Mari Paz Díaz. La conocida onubense Mª José Cortil Flores (Huelva, 1964), actual presidenta de la Junta Rectora del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, cuenta con una dilatada trayectoria política que le ha llevado a ocupar diferentes puestos de representación pública, como teniente de alcalde del Ayuntamiento de Almonaster la Real o diputada provincial de Huelva. Sin embargo, esta psicóloga de profesión, que trabaja desde 1988 en la Zona de Servicios Sociales de la Sierra Oeste de la Diputación, con sede en Cortegana, también cuenta con una faceta menos conocida, como es su labor investigadora, que ha dado lugar a que este año haya sido investida Doctora en Psicología por la Universidad de Huelva, en el marco del Programa de Doctorado ‘Género, Identidad y Ciudadanía’, tras la realización del Máster Universitario en Mediación Familiar y con Menores de la Onubense.
Una tesis que ha supuesto un arduo trabajo al tratar un tema tan de actualidad como es ‘La violencia de género en el centro del debate social: la dimensión masculina’. Un estudio necesario al indagar en cuestiones prácticamente desconocidas en este problema social, que ha sido valorado con un Sobresaliente Cum Laude. Bajo la dirección de Mª Mar Gallego Durán y Mª Soledad Palacios Gálvez, la tesis fue presentada en la Onubense el pasado mes de julio, ante un tribunal que estuvo conformado por Mª Soledad Lila Murillo, Miguel Lorente Acosta y Elena Morales Marente. Una memoria que, dada sus características, hemos querido conocer en profundidad en Huelva Buenas Noticias a través de esta entrevista que realizamos a la ya doctora María José Cortil.
-Recientemente, ha presentado su tesis sobre ‘La violencia de género en el centro del debate social: la dimensión masculina’. ¿Por qué se decantó por este tema?
-La violencia de género es una cuestión que siempre ha despertado en mí un gran interés, tanto a nivel personal como profesional. Han sido muchos los años, en los que ejerciendo la psicología desde el contexto de los Servicios Sociales Comunitarios, se me ha brindado la oportunidad de compartir vivencias con mujeres víctimas de violencia de género, no siempre en tiempos en los que la protección de la mujer gozaba de las garantías o derechos actuales. He escuchado sus voces que expresaban demandas, deseos, preocupaciones y necesidades. He sentido sus miedos, incertidumbres, frustraciones, y, con frecuencia, una enorme desolación e impotencia.
He de admitir, que también me ha preocupado siempre la otra cara de esta realidad: hombres que no entienden por qué se comportan así, que están dispuestos a dejarse ayudar, que sufren, cuyos comportamientos están provocando un daño importante en otras personas, de los que se cuestiona su cambio o recuperabilidad; hombres confusos en un contexto que los rechaza o estigmatiza y a la vez, los legitima o refuerza en su masculinidad más rígida y tradicional. Me he cuestionado la ausencia de ayuda ante esta población en riesgo social y la importancia de intervenir sobre ellos, para garantizar fundamentalmente una mayor seguridad y protección de la víctima, desde una perspectiva más integral de la atención a esta problemática social.
-¿Cómo le ha marcado su faceta como psicóloga a la hora de realizar este trabajo?
-Como psicóloga de la intervención social, confío y quiero seguir confiando en la voluntad de cambio de las personas. No puedo dejar de experimentar esa sensación de insatisfacción o frustración, de poder hacer más de lo que estamos haciendo como personas y como profesionales, de no dejarnos llevar por la inercia de un sistema que continúa trasmitiendo desigualdades y puede conducir fácilmente a explicar el fracaso de las personas con las que intervenimos, a través de nuestros propios fracasos. Me pregunto constantemente dónde estamos fallando o dónde no hemos intervenido aún, qué aspectos nos quedan por conocer, cómo estamos respondiendo a las demandas o qué nivel de coordinación real existe entre los diferentes servicios. Todas estas inquietudes y preocupaciones me han llevado a embarcarme en este proyecto, con la cautela y prudencia de un tema que, soy consciente, sigue generando suspicacia y controversia.
-No podemos negar que, en los últimos años, han surgido muchos estudios sobre violencia de género. ¿Qué cuestiones aporta esta investigación?
-La aportación principal de este trabajo ha sido visibilizar la dimensión masculina de la violencia de género, poniendo de manifiesto la realidad de la intervención con hombres que la ejercen o pudieran ejercerla; así como proponiendo ampliar la perspectiva que hasta ahora ha predominado, e incorporar un cambio de estrategia que complemente los esfuerzos realizados para erradicar esta problemática.
Afortunadamente, cada día se escuchan más voces que consideran necesario realizar una aproximación integral a la violencia de género, incluyendo a los varones en este proceso, desde la responsabilidad, el compromiso y la alianza. Sin olvidar que la prioridad de la intervención en violencia de género tiene que ser siempre las mujeres y/o menores, que sufren estas situaciones, y reiterando que el principal motivo de trabajar con los hombres en este proceso sería aumentar la protección de las víctimas, podrían esgrimirse otros muchos argumentos que indicarían la necesidad de actuar con la población masculina, entre otros: romper el ciclo de la violencia y la trasmisión intergeneracional, así como dirigirnos a la causa de esta problemática y no solo a las consecuencias, como se viene haciendo hasta ahora.
