La risa de Zenobia que enamoró a un Juan Ramón que buscaba silencio

Zenobia Camprubí.
Zenobia Camprubí.
Zenobia Camprubí.

Fermín Cabanillas.  Ni de su belleza, ni de su capacidad intelectual, ni de sus raíces… Juan Ramón se enamoró de Zenobia por su risa, como desvela el escritor Santiago Posteguillo en ‘El séptimo círculo del infierno’, donde ahonda en cómo la vida personal ha influido en algunos de los mejores escritores de la historia. 

Un libro que, entre otros escenarios, lleva al lector al Madrid de 1913, cuando el Nobel moguereño intentaba encontrar silencio en mitad de la noche para poder escribir, y una risa que le llegó desde la estancia de al lado le hizo buscar a esa mujer, que finalmente fue su gran inspiración en la vida, la persona que marcó todo el devenir de su existencia, tanto personal como literaria. 


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Posteguillo ha dicho a Efe que ese encuentro, que narra mezclando la novela con la realidad, con el resto de relatos del libro, muestra a un escritor muy distante de la imagen seria y calculadora que ha llegado de él hasta nuestros días, ya que «si te enamoras, hay que hacerlo hasta las trancas, y eso le puede pasar a la persona más calculadora del mundo, y cuando pasa, pasa, y lo que le llamó a él la atención fue una risa, «y esa risa le captura». 

A partir de ese momento, Juan Ramón intenta encontrar un nexo que le una con aquella misteriosa mujer, y lo encuentra en el poeta indio Rabindranath Tagore (1861-1941), cuando, en una de las conversaciones de ambos sobre temas literarios, surgió su nombre, admitiendo Juan Ramón, ante una mujer con un perfecto inglés, que no dominaba tanto la lengua de Shakespeare como para disfrutar de su obra. 


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Ahí, Juan Ramón echó mano de un recurso de enamorado en forma de carta, y envió a Zenobia una en la que le decía que «he propuesto una traducción del libro que me ha enseñado usted (La luna nueva). Ha aceptado. De modo que ya sabe usted que hemos de traducirlo… ¿Cuándo podríamos empezar? ¿El jueves? ¿A qué hora?» 
Y es que «tenía que hacer lo que hiciese falta: si había que traducir, se traducía», explica el autor del libro, que concreta que Zenobia se encarga de la traducción literal y Juan Ramón de adaptar la traducción a un lenguaje poético», haciendo no sólo que Tagore llegase traducido a la actualidad con una exquisitez total. 

El matrimonio recién casado en Nueva York.
El matrimonio recién casado en Nueva York.

«El enamoramiento puede durar algún pero, pero para compartir la vida con alguien tiene que ser de su capacidad, para tener conversaciones a diario de tú a tú, y ella era una gran intelectual, muy tapada con él, queda oculta tras la figura de su esposo, porque la figura de juan ramón es enorme», explica Posteguillo. 

Para él, esta historia sirve para poner sobre la mesa un aspecto desconocido y apasionante, y «probablemente haya tenido que ver con que la titulación de traducción está ahora en muchos mas sitios, y se ha investigado más en los procesos de traducción en literatura, que algunos se atribuían a algunas personas y al final había más gente, aunque no se trata de rescatar a alguien para degradar a otro, pero es de justicia situar a cada persona». 

Con anécdotas como la de Concha Espina, que se quedó a un voto del Nobel, o cómo García Márquez, que envió por error el último capítulo de Cien Años de Soledad a un editor en lugar del primero, porque no tenía dinero para mandar todo el libro, Posteguillo ha trasladado a su libro su experiencia como profesor de Literatura en la Universidad Jaume I de Castellón, donde intenta enseñar de forma dinámica y entretenida, mostrando «historias de escritores de todos los tiempos, que puedan ser enigmáticas, que generen interés e intriga en quien reciba la historia, y que genere interés en la obra de los escritores». 

Con esa idea, nacieron ‘La noche que Frankestein leyó El Quijote’ y ‘La sangre de los libros’, con lo que esta tercera entrega se podría considerar el final de una trilogía, en un escritor que ha acostumbrado a sus lectores a difundir novela histórica centrada en Roma, que, eso sí, puede ser el objetivo de su nuevo libro, sobre todo porque «tengo ideas, pero no tengo claro si tengo tiempo», de modo que si se quiere disfrutar de historias de su último libro, como la del compañero de celda de Marco Polo que le animó a plasmar en papel sus viajes, en un cuarto volumen, habrá que esperar todavía un poco. 

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