y su voz, que el azul del cielo coincida con el de la camisetas del Recre, mi cole, el de toda la vida, el ‘Juvenal de Vega’ y a sus maestros, el flamenco de verdad, el que se siente en las entrañas…, Como un viejo Ulises, echo de menos mi patria.
-¿Algo que te gustaría conseguir?
-Que mi Recre vuelva a Primera.
-¿Algún mensaje a los onubenses?
-Que no se coman todo el jamón, que me dejen algo para Navidad.