-¿Cuál ha sido el objeto principal de este estudio?
-Esta investigación se ha dirigido fundamentalmente a profundizar en el conocimiento y el análisis de la intervención con hombres que ejercen violencia de género, a través de las opiniones o experiencias de personas expertas, profesionales de diferentes contextos de la intervención social, colectivos o asociaciones y también, de los propios hombres que se encuentran implicados en estos procesos.
-¿Cuáles son las principales conclusiones de la investigación?
–Se hace evidente una visibilidad mínima de los hombres en la intervención en violencia de género, quedando reducida o muy limitada a aquellos condenados por esta causa y condicionada, por tanto, a medidas judiciales y penitenciarias. Asimismo, se detecta un desconocimiento generalizado sobre esta cuestión y un bajo nivel de formación entre profesionales de diferentes contextos. No se consideran prioridades entre los objetivos de los diferentes servicios, ni se asumen responsabilidades o competencias al respecto. Paralelamente, se detecta un interés creciente por trabajar con hombres en violencia de género y se otorga prioridad hacia medidas de igualdad, preventivas y comunitarias.
Por otro lado, en el conjunto de la muestra consultada se constata una fuerte identificación con estereotipos o roles de género tradicionales y, por tanto, desigualitarios. Es elevada también la presencia de mitos e ideas erróneas al respecto en los discursos, aunque no se detecta el nivel de resistencia o desinterés que fácilmente se le atribuye al colectivo de hombres que ejercen esta violencia. Los recursos generales en la intervención en violencia de género se consideran no sólo insuficientes, sino distribuidos de una forma muy desequilibrada en el territorio; por lo que se realizan demandas importantes tanto en relación al incremento de los mimos, como a la reorientación o reestructuración de los servicios existentes.
-¿Es posible acabar con la violencia de género?
-La lucha contra la violencia de género es la lucha contra la desigualdad. Y, en gran medida, por tanto, los avances para erradicar esta lacra social van a venir necesariamente de la mano, de los logros y los derechos que se vayan alcanzando en este largo camino hacia la igualdad. La relación entre igualdad y violencia de género es más que constatable. No hemos de olvidar, en primer lugar, que esta violencia viene a reproducir las desigualdades de género existentes, constituyéndose como la máxima expresión de las mismas. Hemos de tener en cuenta también, que la violencia de género es causa y consecuencia de las desigualdades sociales; así la desigualdad genera violencia y ésta a su vez, produce y mantiene las desigualdades.
-¿Cuáles son sus expectativas tras presentar este estudio?
-Mi principal interés sigue siendo situar este tema en el debate, fundamentalmente en los contextos profesionales, para avanzar en propuestas de intervención coordinadas en el abordaje integral de la violencia de género. Me interesa bastante la difusión de este trabajo desde cualquier medio, tales como ponencias, publicaciones, intercambio de experiencias o colaboraciones con diferentes entidades… En la medida de las posibilidades que se me ofrecen desde mi ámbito profesional, me esfuerzo en incorporar algunas intervenciones y, por supuesto, me gustaría participar en alguna medida o proyecto provincial en esta línea que pudiera impulsarse desde entidades públicas o privadas.
-¿Algún mensaje final de cara a los lectores?
-El principal mensaje que me gustaría lanzar a la población en general, y más concretamente a profesionales de diferentes contextos de intervención, es la necesidad de prestar atención a todos los mitos, estereotipos, roles y/o mandatos de género que continúan contaminando diariamente nuestras vidas y nuestros espacios profesionales, para poder combatirlos, cuestionarlos o discutirlos desde la información y el análisis. No se puede seguir hablando, sin conocer datos, del elevado número de denuncias falsas que se producen en violencia de género, no se puede seguir difundiendo argumentos en contra de una Ley de Violencia de Género, que ha venido a luchar contra una fuerte discriminación histórica que se sigue cobrando elevadas vidas de mujeres y menores en nuestros días y hemos de evitar victimizar nuevamente a mujeres y menores víctimas de esta violencia a través del no aceptado ni reconocido científicamente “Síndrome de Alienación Parental”.
Hemos de tener presente que los hombres condenados por esta causa, representan a una minoría de los que la ejercen y, además, un pequeño porcentaje de los mismos tienen la oportunidad de acceder a programas de tratamiento. Frente a mitos o ideas que imperan en la actualidad, una gran mayoría de estos hombres no solo quedan impunes ante un delito, sino sin posibilidades reales de ayuda e intervención. Y lo más importante, quiero realizar una llamada a la población masculina, tanto desde la responsabilidad, alianza y compromiso para erradicar las desigualdades de género, como desde el análisis de los beneficios que la igualdad produciría en sus propias vidas, en sus familias y, por tanto, en la comunidad en general. El movimiento de Hombres por la Igualdad, al que me sumo y felicito una vez más, puede ser uno de los canales más importantes para avanzar en esta línea.