Mari Paz Díaz. El carácter de Huelva se ha formado con los avatares que ha vivido esta provincia a lo largo de su historia. Fenicios, romanos o musulmanes han sido sólo algunos de los pueblos que han dejado su huella en los límites geográficos onubenses. Una huella que, en muchas ocasiones, ha permitido configurar un patrimonio rico y muy atractivo que sigue siendo uno de sus emblemas.
Un bueno ejemplo de ello lo encontramos en los castillos que recorren la provincia de Huelva como testimonio de las infraestructuras creadas por nuestros antepasados para defender su territorio. No es nada novedoso recordar que la provincia se encuentra en una encrucijada de caminos -frontera entre España y Portugal- que ha provocado que haya tenido que enfrentarse a continuas invasiones y ataques, que podían llegar por mar o por tierra. Por ello, la provincia es especialmente rica cuando hablamos de castillos.
Una época de continuos cambios para las fronteras provinciales fue la Edad Media, lo que ha provocado que sea en esta etapa cuando se produjo una mayor proliferación en la construcción de castillos en Huelva, especialmente a raíz de la invasión musulmana de la Península Ibérica en el año 711.
Un tema de gran interés que ha sido estudiado por investigadores como Juan Luis Carriazo y José María Cuenca en su mítico libro Huelva, Tierra de castillos, una publicación editada por la Diputación Provincial de Huelva que sigue siendo reclamada por su interés. Junto a esta gran obra existen otros artículos y estudios, que hacen un análisis de estas las fortificaciones onubenses, recogiendo sus orígenes y sus anécdotas más curiosas.
Por este motivo, en este artículo hemos querido hacer un somero recorrido por los castillos más conocidos de Huelva, siendo conscientes de la dificultad de recoger los datos de todos y cada uno de ellos.
Conocida por sus castillos es la comarca de la Sierra, donde se localizaba la denominada Banda Gallega, un cinturón defensivo situado al norte de la provincia del que formaban parte los castillos de Cortegana, Aroche, Aracena, Cumbres Mayores, Encinasola, Cala y Santa Olalla del Cala. Todos ellos para hacer frente a los ataques procedentes fundamentalmente de Portugal.
Escenario de las actuales Jornadas Medievales, el Castillo de Cortegana es la edificación más emblemática de la localidad. Al parecer, su realización comienza a idearse en el siglo XIII sobre unos restos musulmanes. Sin embargo, existe poca información al respecto, habiéndose apuntado incluso que su origen puedo estar en los templarios, en la Orden del Temple.
También se encuentra situado en un cerro de la localidad el Castillo de Aracena, una construcción del siglo XIII que también parece que utilizó restos anteriores. Si recorremos su muralla claramente defensiva podemos hallar hasta siete torres. Además, al igual que Cortegana, la iglesia mudéjar posterior parece que fue levantada por mandato de la Orden del Temple.
Por su parte, el Castillo de Cumbres Mayores es conocido por ser el de Sancho IV El Bravo. Mandado a construir en el siglo XIII, esta edificación cuenta con diez metros de altura en mampostería reforzada con sillares y sillarejos en sus esquinas.
En Aroche, el Castillo de las Armas cuenta con una muralla exterior franqueada por diez torres cuadradas todas ellas, aunque tres son de mayor altura. Una fortaleza que fue restaurada en 2015 tras una fuerte inversión a favor del patrimonio del municipio.
Fue Alfonso X El Sabio el que mandó construir el Castillo de Encinasola, a partir del cual se fue formando una pequeña aldea que hoy es este municipio de la Sierra onubense.
Pertenecientes a la Banda Gallega como defensa de la zona portuguesa son también el Castillo de Cala, de finales del siglo XIII – principios del XIV, y el de Santa Olalla, que se hizo de forma paralela al de Cumbres, Fregenal de la Sierra y la reconstrucción del de Aroche.
En general, la construcción de los castillos en la actual comarca serrana no sólo contribuyó a la defensa de la zona, sino que propició la concentración de la escasa población, configurándose nuevas poblaciones que surgieron al amparo de estas fortificaciones. Es decir, que los castillos fueron en muchos casos el origen de estos pueblos.
Un poco más tarde, surge la necesidad de incrementar la defensa de la zona más occidental onubense, surgiendo castillos en el Andévalo, como el de Sanlúcar de Guadiana. Recientemente rehabilitado, el Castillo de San Marcos de Sanlúcar y el Fuerte de San Jerónimo suponen una sucesión de fortificaciones defensivas que se remontan a la época islámica en el siglo XIII, aunque su transformación en fortaleza señorial y militar se produjo durante la Baja Edad Media, en los siglos XIV y XV.
En el Andévalo se encuentra también Alfayat de la Peña, nombre con el que aparece en las crónicas de la conquista portuguesa en época de la Reconquista el emplazamiento urbano nacido alrededor de esta fortificación, actual Puebla de Guzmán. Situado en lo alto de una loma, parece demostrado que esta localidad andevaleña tiene sus orígenes en la construcción de este enclave defensivo, que alcanzó una gran importancia. Su edificación parece haberse realizado alrededor del castillo de Alfayat, construído en el siglo XIII.
De carácter fronterizo era también el Castillo de Ayamonte, una antigua fortaleza que, aunque ha desaparecido, se encontraba en la zona del actual Parador de Ayamonte, en la parte más alta y antigua de la ciudad. Parece que sus orígenes eran romanos, sobre cuyas ruinas se construyó esta fortaleza en el siglo XIII. Su estructura se vio muy afectada por el Terremoto de Lisboa (1755), por lo que fue reconstruido hasta que a mediados del siglo XX desaparece al construirse el Parador.
Y en la zona de la Costa se encuentra el Castillo de los Zúñiga, en Cartaya. Levantado en el siglo XV se encuentra en buen estado tras una restauración realizada en los años noventa. En este edificio destaca su patio de armas y sus murallas de ocho metros de altura.
En el sur de la provincia de Huelva, sin duda, el más emblemático es el Castillo de Niebla o Castillo de los Guzmanes, construido durante la Taifa de Niebla en un extremo de la ciudad. Sus orígenes fueron romanos, puesto que sus restos fueron utilizados en la construcción musulmana, artífices de la fortaleza que pasa a manos cristianas en 1262 gracias a la acción de Alfonso X. El aspecto que presenta en la actualidad fue realizado en la época de la Reconquista por el II Duque de Medina Sidonia. Lo más destacable es su muralla y su amplio recinto.
En la comarca del Condado de Huelva, además, encontramos el Castillo de Moguer, construido a finales del siglo XIII – principios del XIV y actualmente rehabilitado como Oficina de Turismo de la localidad. Se trata de un castillo almohade que fue ampliado y reformado en el siglo XIV, aunque sus orígenes parecen ser una torre defensiva romana. El castillo de Moguer fue declarado Monumento Nacional y está protegido por el Decreto de 22 de abril de 1949 del Ministerio de Educación Nacional.
Muy recordado en Huelva es el Castillo de San Pedro, un recinto medieval que se construyó sobre restos árabes. Perteneciente a los Duques de Medina Sidonia se encontraba en el Cabezo de San Pedro. Resultó muy dañado en el Terremoto de Lisboa.
Junto a todos ellos, la provincia de Huelva cuenta otros muchos ejemplos de castillos. Es el caso del Castillo de la Reina en Palma del Condado; el Castillo del Alpízar en Paterna del Campo, con una portada almohade de gran belleza del siglo XI;
el de Paymogo, construido en el siglo XV en la localidad del mismo nombre; el Castillo de Almonaster la Real, sobre el que se construyó la Mezquita; el Castillo de Palos de la Frontera ya desaparecido; el de Trigueros y el de Gibraleón, ambos de carácter almohade; el de Cumbres de San Bartolomé, del siglo XIII y que ha sido parcialmente restaurado; el de Cabezos Colorados, en El Campillo; el de Zufre, Lepe, o el Castillo de Alpízar, situado en Campofrío.
En general, todos los castillos onubenses -mejor o peor conservados- se fueron abandonando en el siglo XIX, por lo que muchos desaparecieron en esta época. Como ejemplo, podemos citar el caso del Castillo de Santa Olalla, que fue utilizado como cementerio entre el siglo XVIII y principios del XX. Una situación que también se vivió en Cartaya. Y en la mayoría de los casos, como apunta el Instituto de Patrimonio Histórico Andaluz, sus materiales fueron utilizados para la construcción.
Afortunadamente, a medida que fue avanzando el siglo XX se fue incrementando la concienciación sobre la importancia de estas fortalezas, que en muchos casos se han convertido en hitos del paisaje y el patrimonio de muchos pueblos onubenses. Todo ello ha contribuido a su revalorización y su protección, que han dado lugar a nuevos usos de estos lugares, como por ejemplo con fines turísticos o culturales. Ejemplos sobre ello hay muchos. Cuidarlos es una tarea de todos.